La Jornada sábado 17 de julio de 1999

Julio Boltvinik
Disputa central

El conflicto en la UNAM está cobrando virulencia. El Presidente de la República se ha añadido a las mujeres de blanco y a los medios electrónicos para combatir contra los estudiantes. Los abogados amigos del sistema deciden acudir a las vías del derecho penal. El diálogo en el Palacio de Minería se estanca. Un diálogo estancado, unas demandas legales de la ``sociedad'', la voz presidencial, y unos medios en actitud de linchamiento, parecerían preparar el terreno para la toma de CU.

¿Cuál es la esencia del conflicto? A mi juicio, lo que está centralmente en juego es la distribución social de los conocimientos. Esta es una disputa que se generalizará y será central en el mundo. Como consecuencia de la revolución científico-técnica tienden a revalorizarse los conocimientos y las habilidades mentales del ser humano. Esta revolución significa, por una parte, un cambio en el papel del hombre en el proceso de producción y, por otra parte, ha desatado un proceso de innovación continuo que cambia la naturaleza de la competencia. El ser humano maneja cada vez menos materiales en forma directa. En lugar de ello se encarga de las innovaciones, de diseñar los productos, de gestionar el proceso completo y de programar el proceso de producción (incluyendo los robots), y de la comercialización. Deja de ser mano de obra para convertirse en cerebro de obra. El proceso de innovación continuo deja atrás a los que no logran mantener el paso. El factor estratégico de la competencia global pasa a ser, cada vez más, las capacidades humanas movilizadas en la actividad económica. El desarrollo de estas capacidades humanas se convierte, por tanto, en el factor clave del poder económico, desplazando al capital, que a su vez había sustituido a la tierra.1

En un texto cargado de optimismo, escribí alguna vez: ``El sentido, profundamente alentador, que se encuentra en este cambio es que desarrollo económico y desarrollo humano de las mayorías pueden, por primera vez en la historia humana, dejar de contraponerse, en la medida que el desarrollo de las capacidades humanas se va convirtiendo en el requisito fundamental del desarrollo económico. La superación de la pobreza puede dejar de ser sólo una preocupación moral para convertirse en un imperativo económico. Otro aspecto optimista se deriva del grado limitado que su concentración puede alcanzar. Aunque la propiedad de patentes está más concentrada que la del capital, ella representa sólo una fracción pequeña de los conocimientos relevantes para las actividades económicas. Otra parte, más importante, está `incorporada', por decirlo de algún modo, en los propios seres humanos. El advenimiento del nuevo factor productivo crítico, por ello, ofrece la perspectiva de sociedades futuras menos desiguales''. Este texto lo maticé, tiempo después, haciendo notar que las altas capacidades humanas que requiere el sistema son, y seguirán probablemente siendo, sólo las de una minoría, quedando los demás miembros de las sociedades como inútiles, como desechables, con habilidades anacrónicas.

Lo que está en juego en las universidades del mundo (y por ello serán centro de conflictos crecientes) es el control del proceso de producción (investigación) y re-producción (educación) de los conocimientos. Está en juego quién controla este crítico proceso y cómo se distribuye el acceso al mismo. Por tanto, quién accede a la posesión del factor crítico y quién queda como desechable. En la disputa están no sólo los involucrados directos. Una parte de los estudiantes y de los académicos reclaman una creciente participación en las decisiones que los afectan. Quieren poner fin al autoritarismo que domina en la mayor parte de nuestros centros de educación superior. Las autoridades no quieren perder el control, ni compartirlo. Los empresarios, y algunos funcionarios públicos, quisieran neoliberalizar la educación superior (convertirla en mercancía) para que sea el mercado, es decir el dinero y sus poseedores, el que controle el proceso. Muchos de estos grupos comparten la tesis pesimista, saben que a la corta y a la larga los números de graduados que la economía mexicana requerirá (porque la quieren cada vez más dependiente en lo tecnológico del exterior), es una pequeña proporción de las generaciones de jóvenes. Por ello quieren endurecer el proceso de selección y añadir la barrera de acceso de las cuotas. Tampoco les gusta financiar a profesores de tiempo completo que pasan la mayor parte del tiempo criticando el mundo que ellos quieren construir. Por eso les gustaría mantenerlos en el pizarrón, impartiendo conocimientos que el Ceneval pueda verificar, como lo ha señalado Sergio Zermeño en La Jornada.

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1 La obra clásica sobre la revolución científico-técnica es Radovan Richta, La civilización en la encrucijada, Madrid: Artiach, 1972.

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