Astillero Ť Julio Hernández López
Movidos por la desesperación, Porfirio Muñoz Ledo y Roberto Madrazo se habrían reunido para buscar la conformación de un frente común que les genere opciones políticas en caso de que fracasen sus pretensiones de ser candidatos presidenciales.
La insólita exploración de caminos alternos se estaría dando en el marco de una polarización acelerada de sus ámbitos partidistas actuales. Muñoz Ledo considera que es ínfimo el tramo que le queda por recorrer en el PRD y está buscando a toda costa el posicionamiento que le permita emigrar hacia otros espacios. Madrazo, a su vez, tiene una clara percepción del endurecimiento presidencial en su contra, del cual las declaraciones recientes de Francisco Labastida Ochoa sólo serían tibios reflejos.
Ambos personajes, el gobernador tabasqueño con licencia y el diputado federal todavía perredista, mantienen una abierta batalla contra fuerzas que amenazan con avasallarlos. El priísta sabe que va contra el aparato de un sistema que con dinero, con mañas, y de ser necesario hasta con la violencia directa, tratará de frenarlo; Muñoz Ledo, por su parte, sabe que, contra su oratoria desatada y sus destellos de inteligencia, existe una aplastante voluntad mayoritaria de militantes y dirigentes del sol azteca en favor de Cuauhtémoc Cárdenas.
Por ello, los dos políticos buscan opciones. En la primera reunión del caso, realizada en el Distrito Federal, además de los dos personajes centrales también participaron, según las versiones conocidas, Ifigenia Martínez y Layda Sansores.
Todos contra todos
Francisco Labastida Ochoa y Roberto Madrazo están enzarzados en un pleito en el que se busca demostrar cuál de los dos ha abusado más de su cargo y cuál ha utilizado más recursos públicos en su promoción personal.
Nada tranquilizante puede deducirse de ese tono de enfrentamiento abierto entre los representantes de las dos fuerzas que hoy buscan la hegemonía: el zedillismo y el salinismo.
Todos los mexicanos deberían encender veladoras para pedir que estos tempranos enfrentamientos no avancen hasta llegar a niveles más graves.
Y ahora, ¿quién paga los platos rotos?
El rector Barnés, por su parte, parece haberle sacado las uñas a los mismos tecnócratas neoliberales que lo empujaron a su fallida expedición pro aumento de cuotas.
No le corresponde a él tomar la decisión de usar la fuerza pública para hacer a un lado a los paristas de la UNAM, ha dicho el rector Barnés, y así ha devuelto la pelota al terreno desde el cual le habían dicho que nada malo pasaría y que todo podría ser controlado.
Los mismos genios que recortan programas de asistencia social, y que aprietan el bolsillo de los mexicanos para beneficiar a los supermillonarios y sus empresas, son los que impulsaron a Barnés a su desastrosa aventura. Pero, ¿lo salvarán ahora, tomando la decisión final y asumiendo los costos políticos y sociales? ¿O lo dejarán colgado, cargando la responsabilidad histórica?
Alegre repartición de lodo (a causa de sustancias menos oscuras)
Y algunos senadores disputándose las marcas infamantes de la narcopolítica.
Los panistas acusando a los priístas, y éstos a aquéllos. Todo debido a las maniobras del tricolor con las que pretende escabullir la culpabilidad que le corresponde por haberse negado a aprobar las propuestas de reforma electoral que al Senado le habían enviado desde San Lázaro.
Los estrategas del priísmo creyeron toparse con la gran idea cuando pretendieron envolver en legalismos procesales su anunciada determinación facciosa de no abrir más posibilidades democráticas a los mexicanos.
Parapetados en verborrea legaloide, en tecnicismos y malabares jurídicos, creen posible engañar a los mexicanos y endilgar a los opositores una decisión que ellos, los del tricolor, tomaron, anunciaron y ejecutaron.
Pero, de los alegatos sobre la reforma electoral, los ánimos encendidos pasaron ayer en Xicoténcatl al señalamiento de los vínculos oscuros de las partes panista y priísta. Emilio Goicoechea Luna, sinaloense, aseguró inclusive que de los cuatro precandidatos priístas tres tenían implicaciones con el narcotráfico (ya lo había dicho antes esta columna siempre oportuna y bien informada: Roque es el bueno). Los priístas a su vez recordaron implicaciones de familiares de gobernantes panistas en el negocio de las drogas.
Camina como pato, parece pato, ¿estará militarizada?
Don Gabriel Regino recordó ayer a este columnista un comentario anteriormente enviado también por correo electrónico en el que adelantaba sus suposiciones respecto al carácter que tendría la nueva corporación policiaca que había anunciado el gobierno federal. Con toda razón, ayer escribió el señor Regino: ``No podrá negar que en su momento le avisé con toda oportunidad. ¿Ve cómo la Policía Federal Preventiva será un instrumento de control político? Y ahora con militares''.
Ciertamente, el talante de la citada policía no presagia nada bueno para la sociedad civil, pues pretende suplantar la lógica de la acción policiaca con la lógica militar, y abre, efectivamente, una preocupante variable de control político y represión justo rumbo a las difíciles elecciones del 2000.
Por otra parte, resulta doloroso ver cómo en la cúpula del poder siguen considerando como menores de edad a los ciudadanos, y se les trata de convencer con palabrería que raya en el cinismo: ha dicho Diódoro Carrasco, secretario de Gobernación, que no es propósito del gobierno militarizar la mencionada policía, y ha puesto todo el énfasis que le es posible en desacreditar tal versión.
Pero resulta, a contrapelo de las declaraciones del secretario Carrasco, que la mitad de la Policía Federal Preventiva será de origen castrense. Ni más ni menos que 4 mil 899 elementos de la policía militar, con mil 862 armas de asalto, 352 vehículos Hummer y 99 perros bien adiestrados, son la aportación verde olivo para constituir la nueva agrupación, en la que confluirán policías de migración, fiscales y federales de caminos.
Tiene razón don Gabriel Regino: todo está avisado con la debida oportunidad, a menos que prefiramos creer las palabras del secretario Carrasco.
Astillas: Tienen razón los panistas: no han claudicado en el asunto de Banca Unión y las implicaciones de Carlos Cabal Peniche en el financiamiento de las campañas electorales priístas de 1994. Ya anunciaron que irán, con toda propiedad y como aconseja la decencia, a presentar una queja a alguna oficina de Los Pinos, y a esperar, con las manos cruzadas, a que les contesten algo. En caso de que se cometiese la descortesía de no dar respuesta a la perfumada carta que manden los chicos del blanquiazul, entonces pasarían a plantear un recurso de controversia y a protestar con más energía. ¿Cuál claudicación?É Después del niño ahogado: ha declarado con toda solemnidad el presidente nacional del PRI que ya deben cesar los ataques que sin razón le hacen a su partido por la forma de financiamiento que utilizó en la campaña de 1994 (Banco Unión, Cabal Peniche, De Prevoisin, pase de charola, etcÉ). Sin embargo, sus propias consideraciones parecerían abundar sobre el tema y dar la razón a los que dice que hablan sin razón. Dijo Pepe Toño que ``el debate sobre el origen de recursos pasados nos afectó, y no está bien que haya excesos'', y que ``no está bien que el PRI recoja aportaciones muy altas de pocos'', por lo que buscará que ahora ``se recoja mucho de muchos y no mucho de pocos''. ¿Se necesitan ``ataques sin razón'' o con lo dicho por el jefe priísta es suficiente?
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