El movimiento revolucionario iniciado en 1910 tuvo como uno de sus efectos trascendentes el surgimiento de un fuerte sentimiento nacionalista que se reflejó en todos los aspectos. No está de más recordar el libro que escribió en 1915 Manuel Gamio, titulado Forjando patria-Pro Nacionalismo, del que Alvaro Obregón, a la sazón presidente de la República, le escribió al autor: ``Me dediqué a la lectura de su libro Forjando patria y habiéndolo terminado y encontrado en él un estudio profundamente científico del verdadero origen de nuestros males, he querido dirigirme de nuevo a usted para felicitarlo con toda sinceridad y manifestarle mi pena porque a su obra no se le da la circulación que yo deseara para que fuera conocida de todos los hombres que saben leer en esta República''.
En el libro, además del estudio y diagnóstico de los problemas, Gamio plantea soluciones, de manera sobresaliente el reconocimiento de nuestra raíz indígena, como elemento esencial para forjar una auténtica identidad nacional. Estos pensamientos, junto con los de otros destacados intelectuales que compartían estas ideas, tuvieron gran influencia en diversos aspectos de la vida del país, entre otros en el arte; baste recordar el muralismo, la música de Revueltas, Moncayo y Blas Galindo y la literatura de la Revolución.
Dentro de esa mística surgieron mujeres que, rompiendo con los cánones tradicionales, incursionaron en las artes y se vistieron orgullosas con atuendos autóctonos. Una de esas mujeres fue Isabel Villaseñor, Chabela para los amigos. Escritora, compositora, intérprete, pintora, grabadora, fue todo a la vez. En palabras de Juan Inés Abreu, Chabela ``siente el arte como algo íntegro: no hay en él especialidades; como expresión, todo parte de un mismo tronco''.
Oriunda de Guadalajara, en donde nació en 1909, escribió corridos que ella misma cantaba en las tertulias. Talentosa para el arte pictórico, realizó dibujos y grabados que expresaban sus preocupaciones sociales y su ternura. Fue quizás la primera mujer que pintó un mural, conjuntamente con Alfredo Zalce, en la Escuela Rural Federal de Ayotla, en el año 1929, cuando contaba con escasos 20 años de edad.
Alumna del artista Gabriel Fernández Ledezma, se casó con él en 1933 y tuvieron una hija. De una melancólica belleza mestiza, fue modelo de José Chávez Morado, Angelina Beloff, Fernando Leal, Juan Soriano, Alfredo Zalce, Olga Costa, Raúl Anguiano, Frida Kahlo, Manuel y Lola Alvarez Bravo y los extranjeros Enrique Gutmann y Grigory Alexandrov.
Como es de suponerse, fue musa preferida de su marido, Fernández Ledezma, quien la pintó, dibujo y fotografió innumerables veces.
Su imagen y personalidad impactaron al afamado cineasta Sergei Eisenstein, quien había filmado en Rusia El acorazado Potemkin y quería plasmar con el mayor realismo el México posrevolucionario. Invitó a Chabela a participar en la película, en la cual personificaría a una indígena con rebozo y luciría sus hermosas trenzas.
Su inquietud social la materializó trabajando como profesora misionera adscrita a la Secretaría de Educación Pública. La cristalización de su actividad pictórica se dio en la exposición que presentó en 1930 en el vestíbulo de la Biblioteca Nacional de México. De la obra Diego Rivera dijo: ``...Sus dibujos tienen sutileza y fuerza. Y no es fácil olvidar lo que graba con la punta de acero. También ha sabido revolver colores, el cemento y la cal para decorar la fachada de una escuela... En su plástica está ya encerrado lo acerbo de la vida, bajo la expresión delicada''.
Una visión de este personaje, su vida íntima: cartas, rebozos, aretes, fotografías familiares y de su obra; dibujos y grabados, así como los retratos que le hicieron los artistas mencionados se pueden admirar en la excelente exposición que organiza la Secretaría de Hacienda, en el soberbio Palacio del Arzobispado, bajo la dirección de Juan Inés Abreu, protagonista cercana, ya que Chabela fue amiga de sus padres, el destacado intelectual Ermilo Abreu Gómez y esa mujer creativa, sensible y amada por todos que fue Ninfa Santos. Esto nos explica la intimidad que guarda esta muestra, que nos revela el alma del México posrevolucionario, a través de la de Chabela Villaseñor, mujer de avanzada y amante de su país.
Un buen lugar para recordarla es la Fonda del Hotentote, homenaje a ese adorable pintor popular cuya obra decora el lugar y que fue amigo de Chabela. La preciosa casita virreinal, ubicada en Las Cruces 40 --con un seguro estacionamiento al lado-- ofrece la mejor comida mexicana de la ciudad. Por cierto, abre los domingos.