* Presentación de la soprano estadunidense en Bellas Artes
El canto de Battle enciende pero no quema
Pablo Espinosa * Concierto histórico. La soprano estadunidense Kathleen Battle enarcó los hombros, hizo los labios laberinto, brotó un destello desde las perlas que le pendían de cada uno de los lóbulos, al mismo tiempo que convirtió tres fragmentos disímbolos de canto y dos pedazos de divinidad en una de las sesiones más impresionantes que hayan ocurrido los últimos meses en el Palacio de Bellas Artes: hizo Kathleen Battle carne y canto, tangible, un verso de John Keats: "beauty is truth".
Los tres fragmentos disímbolos de canto: un aria barroca, un aria de bel canto y una pieza originalmente escrita para castrati por Wolfie Mozart. Los dos pedazos de divinidad: un par de spirituals, el segundo de ellos a capella, que la señora Battle regaló al final del concierto. Todo esto ocurrió la noche del viernes ųy se repetirá el mediodía de este domingoų en Bellas Artes, en la clausura ųbrochísimo de oroų de la temporada de conciertos de primavera de la Orquesta Sinfónica Nacional.
La primera parte del que fue el penúltimo concierto de temporada asaz exitosa, comprendió un par de partituras del autor alemán Richard Strauss (1864-1949), la primera de ellas un verdadero rescate: Preludio Festival, opus 61, una rareza en las salas de concierto, ejecutada empero con irregulares resultados, sobre todo por las pifias sistemáticas de la sección de alientos-metal. En cambio la cuerda y la sección entera de percusiones (la mejor en el país) sostuvo hasta la segunda obra de Strauss en este concierto programada, Don Juan, el espíritu postwagnerita, la enjundia y brillantez de las ideas straussianas. Una tercera obra del mismo autor estaba programada, pero a último momento fue mutada por la Chacona de Buxtehude, orquestada por Carlos Chávez, a manera de interludio en la segunda parte del programa, dedicada por entero a una de las mejores sopranos del planeta: Kathleen Battle.
El aria Ombra mai fu, de la ópera Xerxes haendeliana, dibujó de cuerpo entero la belleza de la señora Battle: su presencia física, su espíritu, irradiados en una voz de belleza de diamante: pura, clara, radiante, hermosa, cálida. Abraza pero no abrasa, es decir, enciende pero no quema. Es dulce. Flos Campi. Dama Flor. Emisión de voz, línea de canto, enunciación, actitud interior... todo en ella es perfecto. Enseguida, el aria O luce di quest'anima, de la ópera Linda di Chamounix, del campeón del bel canto don Gaetano Donizetti, provocó espasmos de placer y asombro: he aquí que Kathleen Battle jala aire y deposita un agudo en la estratósfera, llena nuevamente sus pulmones y pone otra nota más arriba todavía, vuelve a poner oxígeno en su caja toráxica y ahora la nota contiene niveles de belleza inconcebible: una gota de mercurio convertida en rayo láser atravesando, hacia arriba, la estratósfera. Impresionante.