Estampas londinenses


Camden Town: tianguis, ropa de cuero, rock y Chiapas

Londres, 8 de julio n En Camden Town algunos jóvenes haraganean los domingos. Cerca del underground unas calles son tomadas como tianguis. Alrededor de un solitario puesto de frutas crecen pilas de ropa de cuero, sombreros y zapatos a la moda, camisetas. Lo marginal es caro en Londres (quizá lo es ya en todas las ciudades). Basura, rock pesado y reggae a todo volumen. Establecimientos de piercing y discos usados. Olor a mariguana y un aire cargado de agresividad. Obstinados, algunos ven pasar la tarde junto a la puerta del Underworld, el antro del barrio, aunque hoy está cerrado. Se diría una típica escena de juventud londinense, según la hemos imaginado durante años, si no se pareciera tanto a las congregaciones de jóvenes en cualquier ciudad grande del mundo.

En este espacio conscientemente elegido para ser (o parecer) un outcast, los verdaderos excluidos encuentran su lugar como mariposas atraídas por la luz: locos, vagabundos y mendigos. Apenas dos cuadras después la calle está casi desierta, a excepción de una familia que habla en un idioma que no entiendo. Muy cerca descansa un solitario barrio residencial que cierra su elipse en Oval Road.

ƑCuál es la moda? Es difícil decirlo. Hay muchos vestidos de negro, aunque no precisamente dark ni góticos. Algunos punks. Pelos de colores, aretes en todas partes, moda retro que cubre el espectro de los sesenta a los ochenta, cabezas rapadas y cabellos largos, mods y vampiresas. Un punk con una chamarra negra que dice "fuck off" bajo una reproducción de la Union Jack. Es tan perfecta la mímesis de todas las modas que tan bien han florecido en Inglaterra durante la última mitad del siglo que ya no sabe uno en qué año vive.

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Esta noche no fue muy emocionante en The Garage, conocido club del norte de Londres. Tocan bandas poco conocidas. Deben ser distintas entre sí, porque al público no lo identifica ningún look. Van vestidos casualmente: no es esta la noche en que vayan a encarnar a personaje alguno. Un joven flaquito, con grandes anteojos y deslavada gabardina, intenta en vano (tampoco se esfuerza mucho) vender unos fanzines que a nadie le interesan. Se consuela fácil, charlando y con una cerveza.

"Panamerican" consiste en un muchacho tras un sintetizador. Tras una hora de s opor empieza a crear atmósferas de adormilada belleza que nos van envolviendo en una especie de ensueño. Escuchamos en silencio, cada quien con la mirada vuelta hacia dentro. Sigue una banda desconocida: una rubia en la batería, los varones en bajo, guitarra y teclados. Se ahorran la voz. Su música es una amalgama de todo: psicodelia, tecno, frialdad cerebral y pasión rocanrolera, sonido deliberadamente sucio, mucho experimento entre melodías facilonas. Quién sabe cómo terminar definiéndose su estilo. Pero, eso sí, suenan duro.

De regreso a casa, una cantante con su guitarra en el underground. Los túneles siempre están animados por estos músicos, no faltos de inspiración.

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El 23 de abril, el grupo Raya (artes visuales, DJ, en fin: lo que llamamos "interdisciplinario") celebró el Día Internacional del Trabajo con una pequeña fiesta en el bar del Instituto de Artes Contemporáneas (a un paso de Buckingham), bautizada como "Viva Zapata, Viva Raya". El dinero recaudado se hará llegar a las comunidades de base zapatista a través de Enlace Civil, en San Cristóbal de las Casas.

Hay música fuerte y, en los muros, videos y las diapositivas de Ernesto Ríos, joven pintor de Cuernavaca que lleva algunos meses en Londres. ƑQué se celebra? A decir de los miembros de Raya, "la revolución, el amor, la vida cotidiana".

Como sucede muchas veces, hay más buenas intenciones que información. Un DJ se llama a sí mismo Ubcommandante (sic), pero no parece que los asistentes sepan gran cosa sobre el conflicto chiapaneco. Les, un activista de derechos humanos que pasa de los cuarenta y se ve cansado, trata de explicar algunas cosas: algunos escuchan y hasta aplauden; otros no dejan de hablar. ƑAsí se hace la revolución?

Cosas del nuevo lenguaje. De alguna forma llega a Londres el eco zapatista (no demasiado distinta a como llega a buena parte de la sociedad en México), pero es inocultable el desencanto de Les, como profeta en el desierto de la música obsesiva. Me pregunto de dónde brotará la fortaleza para una verdadera resistencia, entre tanto hedonismo abrazado a su pereza intelectual.

Y, claro, no hay respuestas. Sólo, allá afuera, Trafalgar Square, iluminada, alegre y muda.

(Adriana Díaz Enciso)