La Jornada Semanal, 18 de julio de 1999



Nelson Rodrigues

cuento

Historias breves

Nelson Rodrigues escribió durante muchos años la columna ``Así es la vida'' en el vespertino Ultima Hora, dirigido por el gran periodista Samuel Wainer. Su tema único fue el del adulterio. Interrogado por Ruy Castro, autor de una biografía de Nelson que tituló O Anjo pornográfico, Nelson afirmó: ``A fin de cuentas, la virtud es, por encima de todo, opción.''

Nelson Rodrigues (1912-1980) es uno de los fundadores de la nueva literatura brasileña y uno de los escritores más polémicos de su tiempo. La sordidez de la vida cotidiana fue el tema central de toda su obra. Escribió durante más de medio siglo, tratando de dar respuestas a las obsesiones de toda su vida: la muerte y el sexo. Por lo general, sus obras de teatro suscitaron polémicas entre el público y la crítica. En 1951, el periodista Samuel Wainer fundó el vespertino Ultima Hora e invitó a Nelson Rodrigues como colaborador en la sección deportiva. Antes de que apareciera el primer ejemplar del periódico le pidió que escribiera una columna en la que relatara acontecimientos de actualidad, y le sugirió el título ``Arroje la primera piedra''. Nelson aceptó el encargo, pero sugirió otro título: ``Así es la vida...'' Desde las primeras semanas la columna de Nelson Rodrigues se convirtió en una de las más leídas, pues en ella se relataban sucesos reales, historias de amor, pasión y muerte alrededor de un tema único: el adulterio. Con frecuencia ocurría que los lectores lo detenían en la calle para contarle nuevas historias, chismes de barrio, anécdotas terribles; o bien para reclamarle su gusto exclusivo por la sordidez. En la biografía dedicada a Nelson Rodrigues (O Anjo Pornográfico, 1992), Ruy Castro alude a uno de esos encuentros:

A este comentario, Nelson respondió por escrito en el periódico:

En esta columna Nelson Rodrigues publicó más de dos mil cuentos breves, haciendo alarde de una economía de recursos asombrosa y mostrando de todas las maneras posibles esa particular forma del matrimonio del Río de Janeiro de los años cincuenta, formado por la mujer, el marido y el amante.

Lo más reconocido de su obra es el teatro, pero también escribió novelas, crónicas, cuentos, guiones para cine e inclusive para telenovelas. La editorial Companhia Das Letras está publicando una selección de cuentos de ``Así es la vida...'', selección que por el momento abarca ya cinco volúmenes.

Los novios

Cuando Salviano empezó a enamorar a Edila, su padre lo llamó:

-Siéntate, hijo, siéntate. Vamos a platicar un poco.

Obedeció:

-Dime, papá.

El viejo se levantó. Caminó de un lado para otro y se sentó de nuevo:

-Quiero que me digas una cosa: ¿tu noviazgo es cosa seria? ¿Como para casarte?

Se puso rojo y respondió:

-Mis intenciones son buenas.

El otro se frotó las manos.

-¡Excelente! Edila es una buena chica, hija de familia. Y lo que no quiero para mi hija, no lo deseo para la hija de otros. Ahora, hijo mío, te voy a dar un consejo.

Salviano esperó. A pesar de que ya era un adulto, un hombre hecho y derecho, consideraba a su padre como una especie de Biblia. El viejo, que estaba sentado, se levantó; puso la mano en el hombro de su hijo:

-El peor golpe de un enamorado, ¿sabes cuál es? -y bajó la voz-: No tocar a la chica, no tomarse ciertas libertades, ¿entiendes?

Asombro de Salviano: ``¿Pero, cómo? ¿Cuáles libertades?''

Y el padre:

-Por ejemplo: ¡el beso! Si besas a tu novia al derecho y al revés, ¿qué es lo que pasa? Te hartas, mi hijo. Tal como lo oyes: ¡te hartas! Y cuando llega la boda, ni la mujer ofrece novedades al hombre, ni el hombre a la mujer. La luna de miel se va al caño. ¿Me entiendes?

Abismado de tanta sabiduría, admitió:

-Sí.

A la tarde siguiente, cuando se encontró con su novia, trató de resumir la conversación de la víspera. Terminó, con un verdadero grito del alma:

-¡Mi padre es genial!, ¿no te parece?

Edila, también profundamente impresionada, convino: ``Sí''.

-¿Estás de acuerdo?

Fue categórica.

-Sí.

Poco antes de despedirse, Salviano se golpeaba el pecho:

-Dicen que nadie es infalible. Pues te voy a decir una cosa: mi padre lo es, ¿entiendes? Infalible, seguro.

El beso

Ese día coincidió que la madre de Edila también la adoctrinó sobre las posibilidades amenazadoras de cualquier noviazgo. E insistió, con mucho empeño, sobre un punto que consideraba importantísimo:

-¡Cuidado con los besos en la boca! ¡Lo peligroso son los besos en la boca!

La muchacha, espantada, protestó:

-¡Ya, mamá!

Y la vieja:

-¿Ya qué? ¡Así es! Sin besos no pasa nada, todo está muy bien. Okey. Y con un beso puede aparecer el diablo. Tú eres muy joven y quizá no te das cuenta de ciertas cosas. Pero puedes estar segura: ¡todo lo sucio que ocurre entre un hombre y una mujer empieza con un beso!

El idilio

Fue un noviazgo tranquilo, suave, sin impaciencias, sin arrebatos. Bajo la inspiración paterna, él planeó el romance, de arriba a abajo, sin descuidar ningún detalle. Antes que nada hubo el siguiente acuerdo:

-No te tocaré hasta el día de la boda.

Edila preguntó:

-¿Tampoco me besarás?

El metió las manos en los bolsillos:

-No. ¿Okey?

Lo miró de frente, serena.

-Okey.

Se diría que este asentimiento lo sorprendió. Insinuó:

-¿No irás a echarlo de menos?

-¿Qué?

Y Salviano, lamiéndose los labios:

-Digo..., falta de besos es, en fin..., falta de cariño.

Sonrió, segura de sí:

-No. Estoy cien por ciento con tu papá. Creo que tu papá tiene razón.

Salviano no supo qué decir. Edila continuó, con su modo tranquilo:

-¿Sabes que esas cosas no me interesan mucho? Creo que no soy como las otras. Soy diferente. Oigo a mis amigas que dicen que el beso es esto y aquello otro. ¡Me quedo como tonta! Y te digo más: hasta le tengo cierta repugnancia. Mira cómo se me pone la piel, ¡mira, sólo de hablar del asunto!

El viejo

Desde pequeño, Salviano se había acostumbrado a rendir cuentas al padre casi a diario, de sus ideas, sentimientos y actos. El viejo, que se llamaba Notario, lo oía y le daba los consejos que cada caso requería. Durante todo el noviazgo con Edila, don Notario estuvo siempre al tanto de las relaciones del hijo y de la futura nuera. Salviano, al terminar las confidencias, quería saber: ``¿Qué tal, papá?'' Don Notario tomaba un cigarro, lo encendía y daba su parecer, con una clarividencia que intimidaba al muchacho:

-Ya me he dado cuenta que esa chica tiene el temperamento de una esposa, cien por ciento. La esposa debe ser, a pesar de la mala comparación y bajo ciertas circunstancias, un paralelepípedo. Esas mujeres que le dan mucha importancia a la materia no deben casarse. ¡La esposa, cuanto más fría, cuanto más tranquila, mejor!

Salviano retransmitía a su novia, en la medida de lo posible, las reflexiones paternas. Edila suspiraba: ``¡Tu padre es muy agradable!'' De vez en cuando, el muchacho quería olvidar las lecciones que recibía en casa. Con una salivación intensa, la mirada radiante, intentaba abrazar a la chica. Edila, sin embargo, era irreductible; lo inmovilizaba:

-¡Quieto!

Él retrocedía.

-¡Tienes razón!

Catástrofe

Un día, sin embargo, el Dr. Borborema, médico de la familia de Edila, fue a buscar a Salviano a su trabajo. Platicaron en el pasillo. El viejo fue claro: ``Tu novia acaba de salir de mi consultorio. Para ser breve: ¡va a ser madre!'' Salviano retrocedió, sin entender:

-¡¿Madre?!...

Y el otro, moviendo la cabeza: ``¿Por qué no se esperaron, carajo? ¿Qué les costaba esperar?'' Salviano lo tomó del brazo, rechinaba los dientes: ``¿De cuántos meses?'' Respuesta: ``Tres.'' El Dr. Borborema ya se despidió: ``El negocio, ahora, ya sabes: hay que apresurar el casamiento. Cásense antes de que se note.'' Petrificado, dejó ir al médico. En el pasillo se apretó la cabeza entre las manos: ``¡No es posible! ¡No puede ser!'' Media hora después, invadió alucinado la casa del padre. Se arrojó a los brazos de don Notario, sollozando.

-¡Edila está en estas y estas condiciones, papá! -y, con un sollozo más hondo, agregó: -¡Y no fui yo! ¡Te juro que no fui yo!

Misericordia

Fue una conversación que se alargó por toda una noche. En su desesperación inicial, berreaba: ``¡Cínica! ¡Cínica!'' Y sollozaba: ``¡Nunca tuvo un beso mío, que soy su novio, y va a tener un hijo de otro!'' El padre, sin embargo, logró calmarlo poco a poco. Sustentó la tesis de que todos nosotros, a fin de cuentas, somos falibles, particularmente las mujeres: ``Son de vidrio'', afirmaba. Avanzada la madrugada, el pobre diablo preguntó: ``¿Y yo? ¿Qué debo hacer?'' Hay que hacerle justicia -el viejo fue magnánimo: ``Perdonar. Perdona, hijo mío, ¡perdona!'' Quiso protestar: ``¡Ella se merece un balazo!'' Con prisa, don Notario se opuso:

-¡Ella, no, nunca! ¡El, sí! ¡El se lo merece!

-¿Quién?

Bajó la voz: ``¡El padre de la criatura! ¡Ese hijo no cayó del cielo, en paracaídas! Hay un culpable.'' Pausa. Se miraron. Don Notario agarró al hijo por los brazos:

-Antes de ti, Edila tuvo un novio. Debe haber sido él. Si me lo hubiera hecho a mí, lo mataba...

Se levantó, transfigurado, casi eufórico: ``¡Tienes razón, papá! ¡Tú siempre tienes la razón!''

El inocente

Pudo así desviar el odio de su novia. Por la mañana, fue a la casa de Edila. Con sorprendente serenidad, en voz baja, le pidió el nombre del culpable. Frente a él, la muchacha se retorcía las manos: ``¡No te lo diré! ¡Todo, menos eso!'' El preguntaba, desesperado: ``¿Fue el Pimienta?'' El Pimienta era el antiguo novio de Edila. Ella dijo: ``¡No sé, no sé!'' Salviano salió de allí seguro. Buscó al otro, a quien conocía de nombre y de vista. Antes que el Pimienta pudiera esbozar un gesto, lo mató, de tres tiros, a quemarropa. E hizo más. Viendo a un hombre, a un semejante agonizar a sus pies, con una mirada de espanto intolerable, volvió el arma contra sí y se voló los sesos. Más tarde, recuperado el cuerpo, se instaló la capilla ardiente en la casa paterna. En la madrugada, había tres o cuatro personas en la sala, además de la novia y de don Notario. En un momento dado, el viejo tocó el hombro de Edila y la llamó al corredor. Y allí, sin una palabra, apretó entre las manos el rostro de la pequeña y la besó en la boca, con locura, con deseo. Cuando se desprendieron, don Notario, respirando fuerte, baja la voz, dijo:

-Fue mejor así. Nadie sospecha. Excelente.

Volvieron a la sala y continuaron el velorio.

Nota introductoria y traducción de Romeo Tello G.