Guatemala, la herida que no cierra

La suspensión del entierro colectivo, que realizarían familiares de las víctimas el pasado domingo, fue decidida pese al enfado de los deudos porque "el Ministerio de Salud no autorizó la tumba y tampoco hubo orden judicial", dijo el dirigente de la arrasada aldea de Petanac, Santiago Pablo.

El sepelio fue organizado tras exhumar, en abril pasado, los restos de niños, mujeres, hombres y ancianos que fueron asesinados por unos 200 soldados el 14 de julio de 1982 en la aldea que formaba parte del departamento de Huehuetenango, recordó Andrés Pablo, quien la mañana de la masacre, cuando tenía 13 años, logró escapar a un cerro cercano.

Bajo una interminable lluvia, que empezó a caer la noche del sábado, más de un centenar de personas de la minoritaria etnia chuj esperaron inútilmente la mañana del domingo en una prolongada vigilia para, por fin, "dar cristiana sepultura" a sus parientes.

Un sacerdote maya dirigió la ceremonia "para pedirle permiso a la Madre Tierra y que reciba en sus entrañas a nuestros seres queridos", agregó Pablo, quien perdió a su madre, un hermano y una hermana.

Los amigos y vecinos de los deudos, que vinieron al entierro desde pueblos cercanos, se alejaban bajo la inclemente lluvia mientras los familiares de las víctimas discutían sobre el frustrado sepelio, que deberá esperar unos diez días hasta que se defina el permiso oficial.

En una amplia pradera verde, donde hasta hace 17 años existió la aldea de Petanac, quedó la fosa vacía en espera de que las autoridades autoricen el sepelio.

El sobreviviente Andrés Pablo, quien luego de la tragedia huyó a México con otros siete compañeros, narró que los militares llegaron a su aldea después de haber cometido una masacre en otra población cercana.

De acuerdo con Mateo Pérez, de 40 años, otro sobreviviente, en la región operaba el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), uno de los cuatro grupos que integraban la insurgente Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca.

"Los ejércitos (militares) nos acusaban de estar con la guerrilla, pero ellos (los rebeldes) venían a pedir comida, y como tenían armas nos daba miedo y por eso les dábamos", narró Pérez, quien lamentó que su esposa, una hija de dos años y otro de cuatro murieron en el ataque.

La acción formaba parte de la operación Tierra Arrasada -diseñada por el ejército y dirigida por el presidente de facto, general Efraín Ríos Montt-, encaminada a restarle base social a la guerrilla. Guatemala vivió una sangrienta guerra interna de 36 años, que dejó más de 200 mil muertos y desaparecidos y que culminó en diciembre de 1996 con la firma de acuerdos de paz entre el gobierno del presidente Alvaro Arzú y la URNG. (Afp)