José Antonio Rojas Nieto
De la utopía fundamentalista a la reforma gradual

A estas alturas, la Secretaría de Energía debería entender que su propuesta de reforma estructural del sector eléctrico nacional ya no tiene viabilidad, a pesar de que ųefectivamente y merced a su intenso cabildeoų lograra que el Congreso aprobara las reformas a la Constitución y la propuesta de ley secundaria que presentó ante el Senado hace varios meses. No son viables porque los primeros que dudan del éxito de una reforma obtenida bajo tantas presiones, con tantas complicaciones y sin un consenso social que le garantice estabilidad a los cambios, son los mismos inversionistas privados ųnacionales o extranjerosų, para quienes el esquema inicial de apertura de la fase de generación a la inversión privada ųcomo lo reconoció hace algunos días el mismo Secretario de Haciendaų ha resultado satisfactorio. De otra manera, no se entendería la alta disposición de estadunidenses, franceses y japoneses para asociarse con compañías mexicanas y participar en los concursos de instalación de centrales generadoras, bajo el esquema de Producción Independiente de Electricidad, para lo cual no hubo necesidad de cambio constitucional, en la medida que el Estado continúa como responsable del servicio público de electricidad y como comprador único, encargado de la transmisión, distribución y comercialización del fluido eléctrico generado por los privados. Cualquier esquema alternativo debe mostrar a la sociedad no sólo que es lo más conveniente para la nación, sino que no se repetirán las desastrosas experiencias de bancos y carreteras ƑQué hacer? Impulsar una reforma gradual, viable en estos momentos, sin modificaciones constitucionales, siempre y cuando se haga con astucia y prudencia.

Para ello hay que impulsar algunas actividades indispensables. La primera, superar la tentación del todo o nada; lo peor que podría pasar es que la falta de aprobación de la propuesta gubernamental se identificara con la determinación de no hacer ningún cambio. La segunda, superar esa visión de corto o mediano plazo. Finalmente, diez años acaban siendo muy pocos para pensar en estrategias eléctrica y enérgética sustentables y sostenibles para el país. Hay que pensar no sólo en un periodo más amplio, sino de una forma más integral, con la conciencia de que, más que un prestigio sexenal ųal fin y al cabo fatuo, si no se logra lo esencialų, lo que está de por medio es el bienestar de las nuevas generaciones.

Precisamente por esto, lo tercero a impulsar es la apertura a un nuevo esquema integral de organización, de tecnologías y de combustibles, superando ese reduccionismo al que se está arribando al ponderar unilateral y exageradamente ųpor más bondadoso que resulteų, la centralización y la gran escala productiva; la tecnología de los ciclos combinados y la utilización del gas natural; y al seguir pensando que siempre habrá petróleo y gas natural y que siempre habrá carbón. Por más que resulten limitadas en términos cuantitativos, el impulso de las tecnologías alternativas, sobre todo en el contexto de la reorganización local y regional del suministro de energía, sigue siendo el reto, en la medida que se promueve una mayor responsabilidad social, en torno de los tipos de estructura y de mecanismos de solución (lo más limpia posible, por lo demás), de las necesidades de energía. Y en un cuarto sentido, y ya más concretamente en la búsqueda de una nueva industria eléctrica integral, se pueden impulsar cinco acciones: 1) modernización y autonomía crecientes en las empresas del sector, lo que podría incluir la creación de un cuerpo técnico-directivo básico y permanente, que impida las manipulaciones políticas de las compañías eléctricas; 2) consolidación de esa estructura mixta de participación privada y estatal en generación, con un mayor impulso a la cogeneración, autoabastecimiento y a la pequeña producción; 3) desagregación racional por fases de las empresas estatales de electricidad y consolidación de esquemas de evaluación de su eficiencia productiva y financiera; 4) consolidación de un esquema transparente y simple de tarifas de electricidad, y de un marco racional de determinación de los subsidios.; 5) desarrollo de los esquemas de relación eléctrica y energética en las zonas fronterizas con Estados Unidos.

No se trata de ideas extraordinarias o novedosas; son acciones que, desde hace varios años, trabajadores, técnicos, profesionales, algunos directivos, académicos y luchadores sociales han pensado y reflexionado, tratando de mostrar la viabilidad de una industria energética distinta y de una transformación gradual de nuestra industria eléctrica.