La Jornada sábado 24 de julio de 1999

UNAM: RESTABLECER EL DIALOGO

SOL En los últimos días han tenido lugar una serie de acciones y discursos preocupantes por parte de algunos funcionarios y académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México que, cabe señalar, en poco contribuyen al restablecimiento del diálogo entre las autoridades y los estudiantes en paro --ya no se diga al levantamiento de la huelga-- y, por el contrario, introducen nuevos factores de tensión y desencuentro en la máxima casa de estudios del país.

En primer término, la cuestionable decisión de los representantes de rectoría de suspender unilateralmente el diálogo con los paristas ha conducido a un riesgoso rompimiento de comunicación entre ambas partes. Ciertamente, las conversaciones resultaron arduas y en ocasiones poco productivas, pero en ningún caso desdeñables o estériles. El simple hecho de mantener abierta una vía para el intercambio de ideas, para el planteamiento de las coincidencias y los disensos y hasta para la formulación de quejas y denuncias representaba un notable esfuerzo de apertura, transparencia y tolerancia que no debió ser cancelado.

Por otra parte, es por demás inquietante que entre diversos funcionarios y académicos de la UNAM se considere, con un ímpetu cada vez mayor, el uso de la fuerza pública para desalojar a los estudiantes en paro de las instalaciones universitarias. Desplantes como las denuncias penales --por presuntos actos de despojo-- interpuestas contra los huelguistas universitarios por juristas como Raúl Carrancá e Ignacio Burgoa no contribuyen al restablecimiento del diálogo en la UNAM y a la búsqueda de una solución justa y satisfactoria para ambas partes y son ejemplos de las inclinaciones autoritarias --y hasta represivas-- que han aflorado en algunos sectores de la universidad. Por otra parte, afirmaciones como las vertidas por la directora de la Escuela Nacional de Trabajo Social en el sentido de que el conflicto en la UNAM es un problema de seguridad nacional y que debe actuarse en consecuencia, parecen provenir de los oscuros tiempos del diazordacismo y lindan con la amenaza y la intimidación.

Y aunque en fechas recientes se han cometido una serie de actos reprobables que deben ser esclarecidos, como los incendios en varias instalaciones universitarias o las alteraciones realizadas a parte del patrimonio artístico de la UNAM, en ninguno de los casos puede atribuírsele la responsabilidad de tales hechos a los paristas en general ni resulta legítimo utilizar esos sucesos como argumento para invocar la intervención de la fuerza pública en la universidad o para acusar al movimiento estudiantil de perpetrar sabotajes o actos vandálicos.

Finalmente, ha de reiterarse que sólo mediante el diálogo será posible alcanzar en la UNAM los acuerdos que permitan el levantamiento de la huelga de una manera justa, armoniosa y constructiva. Por ello, cabe exhortar a ambas partes a que, a la brevedad, se sienten nuevamente a la mesa de discusiones a fin de que, mediante el ejercicio de la tolerancia y la conciliación, pongan al servicio de la universidad la creatividad, la inteligencia y el espíritu incluyente que las circunstancias exigen.