Cinco días antes de que la numerosa delegación cubana que acompañó al presidente Fidel Castro a la Cumbre Río 99 ocupara el Hotel Othon Palace, se realizaba en este lugar el Encuentro de los representantes de la Sociedad Civil Europa, América Latina, Caribe, convocado por el Comité Económico y Social Europeo y el Foro Consultivo Económico Social del Mercosur.
Se trató de una interesante reunión que congregó a más de un centenar de funcionarios y representantes de organizaciones sindicales, civiles y empresariales de América Latina y la Unión Europea. Por parte de México los asistentes fueron tres: un delegado por la CTM, un representante del sector de economía social, y uno proveniente de la red que viene trabajando frente a los Acuerdos de Libre Comercio.
De la reunión cabe destacar el Dictamen presentado por el comité europeo en el que, entre otras cosas, se habla de la dimensión social en la integración europea y latinoamericana, "cuyo modelo se diferencia de aquél representado por iniciativas como el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México, que se limitan fundamentalmente a la creación de una zona de libre comercio y carecen de objetivos e instrumentos en los ámbitos políticos y de cooperación".
Importantes son también algunas de las conclusiones de este Encuentro, entre ellas la demanda a los gobiernos para que "en el diálogo y la cooperación políticos entre las dos regiones, se dé prioridad a la consolidación definitiva de una democracia participativa a través del fortalecimiento de la sociedad civil y sus organizaciones", así como el resolutivo último, contenido en la Declaración final, que plantea: "Instamos a que en los marcos de los nuevos acuerdos de asociación interregional entre la Unión Europea y México, Chile y Mercosur, así como en el marco del diálogo político institucionalizado entre la UE y el Grupo de Río, del diálogo con los países de Centroamérica y del nuevo Convenio de Lomé, se reconozca la importancia de la participación de los representantes de la sociedad civil. Asimismo, recomendamos que se establezcan los mecanismos institucionales que aseguren dicha participación, preferiblemente a través de la creación de comités consultivos mixtos en el marco de cada uno de los acuerdos de cooperación o asociación".
El 28 y 29 de junio tuvo lugar la Cumbre Río 99, que congregó en Brasil a los representantes de los gobiernos de Europa y América Latina, reduciendo a meros espectadores a las entidades representativas de la sociedad civil en los dos continentes. Ahí, el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, demandó de los países ricos la democratización de las relaciones entre países ricos y pobres, planteando la idea de que "las naciones emergentes tengan acceso a las grandes discusiones y decisiones que toma el mundo desarrollado frente a las crisis internacionales"... (La Jornada, 30 de junio 1999.)
Esos mismos días, los diarios brasileños dieron fe de la realización de un segundo Foro de la Sociedad Civil para el Diálogo Europa, América Latina y Caribe, convocado éste por las redes de acción que vienen impulsando desde distintos países de América, la construcción de la Alianza Social Continental, frente a los acuerdos de libre comercio y libre inversión.
En este foro, los sindicalistas y miembros de organizaciones sociales y civiles de Europa, México, Centroamérica, Caribe y de los países del Mercosur y el área andina, se pronunciaron en contra del libre comercio por los graves efectos sociales y ambientales que ha traído para los países de la región y del mundo, y se manifestaron "por una verdadera cooperación internacional, que promueva los derechos humanos, económicos y sociales y por la eliminación de la exclusión social y la pobreza, como los principales objetivos a alcanzar en la relación Europa-América Latina".
En esta reunión, personalidades como el profesor de la Universidad de Sao Paulo, Milton Santos, o la incansable luchadora María Concepción Tavares, enfatizaron la necesidad de preservar la identidad histórica y cultural de nuestros pueblos, el establecer controles a los flujos de capital internacionales y demandaron la reducción del peso de la deuda externa como un problema esencialmente ético.
En su paso por aquella región, el presidente Zedillo tachó de "hipócritas y deshonestos intelectuales" a los que acusan al libre comercio de provocar la pobreza y la desigualdad (La Jornada, 1Ɔ de julio 1999). En los Foros Sociales se dieron múltiples testimonios de los daños económicos y sociales causados por la llamada economía de mercado, y tal vez sea deshonesto calificar de hipócritas a los que en carne propia padecen y sufren los estragos de políticas concretas que los han empobrecido irreversiblemente.