ué es la globalidad, parece que más o menos todos lo sabemos o hacemos que lo entendemos. Los debates al respecto son tan pobres, y no sólo en México, que al final uno siempre queda con la impresión de que nadie coincide en las ideas o en los conceptos. No hay puntos medios, que son aquellos en los cuales se puede encontrar un entendimiento o la posibilidad simple de ponerse de acuerdo. Ese fenómeno, por ejemplo, plantea la vigencia del mercado como motor impulsor de la producción, del comercio y de las finanzas. Ahí no hay alternativa. Pero sucede que nadie puede discutir con una cierta cuota de juicio y de tolerancia tratándose del mercado. Lo peor de todo, es que no hay nadie que haya podido proponer algo diferente a lo que es la economía de mercado.
Al referirse a los mínimos de bienestar y a la redistribución del ingreso, lo que se hace es proponer que se controle el mercado, aunque nunca se dice cómo o de qué manera debe hacerse. La justicia social parece ser, hoy, el último reducto de las corrientes de izquierda y no hay una sola que haya postulado que el mercado debe desaparecer para cambiarlo por otro mecanismo de producción e intercambio. Socialistas de la última hora, socialdemócratas reformadores, viejos comunistas y nacionalistas y muchos más antiguos izquierdistas no han sido capaces de proponer ninguna alterna- tiva. ƑPodemos hacer a menos del mercado?, es la gran pregunta. No, parecen decir todos y los que lo dicen quieren siempre hacernos pasar por tontos, porque en su caso no proponen nada al respecto.
ƑPodemos partir de algo diferente a lo que es la economía de mercado para trazar nuestros diagnósticos y nuestras líneas de acción para el futuro próximo y para el porvenir lejano? Alguien ha dicho que quiere una economía de mercado, pero no una "sociedad de mercado". No sé cuál sea la diferencia. Esto no tiene ninguna seriedad. Pero tampoco la tiene una posición totalmente ideológica que niega la economía de mercado sin proponer en absoluto nada más.
Los socialdemócratas europeos han difundido, de unos años a la fecha, la propuesta de la tercera vía. El punto de partida fue que, por mucho tiempo adelante, no habría otro camino por recorrer para el desarrollo económico que el de la economía de mercado. El socialismo como sistema económico es inviable hoy en día. El enemigo es el neoliberalismo: éste sólo ha producido una polarización intolerable entre opulencia y miseria, en todas las sociedades sin excepción. La ambientación de estas ideas se da en la reivindicación de la división de las actitudes y las posiciones políticas en derecha, centro e izquierda. La socialdemocracia europea reivindica al mismo tiempo una posición de izquierda. La suya quiere ser la nueva izquierda.
La idea básica es que, aun con el predominio abrumador de la economía de mercado, todavía es posible luchar por el pueblo, por los trabajadores y, lo más importante, en contra del capital, sobre todo en la forma del capital financiero al que los Estados no logran ya someter a la ley y, a través de ella, controlarlo. Si no hay más alternativas a la economía de mercado, esa lucha, desde mi punto de vista, merece ser librada. La globalización, según algunos teóricos que de teoría política no saben casi nada, requiere cada vez más de la eliminación del Estado y de la soberanía nacional. Esa es la peor morralla pseudoteórica que se haya difundido en nuestros días. Ya estamos en posesión de un cierto conocimiento que nos indica, sin lugar a dudas, que la globalización necesita de Estados nacionales muy fuertes para ser conducida a término. De eso se trata y por ahí comienza la lucha.
La tercera vía, preconizada por la socialdemocracia, invita a una lucha posible y redituable para los pueblos y para la sociedad en general. Necesitamos poner nuestras distancias frente a la economía de mercado, pero resulta inútil y hasta suicida que nos le opongamos sin haber descubierto todavía una verdadera alternativa. Nadie la tiene. La única manera de poner distancias es la elaboración de un programa, como conjunto de ideas clave, que nos permita luchar por los intereses de los pueblos, por un derecho igual para todos y por la soberanía nacional. La misma economía de mercado nos puede descifrar las líneas que podemos seguir. Se trata de saber en dónde podemos atacar y reformular nuestras posiciones de combate para lograr el sueño interminable de una sociedad más justa y más libre. Eso sigue estando a la orden del día, creo yo.
PD. Por compromisos académicos contraídos desde hace tiempo, me ausentaré de México por las próximas cuatro semanas, en las que no podré colaborar con nuestro diario.