* Jorge F. Hernández, autor de la novela La emperatriz de Lavapiés


Es inconcebible que Cervantes le devolviera la razón a Don Quijote

* Ojalá tenga tiempo para rendir homenaje a Stevenson, Orwell, Poe y Conan Doyle, dice

César Güemes * Hasta los 21 años había participado en 17 novilladas con sonados fracasos, antes practicó en Estados Unidos el futbol americano, luego se hizo historiador, enseguida prosista, resguardó su segundo nombre, Fabricio, bajo una discreta F y se puso a trabajar ocho años, a mano, sobre la historia de lo que sería a dos tintas una de las novelas finalistas del premio Alfaguara: La emperatriz de Lavapiés. Jorge F. Hernández partirá en breve una virtual plaza para presentar su obra, un homenaje múltiple con punto de fuga en la memoria.

Ser un amasijo de confusiones

ųNaces en México, vives en Alemania y Estados Unidos, pero te reconoces guanajuatense. Eso debió de influir en la obra.

ųDe manera capital. Vivo o soy un amasijo de confusiones. Mi primer idioma fue el inglés, mis primeras palabras escritas fueron en alemán, pero mi referente inicial al pretérito fue México, sin vivir aquí. La primera novela que hice, inédita, está en inglés. Entonces, había varias confusiones que con la edad se fueron acentuando en otros ámbitos. Es decir, soy aprendiz de historiador y de novelista. A su vez hay una mezcolanza entre las dos maneras de escribir, porque como historiador tengo que probar las cosas que digo, un poco lo que hacen los reporteros. En cambio, como novelista no tengo que justificar nada. Si a los 25 años como historiador no podía decir que Malinche levitaba y que por eso encandiló a Cortés, como novelista la imagen es padrísima.

''Cuando me fui a España a hacer el doctorado que ahora termino, hace 12 años, nació la novela: me di cuenta que yo quería dejar constancia escrita de esa historia. Es algo natural en mí, desde niño dejo por escrito todo, hasta las travesuras y las mentiras. El caso es que me fui a España y digamos que puse en un jarrito todas las confusiones a las que yo quería rendir homenaje. La novela en ese sentido es un homenaje al exilio español en México, a Madrid, a los libros de los que habla el personaje y a la fiesta de los toros. Resulta que cuando llegué de Estados Unidos, una manera de aprender rápidamente el español y de quitarme el acento pocho fue meterme en Guanajuato al mundo taurino. Para mi fortuna no me dediqué al toreo y por eso ahora estoy aquí conversando de literatura y puedo comer lo que se me dé la gana sin preocuparme por si me queda bien el traje de luces o no.

''Todo eso estaba muy mezclado al principio. La novela al inicio era la de un joven mexicano que se va a estudiar un doctorado en historia a Madrid, que se enamora de una mujer de cabello negro y ojos azules, que vive en Lavapiés y por las noches se convierte en una anciana. Entonces me dije: espérate, eso está mal porque hernandez-jorge eres tú y tu vida no es una novela. Después de 10 años pensé en la historia de un mexicano que a los 60 de su vida decide conocer España. En el 95 me di cuenta que el personaje había nacido allá, se viene a México y regresa: él sí es capaz de vivir todas las confusiones que yo mismo tengo y que no requieren ser citadas sino inventadas."

ųCuenta cómo haces para no mezclar las influencias de lectura del personaje, si las propias son alemanas, inglesas y de habla castellana.

ųMe dediqué a construirlo sólo a partir de autores de habla hispana. Comencé a leer de niño, es cierto, en inglés. Ojalá y tenga tiempo para hacerles un homenaje a Stevenson, Orwell, Poe, Conan Doyle y a todos los que me enseñaron a hablar inglés mejor que muchos de los maestros gringos con los que estudiaba. Esto tiene también una historia detrás: cuando llegué a México me dio por comprar y robar libros en español.

Padecer orfandades

ųƑDe dónde eras cliente?

ųDe El Juglar, y me puedo jactar de haber sustraído muy buenos ejemplares de la Gandhi, algo que de un tiempo para acá es casi imposible. Estoy hablando de una época en que no había detectores, sino que tenían a un cuate que golpeaba. Era un güey que estaba todo el día ahí, un guarura. Ya lo conocíamos. A veces yo también fallé en el intento, así que pagué el importe de los libros que iba a tomar y los regresé.

ųƑRecuerdas a los autores de los libros que tomaste?

ųSí, Borges e Ibargüengoitia. Ahí comiezan las confusiones. Recuerdo que empecé a leer a Borges tomándolo tan en serio que pensé que era filosofía. Me lo creí todo. Pero hubo amigos que me explicaron que no era verdad, que Borges no era Kant. Bueno, eso combinado con la lectura de Ibargüengoitia era como hablar con un tío. Por un lado estaba con un maestro y por el otro con mis parientes de Guanajuato. Ahí están todos. De hecho, algunos personajes de Susana y los jóvenes fueron inspirados por parientes míos; Jorge Ibargüengoitia es coetáneo de mi papá, se conocieron allá y se frecuentaron aquí. Entonces, se va armando una arquitectura en la cual descubrí antes de la mayoría de edad varias cosas: una, que El Santo era faramalla; dos, que los toros te podían matar, y tres, que Cervantes era de veras uno de los grandes.

ųƑNo lo sabías?

ųNo. Sabía lo que todos dicen de él, pero nada más. Entonces me senté con un libro suyo que abrí en la página uno y me propuse agotarlo absolutamente. Todo mundo sabe que Alonso Quijano se volvió loco, que peleó contra molinos, que su bróder es Sancho y que su caballo es Rocinante. Pero de ahí a que la gente se haya sentado a leerlo, hay una diferencia abismal. Releo el Quijote cada año, con excepción del final, porque es inconcebible que a Cervantes se le haya ocurrido que el Quijote recupere la razón, eso es una mentada de madre. Por eso se muere, no padece ni de la próstata ni tiene leucemia. Falleció porque su autor lo hizo cuerdo de nuevo. En el caso de mi novela el personaje no recupera la razón, para su fortuna.

ųUn hecho muy significativo del personaje central es que se trata de un solitario que ha roto, de manera pulcra, con las amarras que se generan a lo largo de una vida. ƑEso tiene que ver contigo como autor?

ųHay mucho de Pedro Torres Hinojosa en mí y viceversa. Evidentemente los recorridos por Madrid son míos, y la vida en España en soledad es mi biografía. Ojalá esta novela se venda mucho en España y no pase más hambres allá. Espero no tener que dormir donde me ha tocado en Madrid, porque aquí vivo como rey, pero allá las he pasado mal. He padecido las orfandades, y no lo digo como sufrido, sino porque me gustó. Es decir, probé un dulce medio amargo que fue muy de mi agrado. Claro, es algo muy fuerte dormir en un catre y ser consciente de que eres la única persona en el mundo que sabe dónde estás.

Mirarse en el espejo de Carmen

ųVivir así genera una sensación de libertad completa.

ųEso, era como una epifanía. Si a mi novia le hubieran preguntado por mí, habría dicho que andaba en España. ƑDónde? En Madrid. ƑPero en dónde con certeza? Quién sabe, porque yo llamaba para acá de una cabina pública. Entonces, Torres Hinojosa fue una especie de héroe en ese sentido, desde su vida en México, la de un niño de la guerra que no fue adoptado por ninguna familia. Luego, como adulto tiene su afición por los toros, por la música de Agustín Lara y cierto periodo de Acerina. Pero es un tipo solitario. Es más, no tiene filiaciones con la televisión sino con la radio. De esas personas está lleno México, seres que tienen sus costumbres, sus métodos, sus soledades y las viven a tope.

ųLo mismo que pasa en Madrid.

ųO en Singapur. O lo que les ocurrió a los japoneses estos que hace unos años todavía pensaban que estaban en guerra, parapetados en una isla hasta que llegó la CNN y les contó que la guerra se había acabado hacía 30 años con un bombazo.

ųLa contraparte a todo esto puede ser Carmen, el personaje en cuya búsqueda parte Pedro Torres.

ųRespondo al estilo de Plaza Sésamo: yo estoy lleno de confusiones y las acepto. Traté de curarlas como historiador estudiando la Conquista desde hace 15 años. Don Pedro tiene sus propias confusiones, cuando está en Madrid no sabe si de veras dejó México, tiene broncas con el horario y los colores, además de decir muchas mentiras. Escribí esta novela a mano, a dos tintas, en color negro lo que yo digo y en tinta morada lo que él cuenta. Bien, Carmen es el espejo de esas confusiones, no sé si verídico o idealizado. Hasta ahora las personas que han hecho favor de leer el libro, como algunas tías que no tienen nada qué hacer y que se lo han echado tres veces, piensan que Carmen es real y otras dicen que no, que es un invento de Pedro Torres.

ųƑTambién ella pasó por ese proceso de irse conformando, solidificándose?

ųSí, porque en un principio descaradamente pensé que no fuera una persona con nombre, sino una idealización de la memoria, un romance que pasó. No me ha tocado vivirlo y no he entrevistado a suficientes personas de 70 años, pero he tenido oportunidad de escuchar historias muy interesantes. No falta un tío que de repente se acuerda de una chava que le dio un beso en la boca, en 1932, y que iba con él en la escuela. Alguien con quien no mantuvo más relación que ésa. Siempre me ha intrigado, desde niño, saber por qué nunca buscó mi tío a esa muchacha del beso en la escuela o cómo se acuerda de ella si lleva 40 años casado con mi tía. Pero cuando mi tía sale de la cocina y me cuenta que una vez, durante un día de campo, conoció a un caporal idéntico a Jorge Negrete y que le dio un beso de película, entonces entiendo ese proceso de la memoria. Algo de eso tiene Carmen para mi personaje: le marcó la vida justo el día en que Manolete inauguró la Plaza México. Eso es capaz de obsesionar a un varón al grado de que logra perder la razón dosificadamente y se inventa la película de que ella se fue a España. Un poco como los locos, yo soy uno de ellos, que creen que las canciones nos hablan directamente a nosotros. Don Pedro cree que Agustín Lara le está dando la clave de su vida.

ųFinalmente, es la novela de la recuperación de la memoria, lo que eso sea.

ųY viene de que mi madre la perdió por un padecimiento y a mí me dieron álbumes de fotos, cintas en súper 8 y libros sobre México que me permitieron ayudarle, a ella, a reconstruir su pasado. Tanto que después de un tiempo decidió regresar a México. Ahí comenzó todo.

(La emperatriz de Lavapiés se presentará el jueves 8, a las 19:30 horas, en El Taquito ųHolbein 213ų, con los comentarios de Ignacio Solares, Pablo Carrillo y José Cueli.)