La Jornada martes 6 de julio de 1999

PAISAJE DESPUES DE LOS COMICIOS

SOL Las elecciones locales efectuadas este domingo en el estado de México y Nayarit, así como los comicios vecinales realizados ese mismo día en el Distrito Federal, constituyeron un punto de referencia para medir los avances y los rezagos en materia de democratización, y arrojan datos fundamentales para la ciudadanía y para los partido políticos, de cara a las elecciones generales del año entrante.

Saldos positivos que deben subrayarse son la agilidad en el conteo de los votos de los organismos electorales, así como la creciente confiabilidad de las encuestas. Hace unos pocos años resultaba quimérico esperar tendencias confiables, y mucho menos resultados, en la noche misma de la jornada electoral. Hasta la década pasada, los sondeos de opinión, las mediciones de preferencias electorales y las encuestas a boca de urna parecían, en el contexto nacional, ejercicios casi esotéricos a los cuales se otorgaba escasa credibilidad, debido ųen parteų a que la mayoría de tales mecanismos resultaban discordantes, por amplio margen, con los resultados oficiales. La credibilidad de los instrumentos demoscópicos se ha ensanchado, en tanto que el margen entre éstos y las cifras reales se han reducido. Todo ello habla de avances reales y tangibles en materia de procedimientos electorales, de la conformación de electorados consistentes y de una mayor percepción de libertad que permite expresar libremente las opciones políticas de la ciudadanía.

En contraste, los comicios del domingo exhibieron la persistencia de prácticas indignantes e inaceptables de distorsión de la voluntad ciudadana. Tales prácticas estuvieron presentes, con particular vigor, en la elección del estado de México, en donde la maquinaria oficial se volcó, sin pudor alguno, a hacer proselitismo directo e indirecto en favor del candidato priísta triunfante, Arturo Montiel, cuyo equipo de campaña carga con la mayor cantidad de acusaciones por acciones ilícitas o indebidas, como la compra de sufragios, la intimidación de votantes, el ejercicio de gastos de campaña sospechosamente abultados, y la propaganda oficialista solapada que realizaron diversos medios en el día mismo de los comicios. Ante tal panorama, las autoridades electorales estatales están en la obligación de investigar y resolver a fondo todos los señalamientos ųalgunos de los cuales corresponden al PAN y al PRDų antes de que pueda proclamarse la legitimidad de los resultados oficiales de la elección mexiquense.

Aunque en menor medida, en Nayarit también tuvieron lugar denuncias sobre irregularidades por el candidato oficial, Lucas Vallarta, el cual perdió ante el aspirante Antonio Echevarría, postulado por la coalición opositora PAN-PRD-PT-PRS.

Otro dato desalentador de la jornada del domingo fue la escasa participación de la población, la cual, tanto en Nayarit como en el Edomex y el DF, acudió al llamado a las urnas en proporción menor a 50 por ciento.

El caso más lamentable de la floja asistencia de votantes fue la elección vecinal realizada en la capital de la República, la cual pasó prácticamente inadvertida: sólo uno de cada diez empadronados acudió a sufragar para la conformación de su respectivo comité vecinal. En este deplorable resultado cívico confluyen factores diversos, como la ausencia de los partidos políticos del proceso, la falta de experiencia del recién conformado Instituto Electoral del Distrito Federal, la carencia de conocimiento y difusión de la ley respectiva, la falta de recursos, el escaso interés del gobierno capitalino ante el proceso, e incluso el mal clima que imperó durante la jornada. Con todo, la apatía capitalina para conformar sus instancias de representación ciudadana contrasta con el ambiente de movilización, politización y entusiasmo participativo que vivió la ciudad hace apenas dos años, cuando resultó electo el actual gobierno urbano. Cabe esperar que éste saque las conclusiones pertinentes del retroceso referido.

Los resultados de Nayarit y el Edomex, aunque opuestos, parecen apuntar a un mismo corolario: la posibilidad de que la confluencia de esfuerzos panistas y perredistas se traduzca en victorias electorales. Para el PRI, Nayarit es la confirmación de que los candidatos impuestos por dedazo llevan a ese partido ųcomo ocurrió en Tlaxcala, Zacatecas, Baja California Sur y otras entidadesų a posteriores derrotas electorales. Finalmente, para el partido del sol azteca la elección mexiquense constituye un evidente foco rojo, toda vez que su votación en esa entidad cayó de 33 por ciento, en 1997, a cerca de 20 por ciento, lo que lo desplazó del segundo a un lejano tercer sitio, muy por debajo del PRI y del PAN.