n Opinión de profesores de estudiantes talentosos


Emigrar, opción para cerebros;

carecen de alternativas aquí

Claudia Herrera Beltrán n Hace unos días regresaron a México cargados de medallas -una de plata y tres de bronce-de las olimpiadas internacionales de química y biología. Aún así, sus expectativas de hacer una carrera profesional en nuestro país no son halagüeñas. A decir de sus profesores, el destino de estudiantes de bachillerato tan talentosos puede ser la "fuga de cerebros", pues ni gobierno ni iniciativa privada tienen planes para ellos.

Son candidatos a seguir los pasos de Liliana Quintanar, una de las primeras representantes mexicanas en competencias mundiales de este tipo, que ahora estudia en la Universidad de Stanford, o de Alan Aispuro, que recientemente se graduó en la UNAM y continuará su preparación también en Estados Unidos.

Conocedora de estas competencias, María Antonia Dosal ha preparado a los jóvenes mexicanos expertos en química en las ocho ocasiones que nuestro país ha participado, y manifiesta su preocupación por que la historia del premio Nobel de Química Mario Molina "se puede reproducir" en estos jóvenes, que si bien sí cuentan con respaldo gubernamental para competir, después no se busca retenerlos.

Han sido ocho años de competir y traer medallas, pero los fracasos los ha encontrado en su propio país, en su intento por obtener becas de manutención para los estudiantes ganadores. Casi lo lograron con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, quien anunció que buscaría que se les diera apoyo mediante la Academia Mexicana de Ciencias (organizadora del concurso) y el Programa Nacional de Solidaridad.

A los profesores "no nos hacía gracia", relató Dosal, pero estaban dispuestos al cambio de becas. Tan entusiasmados estaban los promotores de las olimpiadas internacionales que comenzaron a hacer planes y hasta propusieron formar un fideicomiso que trascendiera ese sexenio.

Ilusionados, durante dos años los jóvenes ganadores de medallas y sus profesores se entrevistaron con Carlos Salinas de Gortari, quien "los recibió en Los Pinos, salieron en la televisión y ahí se acabó".

Capaces de competir con los estudiantes más brillantes de todo el mundo, los jóvenes que no tengan recursos económicos pueden salir adelante solos porque consiguen becas de universidades privadas y, después, de extranjeras, pero el riesgo es que algunos ya no regresen.

Los profesores de Liliana Quintanar, la estudiante de Stanford, tienen pocas esperanzas de que retorne: "Ella dice que quiere devolverle al país lo que ha recibido, pero me temo que no va a regresar", y la maestra Dosal se pregunta: "Qué le van a ofrecer" si decide vivir en México.

Esa es la vivencia de la académica de la Facultad de Química de la UNAM, quien junto con el profesor José Manuel Méndez y los estudiantes Fabrizio Guerrero, Carlos Wiechers y Daniel Klein, platicaron con este diario sus experiencias en las justas internacionales que recientemente se celebraron.

En la Olimpiada Internacional de Química (en Bangkok, Tailandia), los mexicanos tuvieron que medirse con países como Estados Unidos y Japón, que son potencias en esos concursos. Ahí, Wiechers, estudiante del Cetis 77 de Guanajuato, obtuvo la medalla de plata; Gautham Nair, de una escuela privada de Morelos, la de bronce, y Rubén Muñoz, alumno de una preparatoria de la Universidad de Guadalajara, otra de bronce.

En la Olimpiada Internacional de Biología (Uppsala, Suecia), en la que arrasaron los representantes de Japón, Corea, Tailandia y Alemania, Fabrizio Guerrero, estudiante de la Preparatoria 6 de la UNAM, consiguió la medalla de bronce, lo que confirma, en su opinión, que la máxima casa de estudios "es excelente, cerrada o abierta", en alusión al paro estudiantil.

"No son superdotados; son jóvenes normales", explica el químico Manuel Méndez, también de la UNAM. Lo único que los hace diferentes de sus compañeros es que desde pequeños encontraron el gusto por la química, tienen su creatividad y un maestro "detrás de ellos" que los apoya. Son autodidactas y manifiestan un gran interés por competir.

 

Bien en la teoría, mal en la práctica

 

Para los coordinadores de los equipos, estas competencias sacan a relucir las capacidades individuales de los participantes, pero también las debilidades del sistema educativo. Explicaron que la diferencia entre la medalla de bronce y la de oro es que los mexicanos tienen deficiencias en la química práctica, aunque son excelentes en la teoría.

Klein, estudiante del Colegio Israelita y quien formó parte de la delegación que participó en Bangkok, explica que llegó a agradarle la química gracias a que una maestra le enseñó por medio de un experimento muy sencillo, que "todo lo que podemos ver y tocar lo podemos manipular. Saber por ejemplo que el marmol no era marmol sino carbonato de calcio".

Esta enseñanza que para Klein fue su iniciación en la química, para la mayoría de los alumnos está vedada porque los planes de estudio están muy cargados de contenidos que sólo "espantan a los jóvenes" y en las escuelas faltan laboratorios, con el pretexto de que son caros.

En opinión del profesor Méndez, quien formó parte de un equipo de más de diez catedráticos que prepararon a los concursantes en las diferentes áreas de la química, desde la secundaria los estudiantes deben tener contacto con el laboratorio, el cual, agregó, se puede montar con pocos recursos y mucha creatividad.