Cada vez es más difícil visualizar cómo será el año 2000. La inquietud y la confusión crecen, los hechos insólitos aumentan, se combinan, se contradicen. Y en las élites política y económica de todo el país se han iniciado ejercicios para intentar construir una imagen del futuro.
Hace unos meses le pregunté a Antonio Alonso Concheiro, experto en la construcción de futuros mexicanos, cuáles posibles desenlaces veía para el presente sexenio. Recuerdo que me contestó -``Es tal el número de variables que pudiera suceder casi cualquier cosa''-. Los acontecimientos recientes le están dando la razón.
En junio parecía evidente que el reagrupamiento del PRI y la consolidación de la economía daban al partido hegemónico una ventaja clara sobre sus oponentes. Pero unas cuantas semanas después las cosas han variado dramáticamente. El impacto de crisis lejanas demuestran la fragilidad de nuestra economía. La auditoría ordenada por el Congreso para examinar el rescate bancario presenta un perfil desastroso. El 22 por ciento de la cartera de crédito entregada por los bancos al Fobaproa corresponden a operaciones irregulares. El monto fiscal del rescate bancario es ya de 84 mil millones de dólares, lo que lleva al país a una situación de quiebra virtual. Se hace patente la voluntad del PRI y del gobierno de ``a como de lugar'' no ceder el poder.
Ha aparecido en todo esplendor la maquinaria de compra y coacción en el estado de México. Es angustiante la incapacidad de los competidores por la presidencia para establecer bases claras y civilizadas para las elecciones del año próximo. En este punto es particularmente certera y oportuna la propuesta del Foro Agenda 2000. Llama la atención el grupo convocante (Ricardo Raphael, Carlos Abascal, Gilberto Rincón Gallardo, Ricardo Valero, Rolando Cordera, Cecilia Loria, Patricia Mercado), pues son personalidades muy contrastadas, de modo inteligente han logrado concretar algo que parece flotar ya en el ambiente. La clase política está desgarrada por las ambiciones de poder, pero la nación tiene un proyecto pendiente.
La convocatoria ha tenido un éxito singular. En la misma mesa están personalidades tan disímbolas como Enrique Jackson, Santiago Creel, Agustín Legorreta, Jesús Silva Herzog, Marcelo Ebrard, Sergio García Ramírez, Ricardo Rocha, Beatriz Paredes, Alberto Széckely, Fernando Solana... y cien más. Representan casi todos los coloridos de la élite política, académica, ideológica...
Es clara la originalidad de la propuesta. Expresamente se quiere influir para que el proceso electoral del año próximo tome otro rumbo. Abandone la zona empantanada en la que parece hundirse y se dirija a un gran debate sobre los temas claros, que cada candidato y partido buscará impulsar en caso de triunfar en las elecciones. En lugar de establecer una propuesta unilateral la agenda será construida por preguntas fundadas a los candidatos a la presidencia para definir los términos de la gran discusión del destino del país.
Las ponencias no son convencionales. Se someten a discusión 4 ó 5 preguntas relativas a cada tema específico, que se justifican en un diagnóstico general sobre el estado específico que guarda cada tema. El temario abarca la arquitectura institucional; la diversidad del país; las relaciones de México con el mundo; la economía nacional en la globalización; los problemas del desarrollo social y una propuesta de un código ético para las campañas y las elecciones.
Este esfuerzo colectivo tiene como destinatarios a los medios; pero su meta principal es hacer el planteamiento a los candidatos y lograr sus respuestas de modo que se pueda ver en contraste el posicionamiento de cada uno. Yo apuesto que el número de coincidencias será verdaderamente sorprendente.
Es muy importante que un grupo que ha demostrado la flexibilidad ideológica y la generosidad pueda ejercitar una presión e influir sobre los candidatos y los partidos. Sería estupendo establecer algún medio de seguimiento para que gane quien gane en el año 2000 cumpla las promesas y propuestas. Será una fórmula inédita de rendición de cuentas.