Alejandro Ordorica Saavedra
Otra vez la seguridad pública

Cada vez que se aborda el tema de la seguridad pública en la ciudad de México, resaltan las aristas de los más diversos factores que confluyen en este enorme problema social. Se erizan las sensibilidades, la visión se nubla, las imágenes se distorsionan y la proclividad al subjetivismo inunda los espacios de la opinión pública.

De nueva cuenta se abre la polémica sobre lo prometido, lo que se ha logrado y las expectativas de la ciudadanía. Y de igual forma se vuelve a poner en evidencia que la verdadera solución a la inseguridad pública en el Distrito Federal sólo puede darse si el problema se enfoca con una visión integral y en términos de un plazo razonable, como requisitos indispensables para obtener resultados convincentes. Queda claro que no se avanzará mucho de aplicar acciones aisladas, por más lógicas y eficientes que sean, como tampoco podrán alcanzarse las grandes metas en la lucha contra la delincuencia en el corto plazo.

Ahora, por ejemplo, más allá del reprobable asesinato del conductor de televisión Francisco Stanley, se trasluce la carencia de un pacto que englobe al gobierno federal y al de la ciudad de México, junto con los sectores y las organizaciones sociales más representativos, en un compromiso común de luchar juntos y simultáneamente en todos los frentes, compartiendo una estrategia básica y sustancial.

Así, la gran solución se sustenta en un conjunto de factores que tienen que ver con mejorar los cuerpos policiacos, destinar mayor presupuesto al rubro de la seguridad, hacer las modificaciones y reformas legales necesarias, realizar campañas intensivas en los medios de comunicación y, fundamentalmente, encauzar la participación ciudadana para incidir en esta lucha contra el hampa y, por otra parte, hacer un esfuerzo a fondo para generar empleos, frenar la pobreza, equilibrar el crecimiento demográfico e impulsar el desarrollo económico en la capital del país, incluido su entorno metropolitano. Si no se integran todos estos factores, los avances siempre serán parciales e insuficientes.

Por otra parte, en el caso del conocido conductor de televisión, es inadmisible la politización del crimen y la indigna actitud de aprovecharse de una muerte, con una clara intencionalidad político-electoral y de evidente manipulación para desprestigiar y desestabilizar, práctica reincidente en algunos medios de comunicación, especialmente en el ámbito televisivo.

Por lo que toca a la actual administración capitalina, son evidentes el esfuerzo y las acciones que ha desplegado para el mejoramiento de los sistemas de selección de los policías, proporcionarles un mejor entrenamiento, así como equipos y armamento más modernos, el combate a la corrupción y, en fin, otras positivas decisiones. Sin embargo, aun cuando en algunos rubros delictivos hay una tendencia a la baja, la percepción de la ciudadanía es que la violencia permanece y la delincuencia continúa operando en gran escala. Y no creemos que sólo sea un asunto de comunicación social, con todo y el peso que tiene el contar con un buen plan en este sentido. Por ser un asunto público, se entremezclan otras variables que influyen en la opinión de los ciudadanos como la constancia de amigos y familiares asaltados, el hecho de haber sido testigos de actos violentos en la vía pública, la desconfianza hacia los policías, las fallas de jueces y ministerios públicos, etcétera, hasta la pérdida de la convivencia, el debilitamiento de la solidaridad social o la disminución de los valores humanos.

Por ello resulta fundamental escuchar con toda atención y objetividad las voces de protesta de la ciudadanía, aprovechar sus propuestas, responder con más hechos, ofrecer mejores resultados y hasta emprender con urgencia el rediseño de programas que, sumados, apunten a la renovación de pactos y compromisos sustentados en la corresponsabilidad social de todos en todo. La ciudadanía así lo exige, así lo espera, ratificando día con día que es su demanda número uno.