La Jornada jueves 15 de julio de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

Acostumbrados a la flojera mental (nutrida en la impunidad y en el cinismo) hay representantes de los sistemas políticos en agonía, o en abierta descomposición, que no reparan en la forma en que agravian a los ciudadanos con sus declaraciones laxas, frívolas.

Así es cómo distinguidos y trajeados declarantes se esmeran en producir verdaderas obras de subversión social. Líderes obreros embotados por la riqueza y el poder desmedido, que son capaces de hablar tranquilamente en contra de los intereses de los trabajadores; pillos empresariales anunciándose como perseguidos políticos; depredadores del erario demandando honradez; despilfarradores en campañas gubernamentales exigiendo control sobre los gastos.

Estrellitas sobre la frente

Ayer, por ejemplo, el presidente de la Comisión de Honor y Justicia del PRI, Vicente Fuentes Díaz, dijo que no es necesario investigar el pasado de los cuatro precandidatos presidenciales priístas, pues todos ``han acreditado con hechos una buena conducta y una excelente militancia''.

Así, de un plumazo, como una decisión personal, fundada en algún par de pistolas colgantes, don Vicente dio por cerrada la exigencia que ha hecho hasta uno de los propios precandidatos (¡Roque, Humberto Roque, qué haríamos en estos momentos sin él!) de que por razones de seguridad nacional se indague la historia de cada uno de los presuntos.

Pero el señor Fuentes Díaz fue más allá de lo sensato. Aseguró que, hasta donde se sabe, ninguno de los cuatro precandidatos tiene relaciones con el narcotráfico; y dijo que si los reporteros le ayudasen, incluso pegaría a los aspirantes una estrellita en la frente, como en el kínder.

Mano sin temblores, ¿mano dura?

En otro escenario, la canciller Rosario Green (¿Green, gray, pink?) defendió con pasión el cumplimiento mexicano de sus compromisos internacionales en materia de derechos humanos.

No importa que el Foro Económico Mundial nos coloque en su informe anual entre los peores países en materia de corrupción, violencia, evasión fiscal y crimen organizado. No, nada de eso importa, doña Rosario asegura que en México avanzan la democracia y la transparencia y que tenemos un papel importante en el comercio internacional.

Y dijo que al país ``no le tiembla la mano'' para cumplir los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, a pesar de que el general José Francisco Gallardo sigue injustamente encarcelado, preso de conciencia, sujeto a un proceso lleno de torcimientos para cumplir con una decisión de Estado.

Y en el ámbito legislativo, los priístas niegan que el injerto de 5 mil militares a la nueva Policía Federal Preventiva tenga significados negativos o viole disposiciones constitucionales. No. No pasa nada, aunque ahora sean los criterios militares los que vayan a regir en las calles del país.

Y en el terreno eclesiástico, Edmundo Morales, secretario ejecutivo de la Comisión de Educación y Cultura de la Conferencia del Episcopado Mexicano, dice tranquilamente que la educación superior en México no debe ser gratuita, y que tal premisa debe ser inculcada a los jóvenes.

Enojo presidencial

Llegado ayer al fin a tierras que había mantenido desatendidas, el presidente Zedillo expresó el enojo que le ha causado la interpretación de que su desdén hacia el nuevo gobierno estatal, encabezado por Leonel Cota Montaño, hubiese sido provocado por animadversiones partidistas.

Según la crónica enviada por Rosa Elvira Vargas desde La Paz, el Presidente mexicano dijo: No sé quién fue el (piiiiiiiiiiiii)... -no quiero usar malas palabras, porque luego salen en la televisión-, que dijo que por el cambio de partido en el gobierno yo ya no quería venir a Baja California Sur.

Las palabras presidenciales se dieron en el marco claro del que daba cuenta una gran manta al fondo del auditorio en el que hablaba el doctor Zedillo, y que decía ``Exigimos respeto a los sudcalifornianos''.

Y es que, fuese por invenciones personales de algún (piiiiii), o porque los hechos políticos así lo muestran, pero los habitantes de la entidad sureña de la península bajacaliforniana han considerado irrespetuoso que su gobernador no hubiese sido felicitado oportunamente por el Presidente de la República cuando recién había ganado los comicios locales, que no hubiese sido recibido oportunamente en fecha posterior y en audiencia oficial, y que hasta ahora fuese visitada esa entidad en la que está a flor de piel el sentimiento de que el gobierno central la mantiene siempre en el abandono y el olvido.

Ayer, el presidente Zedillo, como era previsible, aseguró que el cambio de signo político en la entidad no alteraría el trato que le daría el gobierno federal, y anunció recursos y apoyos diversos, pero, con puntos suspensivos y pitidos de censura aparte, lo cierto es que en los casos de Baja California Sur y de Leonel Cota Montaño, en los meses que pasaron del triunfo opositor (7 de febrero) y de la toma de posesión (5 de abril), a la fecha, se actuó con poca sensibilidad política, en un lance inexplicable que no dio lustre al manejo republicano de los asuntos públicos.

De cualquier manera, qué bueno que el presidente Zedillo fue ayer a Baja California Sur, que saludó en público al gobernador del estado, y que anunció que las cuestiones partidistas no interferirán en las tareas institucionales de gobierno.

Astillas: Así como los boxeadores mexicanos solían achicarse al pelear en el extranjero, algunos políticos se expanden declarativamente al salir del país. Frente a reporteros de otras naciones, los presidentes mexicanos, por ejemplo, dan santo y seña de asuntos que normalmente evitan tocar en el ámbito interno. Vicente Fox, que aspira a ser presidente, tiene ese mismo síndrome inverso del boxeador (y del futbolista: véase si no el hecho de que no hay un solo nacional jugando en clubes extranjeros) mexicano, pues en cuanto toca tierra ajena agudiza su ansiosa urgencia de dar nota, de decir cosas estruendosas, de abalanzarse contra todo con tal de salir bien publicado en medios externos. Así anda hoy don Vicente por España, dando qué decir.

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