Un escritor y nueve finales
Maestro de los finales luego de una partida larga y sinuosa, el cierre de sus libros ofrece, si nos centramos en ello, un movimiento de ajedrez en el cual los personajes parecen capitular casi siempre. Esta es la manera en que Hemingway concluyó algunas de sus obras.
Por quién doblan las campanas
El teniente Berrendo se aproximaba, siguiendo las huellas, con el rostro serio y grave. Su fusil automático iba apoyado en la montura, recostado en el brazo izquierdo. Roberto Jordán estaba tendido de bruces detrás del árbol, esforzándose por mantener el dominio de sus sentidos y cuidando delicadamente de conservar la firmeza del pulso. Estuvo aguardando hasta que el oficial llegó a la mancha de sol, donde los primeros pinos del bosque se unían a la verde ladera. Podía sentir los latidos de su corazón batiendo contra el suelo cubierto de hojarasca.
Islas a la deriva
ųCreo que comprendo, Guillermito ųdijo.
ųQué mierda ųrespondió Guillermitoų, jamás comprendes a los que te quieren.
Adiós a las armas
Después que las hice salir, después de cerrar la puerta y apagar la luz, comprendí que todo era inútil. Era como si me despidiera de una estatua. Transcurrió un momento, salí y abandoné el hospital. Y volví al hotel bajo la lluvia.
Al otro lado del río y entre los árboles
En el caso de mi muerte, el cuadro envuelto y las dos escopetas de este coche deben ser devueltas al Hotel Gritti, de Venecia, en donde serán reclamadas por su legítimo dueño. Firmado: Richard Cantwell, coronel de infantería de Estados Unidos. ''Serán devueltas las cosas por conducto regular", pensó Jackson, y puso el coche en marcha.
París era una fiesta
París no acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, sin importar lo trabajoso o fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices.
Las nieves del Kilimanjaro
No hubo respuesta y tampoco le oyó respirar. Fuera de la tienda, la hiena seguía lanzando el mismo gemido extraño que la despertó. Pero los latidos del corazón le impedían oírlo.
Los asesinos
ųMe voy a ir del pueblo ųdeclaró Nick.
ųSí, harás bien.
ųNo puedo soportar la idea de verlo en su cuarto esperando y consciente de lo que va a pasar. Es demasiado horrible.
ųBueno ųdijo Georgeų mejor es no pensar en eso.
La mariposa y el tanque
Y permanecí sentado ahí, en aquella brillante mañana alegre, en ese lugar que olía a limpio y a recién aireado y barrido, con el patrón que era un viejo amigo y que ahora estaba muy contento con la literatura que los dos hacíamos. Bebí un sorbo de gin tonic, miré a través de la ventana protegida con bolsas de arena, imaginé a la esposa allí arrodillada y diciendo: ''Pedro, Pedro, Ƒquién te ha hecho esto, Pedro?" Y pensé que la policía jamás iba a darle una respuesta, aun cuando supiera el nombre de quien jaló el gatillo.
Muerte en la tarde
Lo que importa es aguantar y hacer el trabajo que a cada uno le es encomendado. Ver, oír, aprender y escribir cuando se ha logrado saber algo, y no antes ni demasiado tiempo después. Deja a esos que quieren salvar al mundo y conténtate con verlo claro y en su conjunto. Si lo miras así, cualquier detalle que logres pintar representará el todo, siempre que lo hayas hecho con sinceridad. Es preciso trabajar y aprender a expresarse. No, todo esto no es suficiente para formar un libro, pero tenía que contar algunas cosas, aunque resten todavía muchas cosas vividas por narrar.