La Jornada martes 20 de julio de 1999

Jorge Camil
Cáliz envenenado

"Cáliz", dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es, además del vaso sagrado, un "conjunto de amarguras, aflicciones o trabajos" (una acepción tampoco desprovista de contenido religioso: la plegaria del Cristo hombre: "Padre, aparta de mí este cáliz").

Y este es el significado que adoptó la semana pasada el Wall Street Journal en dos importantes artículos sobre el rescate de la banca mexicana. En el primero de ellos, el autor vaticina que el presidente Ernesto Zedillo "probable- mente terminará su sexenio sin la crisis financiera que hizo de sus primeros años una auténtica pesadilla", pero termina afirmando que la precaria situación de la banca le heredará al sucesor "un cáliz envenenado". El caso se complica, porque no obstante los 65 mil millones de dólares, los rescates de Serfin y Bancrecer y la simbólica entrada de una docena de instituciones extranjeras que operan en nichos de mercado, el crédito bancario muestra una peligrosa pero clara tendencia a desaparecer. Sin crédito bancario, y con la carga fiscal del rescate, el país continuará siendo presa de los capitales golondrinos. El WSJ cita a Francisco Labastida: "el costo del rescate limitará nuestra flexibilidad". šClaro! Si los propios funcionarios hacendarios consideran que el costo del rescate "se comerá el medio por ciento del producto interno bruto por los próximos treinta años", es obvio que el próximo presidente vivirá atrapado en la encrucijada de las necesidades financieras y el gasto social.

El segundo artículo, escrito por Charles W. Calomiris, profesor de la Universidad de Columbia y miembro de una misión del Banco Mundial que visitó México en 1995 para exigir reformas a cambio de ayuda financiera, es una apología para que se permita la participación irrestricta de la banca extranjera. El autor advierte que la única manera de resolver la crisis es terminar con la "santa alianza" entre la banca privada, las "poderosas familias" que controlan el mundo de los negocios y el partido oficial. En noviembre de 1995, Calomiris presentó un plan para que el gobierno abandonara paulatinamente la viciada práctica de garantizar el ciento por ciento de los depósitos. Se trataba, obviamente, de que bancos y depositantes asumieran la mayoría de edad y se premiara con la confianza de los depósitos únicamente a los bancos exitosos. "Gracias por sus ideas tan interesantes ųle dijo un funcionario involucradoų, pero los bancos jamás permitirían esas reformas". ƑY cómo habrían de permitirlas, si el sistema actual premia la ineficiencia, compensa la imprevisión y permite que los bancos asuman riesgos estratosféricos a costa de los contribuyentes?

La práctica de rescatar bancos quebrados se debe cambiar por la estricta vigilancia de un eficiente y sofisticado sistema regulatorio que proteja los enormes depósitos de los ahorradores y no el exiguo capital de accionistas irresponsables. Así lo exige la creciente participación de la banca extranjera. Porque los contribuyentes jamás permitirían que el gobierno mexicano utilizara nuevamente los fondos públicos para rescatar de un posible quebranto financiero a los inversionistas extranjeros.

En la base del problema está la "deficiente" privatización bancaria citada por Michael Mackey, el auditor del Fobaproa, como el "detonador de la crisis" (La Jornada 18/7/99), y condenada por Calomiris, para quien, en el sector bancario, "una privatización corrupta puede ser tan destructiva como la propia estatización". šVaya!, después de veinte millones de dólares Mackey descubrió el "hilo negro": la imprudencia de vender el sistema bancario al mejor postor. De pronto, "con el poder de la firma", fabricantes de calzado, agricultores, industriales, ganaderos y transportistas, que por años habían ganado más dinero en la especulación financiera que en el desempeño de sus funciones productivas, vistieron orgullosos el traje azul marino con raya de gis y salieron a dilapidar los depósitos de los ahorradores, con el único propósito de recuperar, a la brevedad posible, el dinero (en muchos casos prestado) que habían invertido en la privatización.

La crisis bancaria podrá ser un "cáliz envenenado" para el próximo presidente, aunque para el resto de los mexicanos continúe siendo, solamente, un conjunto de amarguras y aflicciones. ƑA nosotros, quién nos apartará ese cáliz?