La Jornada martes 13 de julio de 1999

DESARROLLO HUMANO: LUCES Y SOMBRAS

 

SOL En su más reciente informe, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sitúa a México en el lugar 50 de su índice mundial de bienestar económico, educación y esperanza de vida, por debajo de otros países latinoamericanas como Chile, Argentina, Uruguay y Costa Rica. A la cabeza de la lista del PNUD figuran Canadá, Noruega, Estados Unidos, Japón y Bélgica, seguidos de la mayoría de las naciones de Europa occidental.

Si se realiza una comparación fría de la posición de México en relación con la de otros países latinoamericanos ųya no digamos de los asiáticos o africanosų podría concluirse que nos encontramos, según dicho estudio, entre las naciones de desarrollo medio, pues los mexicanos poseen, al menos en la estadística, mejores perspectivas de vida que los colombianos, los brasileños, los peruanos o los guatemaltecos. Sin embargo, el consuelo de suponer que existen regiones del mundo en peores condiciones que México no sólo no ayuda a la comprensión de los graves problemas nacionales, sino que podría suscitar falsas apreciaciones.

En primer término, la pésima distribución de la riqueza que se registra en el país ha provocado que, mientras un pequeño sector de la población disfruta niveles de vida comparables a los de las naciones más desarrolladas, millones de mexicanos sobreviven en condiciones de miseria no muy diferentes a las que agobian a los pobladores de las regiones más pobres del mundo. La excesiva concentración de la riqueza, ampliación de las desigualdades sociales, caída del poder adquisitivo de los salarios y el creciente abandono en el que se encuentra el sector rural, entre muchos otros problemas, son resultado de la aplicación a ultranza, desde hace al menos 15 años, de un modelo económico que ha privilegiado al gran capital y vulnerado la economía de amplios grupos sociales. La grave pobreza que se registra en México, cabe señalar, no se origina únicamente en el atraso histórico que padece el país ni en los lastres de enfoques económicos del pasado. En una importante medida, el desasosiego y las penurias que padecen incontables mexicanos han sido provocados o agravados por las políticas y las equivocaciones de los gobiernos recientes, aunque estos se empeñen en evadir su responsabilidad.

Para colmo, el subdesarrollo en el que permanecen vastos grupos sociales podría haber sido atemperado de manera importante si, por ejemplo, los miles de millones de pesos destinados a cubrir la debacle bancaria se hubiesen aplicado a la educación, al agro, a la salud o a la construcción de vivienda. En este contexto, las declaraciones del vocero de la Secretaría de Hacienda, Marco Provencio, en el sentido de que la falta de regulación permitió que la mayoría de los propietarios de la banca cometieran "muy malos manejos" y perpetraran "toda una serie de entuertos", representan una señal de alarma y un reconocimiento de la negligencia gubernamental en materia de supervisión y control de las actividades bancaria y financiera del país.

Mientras la riqueza nacional, como sucedió con el rescate de la banca, siga utilizándose ųpor causa de la torpeza, imprevisión o complicidad oficialų para sostener los privilegios o para paliar u ocultar las equivocaciones y las corruptelas de unos cuantos, las oportunidades de desarrollo individual y colectivo de la mayoría de los mexicanos continuarán severamente constreñidas y prevalecerán las injusticias, los agravios, las desesperanzas y las tensiones sociales.