Hace unas semanas se publicó información acerca de la riqueza de los empresarios más destacados del país, la que resultó insultante para ciertos círculos de la población. Por otro lado, como continuación del debate entre las visiones de derecha y centro-izquierda, se planteó la búsqueda de los ``culpables'' de la situación de pobreza que afecta a parte significativa de la población, y de la distribución extremadamente concentrada del ingreso de la región. Según la primera, estas características de nuestros países son la consecuencia de la intervención del Estado en la economía y del ``populismo''. De aquí se desprende que eliminado éste, la pobreza tenderá a disminuir y la distribución del ingreso a mejorar.
Con respecto a este problema, en la ciencia económica existen dos planteamientos fundamentales. Uno sostiene que las primeras fases del proceso de industrialización van acompañadas de la polarización de ingresos a favor de los empresarios, dado que el sector moderno de la economía surge en condiciones de una oferta de trabajo muy abundante, lo que mantiene reducidos los salarios en un contexto en que dominan las actividades tradicionales de baja productividad y que condenan a la población que labora en ellas, a un nivel de vida modesto. Por lo tanto, esta fase concentradora no es responsabilidad de la gestión estatal en la economía, sino que tiene su causa última en las transformaciones de la economía, que son inherentes a la industrialización. No obstante, con el transcurso del tiempo, el sector moderno de la economía se va expandiendo y desplazando las actividades tradicionales con lo que, en último término, prácticamente toda la población laborará en el sector de elevada productividad y la distribución del ingreso tenderá a tornarse cada vez más equitativa, proceso que, a su vez, es facilitado por la intervención del Estado, orientada específicamente en este sentido. Diversas investigaciones empíricas han establecido que los países actualmente desarrollados pasaron por estas fases, por lo que extrapolando este comportamiento a las economías menos desarrolladas, se podría entender que la característica de polarización extrema en cuanto a ingresos, que caracteriza a nuestros países, es una situación transitoria que se irá superando en la medida que se vayan desarrollando.
Entre los economistas existe un consenso amplio, pero no unánime de que el mercado tiende de manera espontánea a ir generando desigualdades, lo que hace necesaria la intervención estatal en la economía con el propósito de evitar la acentuación de las disparidades. Esta fue una de las ideas rectoras de la política económica del cuarto de siglo posterior al término de la Segunda Guerra Mundial, que sigue manteniendo considerable fuerza en Europa.
El estudio de las tendencias de la distribución del ingreso en nuestros países muestra que, efectivamente, el nacimiento de la industrialización fue acompañado de la polarización. Los casos más notables son Brasil y México. Sin embargo, lo que parece ser característico de nuestros países es que ``congelan'' la inequidad. Algunas economías de la región son potencias industriales de nivel medio, pero no se advierte ninguna tendencia que conduzca a ir atenuando la concentración en la distribución del ingreso. Por lo tanto, existe en este aspecto una especificidad latinoamericana que requiere ser estudiada en profundidad.
De otra parte, la investigación empírica reciente es contundente en mostrar que las transformaciones económicas de los últimos veinte años han reforzado la dispersión de ingresos en todo el mundo. En Estados Unidos, a partir de la administración Reagan se ha registrado una tendencia muy marcada hacia la polarización de ingresos, la que en Europa ha sido frenado por la regulación estatal. En nuestra región ha ocurrido lo mismo. Argentina y, en menor grado, Chile, eran de los países que mostraban la menor polarización en cuanto a ingresos, y como resultado de las transformaciones económicas, su distribución de ingresos ha adquirido rasgos típicamente latinoamericanos.