Perfil académico del Conacyt

Juan Carlos Miranda Arroyo

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología publica un directorio de funcionarios en su página de Internet, en el cual se muestra, entre otros datos, el cargo directivo que cada uno de ellos ocupa en esa dependencia. También se incluye una columna sobre los grados académicos que los mandos medios y superiores han alcanzado.

perfil academico Según la fuente, el Conacyt tiene 130 funcionarios que laboran en el nivel central de esa dependencia; de ellos, 103 cuentan con una escolaridad máxima de licenciatura, dato que representa 79 por ciento de los directivos del consejo. A su vez, sólo se reportan 18 funcionarios (14 por ciento) con algún título de posgrado (cuatro con maestría y 14 con doctorado), mientras que de nueve más (7 por ciento) no se consigna ninguna escolaridad. (La información debe ser actualizada, pues la doctora Sylvia Ortega Salazar, recientemente nombrada rectora de la Universidad Pedagógica Nacional, ya no forma parte del equipo directivo de ese consejo.)

La escolaridad de los servidores públicos constituye una variable de especial interés para quienes estudian el origen y la evolución de las estructuras burocráticas, pues con ello se obtienen elementos para elaborar, por ejemplo, perfiles académicos y laborales de las instituciones, así como algunos datos relevantes del tipo de servicio que prestan a la sociedad.

Al observar rápidamente los datos del directorio mencionado surgieron las siguientes dudas: Ƒde qué manera la preparación académica de los funcionarios del Conacyt modifica el desempeño en los niveles y ámbitos de responsabilidad que éstos ocupan y ejercen? O, dicho de otro modo, Ƒen qué medida la escolaridad de los directivos afecta la calidad y la eficiencia de las funciones sustantivas de esa dependencia? ƑExisten concursos de ingreso y promoción para ocupar esos puestos? ƑDónde queda la solvencia moral y académica de esa instancia (recordemos el lenguaje de la excelencia académica que exige a las instituciones educativas y de investigación), con un cuadro de funcionarios tan carente de altos méritos universitarios?

Quizá podamos iniciar el camino hacia la credibilidad cuando la imagen social del Conacyt tenga como sustento una burocracia pequeña, capaz y eficiente. Para ello habrá que superar los añejos problemas que ha enfrentado desde su origen: excesivas plazas de confianza, inestabilidad laboral, ausencia de programas de largo plazo, carencia de programas de capacitación y desarrollo de recursos humanos, etcétera.

En la deteriorada imagen del Conacyt sigue pesando esa suerte de velo negro que lo ha cubierto siempre. Poco se sabe de su estructura orgánica, funcionamiento o proyección hacia el futuro. Desde su nacimiento se le percibe como instrumento burocrático improductivo que sólo ha desempeñado el papel de administrador de los distintos asuntos relacionados con las actividades científicas y tecnológicas en el país, tarea que ha quedado sin justificar plenamente debido a su tamaño e ineficiencia.

En esas circunstancias, la sociedad debe conocer de qué forma se ocupa el gasto en ese sector específico de la administración pública. Y no sólo eso: es conveniente que la contraloría interna proporcione información sobre los recursos humanos contratados o de quienes realizan distintas funciones directivas, técnicas y operativas en el consejo.

Es necesario contar con mayor información para que la opinión pública tenga elementos de juicio y, en su caso, argumentos para exigir mejores resultados a los funcionarios públicos adscritos al ámbito de la investigación.

Un ejercicio informativo de tal naturaleza beneficiaría a todos, pues proporciona cuentas claras a la sociedad acerca de las contribuciones que los mexicanos hacemos a través del pago de impuestos, pero sobre todo daría credibilidad y confianza a las instituciones públicas que han sido creadas para servir a la nación.

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