Ť Entre 1984 y 1994, desigualdad en ascenso, revela
Pobreza, amenaza para la estabilidad: Conapo
Ť Hubo disminución generalizada de salarios en el periodo 1977-96
Víctor Ballinas Ť Entre 1977 y 1996 los salarios sufrieron una disminución generalizada en términos reales, tanto que las remuneraciones en este último año mostraron niveles similares o más bajos que los que se registraron casi dos décadas antes, revelan estudios del Consejo Nacional de Población (Conapo).
Asimismo, subraya esa institución dependiente de la Secretaría de Gobernación, la realidad que encararon los hogares mexicanos en el periodo de referencia se caracterizó "por una combinación de pobreza creciente, con diez años de desigualdad en ascenso, entre 1984 y 94, y una ligera reducción de la desigualdad en 96".
Hoy se puede afirmar, subraya el Conapo en su más reciente publicación, La situación demográfica de México, editada este mes y que en breve se distribuirá, que "la insuficiencia de ingresos para la subsistencia diaria de las familias no sólo es simiente de la pobreza, sino que pone en riesgo en el corto plazo la reproducción doméstica y social, y en el futuro la estabilidad política, al desgarrar el tejido social que la sustenta".
Aunque el análisis se basa en la Encuesta Ingreso Gasto de los Hogares (Enigh) 1996, hay que señalar que ésa es la última encuesta que se ha efectuado, y que, no obstante ser de ese año, no se hicieron públicos los resultados, sino hasta finales de 1998, una vez que pasaron los procesos electorales de 1997.
Los investigadores del Conapo resaltan en la investigación El ingreso de los hogares en México: una visión de dos décadas, incluida en la más reciente publicación de esa institución, que la caída salarial de los trabajadores del país en esos 20 años estuvo marcada por el incremento del sector informal, la reducción de los ingresos, la participación creciente de la mujer en el empleo, la disminución de la fecundidad y el aumento de los flujos migratorios, en particular hacia Estados Unidos".
El Conapo sostiene que tanto la pobreza como la desigualdad se traducen en una disminución de bienestar familiar; la primera, explica, porque la insuficiencia de ingresos ha exigido, a partir de 1982, mayor esfuerzo de los jefes de familia, así como la incorporación de las esposas, hijos e hijas, a diversas actividades remuneradas para tratar de recuperar la pérdida en sus ingresos.
Por otro lado, ha obligado a los hogares a adoptar diversas estrategias de modificación de los patrones de consumo con el fin de reducir los gastos de la casa. La desigualdad, precisa el estudio, influye también en el bienestar, pero, por el lado de las percepciones sociales e individuales.
Reconoce el análisis del Conapo que, respecto de la pobreza, ha habido un debate continuo con posiciones encontradas acerca de si ha aumentado o disminuido en los años recientes. La información de que se dispone "permite sostener que, al menos entre los dos momentos extremos del periodo ųlas crisis de 1982 y 1994ų, 80 por ciento de los hogares registraron una pérdida real en el ingreso monetario".
Al comparar información estadística de la Enigh de 1977, 1984, 1992, 1994 y 1996, "se advierte que los ingresos reales de los hogares en el 96 son menores que los del 97, salvo en los dos deciles con ingresos más bajos (que son el I y II), porque en ellos el ingreso monetario es el estrictamente indispensable, y no admite reducciones que pondrían en riesgo la existencia misma del grupo familiar", puntualiza el estudio.
Los dos años en que se aprecia la mayor contracción de los ingresos son 1984 y 1996, que manifiestan las crisis de 1982 y 1994, respectivamente. Un rasgo singular, señala el Conapo, es la caída del promedio monetario del décimo decil en esos dos momentos: en 84 pierde 2 mil 500 pesos respecto del momento anterior observado, y en 96 el descenso es de más de cinco mil pesos.
Explica el estudio que esos hogares (del décimo decil, la población de más altos ingresos) "recuperaron con creces la merma de 1982, según se advierte en los datos de 1989, 1992 y 1994, aunque en 96 retroceden a un nivel inferior al que tenían al inicio del periodo".
Conapo subraya que en el caso de los ingresos per cápita, éstos sólo en 96 retroceden a los niveles que tenían en 97, o incluso más abajo. "Llama la atención la reducción del ingreso per cápita a pesar de que, por descenso de la fecundidad, todos los hogares tienen menos miembros".
Los analistas de esta institución de la Secretaría de Gobernación resaltan que la distribución porcentual del ingreso monetario de los hogares por deciles muestra que el primer decil (el que agrupa a 10 por ciento de la población más pobre), "se mantuvo durante 20 años prácticamente con la misma participación en el ingreso total, uno por ciento.
En cambio, los hogares del décimo decil "no sólo recuperaron rápidamente los ingresos perdidos (según el dato de 84), sino que en 89, 92 y 94 acrecentaron su participación relativa en la masa total de ingreso (42, 44 y 45 por ciento, respectivamente), influyendo así en el aumento de la desigualdad en esos años. En 96, esta participación se reduce nuevamente, pero es mayor que en 89 (43 por ciento).
Destacan los investigadores del Conapo que los índices de desigualdad corroboraron que la equidad de la distribución del ingreso de los hogares en las dos décadas analizadas parece estar condicionada al empobrecimiento, pues en 1983 y 1995 se presentaron las reducciones más severas del producto interno bruto (PIB) per cápita.
A raíz de las dificultades económicas de 1982, las mujeres y otros miembros del grupo familiar, en especial en los sectores más pobres, se incorporaron también a la generación de ingresos para hacer un frente común ante la adversidad económica, dando lugar a múltiples transformaciones que alejan a los hogares de la división sexual del trabajo que implica este prototipo familiar.
Para los analistas, en este periodo ocurrió una transformación en la fuente primordial del ingreso. Así, resaltan, se tiene que las cuatro fuentes de mayor cuantía en el ingreso de jefes o jefas económicas en 96 son: remuneraciones por trabajo para un patrón (salarios), con cerca del 58.7 por ciento; ingresos procedentes de negocios propios (renta empresarial), con 29.6 por ciento, de los cuales 12.8 por ciento corresponde a actividades empresariales agrícolas o pecuarias, y 16.8 por ciento al resto, y transferencia (de otros hogares o instituciones), con 11.8 por ciento.
Los cambios que más llaman la atención, indican los analistas en su estudio, son, por un lado, que las percepciones monetarias procedentes de actividades empresariales redujeron sensiblemente su importancia como generadoras de ingreso para el sostén del hogar y, por otro, se tiene un aumento de ciento por ciento en los hogares que viven de las transferencias: pasó de 5.9 en 1977 a 11.8 en 96.
Esto revela que el ingreso monetario principal procede, en seis de cada diez hogares de este tipo, de la solidaridad familiar o comunitaria (remesas monetarias procedentes del país o del extranjero); en tres de cada diez procede de una pensión (jubilación, viudez, invalidez u orfandad), y en uno de cada diez la transferencia es un subsidio o una indemnización por despido o seguro.
En este periodo, los jefes económicos dedicados a la agricultura disminuyeron de 32.8 por ciento a 13.3 por ciento, y los dedicados a los negocios propios no agrícolas presentan ascensos casi sin retroceso en el periodo referido.