La Jornada viernes 23 de julio de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

Tan enrarecido está el ambiente político que en el escenario han aparecido actores leyendo libretos equivocados, en una obra que parece mezclar el absurdo con el humor negro.

Ya antes en este mismo espacio se ha dado cuenta de la increíble transformación vivida por Humberto Roque Villanueva, quien ha dado el salto mortal desde la mímica que le consagró con la roqueseñal hasta el ejercicio político serio, acaso el más sensato de los que hasta ahora han presentado sus colegas buscadores de la postulación tricolor rumbo a Los Pinos.

Pero también es necesario reconocer la increíble conversión de Roberto Madrazo Pintado, quien pasó de la estantería en rebaja en la que había sido colocado por los gastos ofensivos en campaña, y por los dineros de Carlos Cabal Peniche, a la vitrina de privilegio en la que, gracias a la capacidad falsificadora de la televisión y sus genios de la publicidad, ahora el tabasqueño aparece ni más ni menos que ejerciendo la crítica interna del sistema y ocupando con demagogia y cinismo el espacio de izquierda (el combate al neoliberalismo, por ejemplo) que el PRD ha abandonado a causa de sus rencillas internas.

Y también debe consignarse el papel cuidadoso, reservado, que está desempeñando en estos momentos quien meses atrás parecía, desde el gobierno de Puebla, el principal problema para el zedillismo, un Manuel Bartlett que sigue jugando en solitario, esperando que los punteros (Francisco Labastida y Roberto Madrazo) se cansen o se exterminen mutuamente.

El único que parece no cambiar, y no desear cambiar, es Labastida Ochoa. Sigue con su misma estrategia de creerse la marca líder del mercado tricolor y, por lo tanto, no preocuparse tanto por la competencia como por el propio consejo de administración. Mientras los accionistas, o el accionista mayor, estén contentos y sigan apoyando a la empresa, que los demás hagan y digan lo que quieran, parece ser el lema de este producto sinaloense que supone garantizado su éxito gracias a un mercado que cree que sigue siendo cautivo.

Los cuatro buscadores del arca perdida, pues, pareciesen estar actuando para una película distinta de la que en realidad se está rodando. No hay congruencia y, a veces, ni siquiera seriedad política. En el fondo, el problema es que no pareciese haber rumbo ni proyecto, de tal manera que cada cual va haciendo lo que mejor le parece, en una especie de carrera absurda en la que ni siquiera se sabe a ciencia cierta si habrá final.

El discreto encanto de la falsa disidencia

Le hace mucho daño a México la falta de responsabilidad de sus políticos. A causa de sus yerros, de sus excesos, de sus incongruencias, suele satanizarse la actividad política, suponiéndose que ella en sí misma es malévola, falsa, traicionera.

Uno de los ejemplos recientes de esa falta de seriedad política lo está dando Jesús Silva Herzog, en sus empeños por ser el próximo candidato (cupular, concertado, arreglado) priísta al gobierno de la capital. Juguetón, sugerente, el ex secretario de Hacienda y ex embajador mexicano en Estados Unidos dejaba correr todavía unos cuantos meses atrás la idea de que no era exactamente un priísta, pues, solía argumentar, no había pagado sus cuotas y, por lo tanto, no sabía si todavía estaba en los libros oficiales de miembros del tricolor.

Luego de verificar que no le quedaban posibilidades sensatas de ser candidato presidencial de a deveras (pues en los dos partidos grandes de la oposición los lugares ya estaban reservados), Silva Herzog se hizo ver en público en la casa de campaña de Francisco Labastida Ochoa y parece prepararse para ser el candidato oficial al gobierno capitalino (auxiliado en ese intento por Roberto Campa Cifrián, que está dispuesto a servir de contrincante a modo para después recibir alguna promoción burocrática). En ese trayecto, don Jesús se muestra ahora como militante priísta, como hombre convencido del ideario tricolor, como feroz defensor de la organización a la que antaño le negaba el pago de cuotas y de la que se sentía tan distante que prefería coquetear con la oposición.

A eso se le llama, en política, sentido de la oportunidad y, en el lenguaje común y corriente, incongruencia.

Astillas: Es irrefrenable la vocación del gobierno de Roberto Albores Guillén de retorcer la realidad a partir de manipulaciones periodísticas. La más reciente de ellas se dio este pasado miércoles, cuando la visita a Chiapas de la relatora especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Asma Jahangir, fue convertida por obra y gracia del boletín pagado de prensa en ¡un reconocimiento a los avances de Albores Guillén en el respeto a esos derechos! Gracias a esos malabares con cargo al erario, varios periódicos de aquella entidad (no todos) reprodujeron con exactitud la misma nota tendenciosa en la que la relatora especial aparece como elegante matraquera a favor del mariscal Albores. Uno de los sumarios repetidos por encargo dice: ``Hay actitud de cambio en Chiapas y en todo México: Asma Jahangir''. Otra de las frases utilizadas en los cabezales de la mayoría de los diarios consigna una frase del devocionario de San Roberto de los Albores: ``La peor violación a los derechos humanos es la pobreza: RAG''É Dicen que son tantos los problemas en el equipo de campaña de Francisco Labastida que algunos de sus principales personajes están verdaderamente enfrentados. Algunas de las posiciones polares estarían en las oficinas de Fernando Solís Cámara y de Emilio Gamboa, por ejemploÉ Por esos rumbos del chilorio con pretensiones de distribución nacional también se afirma que el cabildeo en medios masivos de comunicación estadunidenses a favor de Roberto Madrazo está siendo organizado por operadores indudables de Carlos Salinas de GortariÉ A escala nacional continúan las protestas contra la campeona del neoliberalismo en materia cultural, la directora nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Teresa Franco, cuya sobrevivencia en el puesto es verdaderamente ejemplar. Designada durante el salinismo, a cuya ideología ha servido con gran aplicación, la señora Franco ha sorteado con éxito todos los obstáculos con los que se ha encontrado. Al paso que va, podrá esperar tranquilamente el retorno del autoexiliado en Dublín para, en ese segundo aire del falso hijo de Agualeguas, dejar el INAH para tal vez asumir responsabilidades mayores. Mientras tanto, el patrimonio cultural de los mexicanos sigue estando al servicio de los intereses comerciales y de las fuerzas del mercado.

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