Pedro Miguel
En busca de trabajo

El arquetipo dice que la mexicana y las centroamericanas son tierras de holgazanes en las que la gente se espina la espalda por estar recargada en el nopal o se deja picar por una culebra con tal de seguir tumbada en la hamaca con la mano abierta, esperando que los mangos caigan del árbol; según lugares comunes en los que hasta nosotros tendemos a creer ųo en cuya invención hemos colaboradoų, somos el opuesto de los alemanes trabajadores y los gringos industriosos.

Puede pensarse que a los mexicanos que se calcinan en los desiertos de la frontera norte no les tocó nopal para recargarse; que los centroamericanos que se maceran en las aguas agitadas del Pacífico, frente a las costas chiapanecas y oaxaqueñas, no tuvieron árbol de mangos al cual acudir, y que, a falta de flora vernácula que les ayude a echar la hueva, unos y otros pensaron en la alternativa de holgazanear bajo la sombra de la torre de Sears, en Chicago. De ser así, sus muertes resultarían menos dolorosas. Serían un caso parecido al de los respetables héroes por voluntad propia que se rompen la crisma al saltar en paracaídas, al trepar el Everest o al cruzar el Atlántico con unas alas de Icaro, movidos por el simple afán de figurar en el libro Guiness.

Por desgracia, la realidad parece indicarnos que los centroamericanos que cruzan el Suchiate y los mexicanos que pasan el Bravo se mueren por trabajar. Literalmente.

Cuando Carlos Salinas de Gortari negociaba el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, uno de sus argumentos favoritos ante la clase política de allá era que, mediante ese acuerdo, México exportaría productos en vez de mano de obra. Ahora que el TLC ya está firmado y en vigor, en esta parte del mundo el tránsito de mercancías genera ganancias cada vez mayores, pero los desplazamientos masivos de personas no sólo no se han detenido, sino que van en aumento y producen cadáveres, también en cantidad creciente. La búsqueda laboral que culmina en misa de cuerpo presente ųcuando el cuerpo respectivo puede ser rescatado del desierto, del río o del marų cobra importancia como causa de mortalidad en la región, por más que ninguno de los países involucrados haya abierto el rubro correspondiente en sus estadísticas oficiales, al lado del sida, el tabaquismo, los males cardiacos y los accidentes de tránsito.

Pero si esa consideración nos incomoda, tal vez sea más propositivo olvidarla y pensar que, a falta de nopales y de árboles de mango, estos muertos holgazanes disponen, al menos, de ríos, desiertos y océanos para descansar en paz.

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