Jean Meyer
Las cañadas(grandes)

A principios de los 70, en tiempos de Luis Echeverría, a alguien se le ocurrió la brillante idea de desviar el crecimiento demográfico de los Altos de Chiapas (y de otras partes de la república) hacia la selva Lacandona, hacia las Cañadas, con el resultado comprobado 20 años después de desastre tanto social como ecológico. Brasil ha hecho y sigue haciendo lo mismo, transformando sus Amazonas en unas gigantescas Cañadas. De vez en cuando una catástrofe ecológica, como el enorme incendio del Roraima -a fines de marzo de 1998-, viene a recordar al mundo que su ``pulmón'' se está acabando.

Casi en la misma fecha, México y Brasil lanzaron su programa de ocupación del ``desierto verde'', política de ``roza, tumba y quema'', o sea, una deforestación brutal en provecho de las compañías madereras, seguida por la instalación precaria de campesinos pobres y, después de dos o tres magras cosechas que agotan la tierra, la propagación de pastizales buenos sólo para la ganadería extensiva.

En México, el Ejército no parece haber tenido ninguna responsabilidad en la elaboración y realización del proyecto de abrir una ``frontera agrícola'' para evitar un reparto agrario o una política económica inventiva en las zonas densamente pobladas. Fue idea del gobierno civil, criticada en su tiempo por unos pocos lúcidos. En Brasil, bajo la dictadura militar, fue un proyecto grandioso del Ejército que, de hecho, tomó bajo su tutela los cinco millones de kilómetros cuadrados de la Amazonia. En ambos casos estamos hablando de territorios selváticos, casi despoblados y fronterizos, un tiempo afectados por la bonanza del chicle.

El resultado está a la vista. ¿Qué queda de la selva Lacandona y de las dizque reservas ecológicas chiapanecas? En Brasil, el desastre es el mismo, a escala brasileña mayúscula y continental. El presidente Henrique Cardoso cuenta con las fuerzas armadas para ``vivificar la zona fronteriza del país''. En el marco del Primer Plan de Defensa Nacional, las unidades concentradas tradicionalmente frente a Argentina, Uruguay y Paraguay son progresivamente trasladadas hacia la Amazonia, la ``nueva frontera''. En México, por razones muy diferentes, una buena parte del Ejército ha sido situada en Chiapas.

Parece que la historia no enseña nada. ¿Qué nadie se acuerda del desastre de la autopista transamazónica? Y de las ``agrociudades'', colonias agrícolas implantadas a lo largo de su trayecto? ¿Y de la casi destrucción de las tribus indígenas cazadoras recolectoras? Los colonos venidos del nordeste cayeron en una miseria sin salida, nada diferente de la que huían. En lugar de la sequía, sufren la inundación. La autopista nunca se terminó y las ``agrociudades'' están en ruinas, pero se abrió una nueva obra gigante, la carretera BR-364, financiada por el Banco Mundial, el cual ahora lamenta la destrucción definitiva del bosque a lo largo de la víaÉ Otro fracaso agrícola: los colonos ya se fueron y en su lugar pasta el ganado y crece un nuevo latifundio.

La comunidad internacional ha sido conmovida en el caso de Chiapas por la dimensión indígena del asunto, mientras que se acuerda de la Amazonia como del ``pulmón del planeta''. Por lo pronto, dos ejércitos siguen en lo que queda de selva.