La Jornada Semanal, 4 de julio de 1999



(h)ojeadas

Los hombres duros no bailan

Alejandro Sandoval Avila

Héctor Abad Faciolince,
Fragmentos de amor furtivo,
Alfaguara,
Colombia, 1998.

Los hombres duros no bailan (pero tampoco los frágiles). Y no sólo eso, sino que el fornicio, tan celebrado por todos (los que no somos ni duros ni frágiles) no suele darse de la manera que queda consignada en consejas, borracheras, mesas de café y, lo más importante, en La Literatura, así, con mayúsculas.

En el libro de Abad se confrontan con habilidad los convencionalismos sociales y religiosos que se utilizan para condenar el sexo. Palabras como ``puta'' o términos como ``mujer malvada'' son ironizados, y tal vez hasta aceptados, como aspectos de los protagonistas. Ello genera una paradoja espléndida, con la cual el autor retroalimenta el desarrollo del texto; es decir: el sexo vendría a ser la faceta positiva del mal.

Para construir las figuras principales, el autor acude a un recurso clásico que no ha perdido vigencia por la fuerza que le da a una estructura literaria: los personajes van dibujándose poco a poco, el narrador omnisciente nos los da a conocer a retazos, como a retazos se conoce a las personas.

Susana y Rodrigo, principales hilos conductores del entramado anecdótico, se complementan aunque no entre sí. Rodrigo dice que si fuera una mujer sería una puta, en el sentido de que le gustaría acostarse con uno y con otro. Es obvio, por el desarrollo posterior de la trama, que Susana es la versión femenina de Rodrigo. Lo que no queda claro es si Rodrigo correspondería a una versión masculina de Susana. Quizá esa versión se componga fragmentariamente de los recuerdos que Susana conserva de cada uno de los amantes que ha tenido.

Pero en este concatenamiento y no correspondencia simétrica, la simetría aporta al entramado un cierto desbordamiento, tal vez inexplicable dentro de la lógica literaria de la obra misma, pero necesario para llegar al final.

Un final del que pudieran desprenderse varias conclusiones, entre ellas: si, como suele decirse, ``la venganza es manjar de dioses'', Abad deja muy claro que la venganza correspondida es una vulgaridad.

El lenguaje, siendo recargado, a veces cae en un alambicamiento que no aporta nada a la tendencia desenfadada que el autor utiliza en la mayor parte de la novela. ``Casi por encima de todas las cosas, y tal vez sin el casi -y quizá sin el tal vez-, lo que más le gustaba a Susana era hablar'', escribe el escritor y distrae la atención del lector en un retruécano inútil.

Ello no merma, sin embargo, el dominio que Abad tiene de sus herramientas expresivas. Sabe cómo interesar al lector a partir de sembrar, en torno a la trama principal, diversos indicios argumentales que servirán, a fin de cuentas, para reforzar las acciones narrativas. Por ejemplo: la escena en que Rodrigo no baila y ve a Susana disfrutar de la música danzando en compañía de un ``hermoso negro'', funciona como una premonición de cuando la verá fornicando con otro.

En la obra hay digresiones que poco aportan al tegumento rítmico de la narración y que hacen más o menos evidente lo que, a falta de un término mejor, podríamos llamar el ``hedonismo furtivo del escritor'', es decir: el autor (no el narrador omnisciente) escondido entre las líneas del texto, gozándose a sí mismo al leerse.

A más de tales digresiones, hay que lamentar dos cosas: que apenas se mencione el sexo de los viejos, sin abundar mayormente en ello, lo cual es un desperdicio literario, y que en aras de construir una obra apegada a ciertos cánones establecidos no se haya emprendido la aventura de asumir cabalmente, y no como por accidente, el erotismo de los hombres visto por la tolerancia de las mujeres. A Héctor Abad Faciolince hay que recriminarle que nos entrega una novela de buena factura, cuando pudo haber escrito una obra que, tal vez, habría llegado a ser un punto nodal de la literatura erótica. Tenía todo para lograrlo. En cierta medida, ocurre aquello que la cita de la filosofía clásica describe muy bien: se ha tirado al niño y se ha quedado con el agua de la bañera.

Más que hablar de coincidencias, homenajes y reconocimientos obvios, abundantes en las páginas de Fragmentos de amor furtivo -enunciados, además, en la contraportada de manera pomposa-, habría que indagar en ese campo desconocido: las supuestas ``proezas sexuales'' de los hombres vistas y narradas por las mujeres, desde la óptica femenina, ajena al feminismo y, por supuesto, a lo que con acierto se ha llamado femichismo, actitud de la cual, lamentablemente, Susana se apodera en los momentos de clímax.

Es en este asunto en donde la novela de Abad es novedosa. Y es a lo que menos atención se le presta. No lo hace ni el autor ni los editores, y suponemos que lo mismo sucede con la mayoría de los lectores.

El personaje Susana se salva, entre otras cosas, porque alcanza a negar una tradición literaria: los escarceos sexuales narrados desde la óptica viril. El desenfado y la tolerancia femeninos, no feministas ni femichistas, utilizados para narrar lo que sucede entre sábanas, son absolutamente insólitos en nuestra literatura. Esto es, sin duda, tema para otras novelas. Lo que importa ahora es resaltar que las presumibles hazañas de alcoba -ejecutadas y narradas por los varones o, por lo menos, desde una conciencia que obedece a lo que ellos anhelan- a lo mejor no son tan presumibles, o no lo son en un alto porcentaje.

Habría que releer la literatura erótica -despojados de prejuicios morales, religiosos, sexuales y hasta políticos- buscando, entre líneas, las proezas sensuales de las mujeres.

O qué: conseguir, finalmente, una buena erección en un mal amante, ¿no puede considerarse una proeza?



FICHERO

Ensayo (bibliográfico)

Los becarios del Centro Mexicano de escritores (1952-1997), Martha Domínguez Cuevas, Editorial Aldus/Editorial Cabos Sueltos, México, 1999, 430 pp.

Ensayo (histórico)

La vida indígena en Chenaló. Ensayo descriptivo, Eliseo Narváez Palacios, prólogo de Jan de Vos, Asociación Bajacalifornianos Residentes en el D.F., A.C./Universidad Autónoma de Baja California, México, 1999, 197 pp.

Ensayo (literario)

Todo está lleno de dioses. El estilo griego III, Giórgos Seféris, trad. de Selma Ancira, Col. Lengua y estudios literarios, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 229 pp.

En el ``Heraldo de Madrid'', Pedro Garfias, Secretaría de Cultura de Jalisco, México, 1999, 85 pp.

Acercamientos a Carmen Boullosa, Actas del Simposio ``Conjugarse en infinitivo'', Barbara Dršscher, Carlos Rincón (eds.), Edition Tranía-Verlag Walter Frey, Berlín, Alemania, 1999, 275 pp.

Haciendo camino: pactos de la escritura en la obra de Jorge Luis Borges, Adriana J. Bergero, Col. Biblioteca de Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1999, 685 pp.

La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético, Graciela Montes, Col. Espacios para la lectura, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 116 pp.

Ensayo (político)

Diez años de luchas magisteriales (1979-1989), Gerardo Peláez Ramos, Ediciones del STUNAM, México 1999, 189 pp.

Ensayo (sociológico)

Una idea de las ciencias sociales. Inicios en las Ciencias Sociales, Fernando Escalante Gonzalbo, Ed. Paidós, México, 1999, 204 pp.

Entrevistas

Los inolvidables, Carlos Landeros, Editorial Diana, México, 1999, 529 pp.

Todo México, Elena Poniatowska, Tomo IV, Diana, México, 1998, 273 pp.

Narrativa

Treinta años, Carmen Boullosa, Ed. Alfaguara, México, 1999, 260 pp.

Molloy, Samuel Beckett, Col. Palabra en el tiempo, Editorial Lumen, Barcelona, España, 1999, 227 pp.

Jardín errante, Alberto Vital, Siglo Veintiuno Editores, México, 1998, 384 pp.

El mundo iluminado, Angeles Mastretta, Col. Relatos y ensayos, Ed. Cal y Arena, México, 1999, 200 pp.

Baudelaire y el artista de la vida moderna, Félix de Azua, Col. Argumentos,

Ed. Anagrama, Barcelona, España, 1999, 169 pp.

El doctor Jekyll y el señor Hyde, Robert Louis Stevenson, prólogo y trad. Marcos Mayer, Col. Biblioteca Clásica y Contemporánea, Losada/Océano, México, 1999, 105 pp.