Ť La nueva tumba de Tina Modotti Ť

 

Ť Elena Poniatowska Ť

Ninguno de nosotros sabemos cuándo ni cómo vamos a morir. Tina Modotti lo intuyó, porque se sabía enferma del corazón. Vidali también lo sabía, de allí sus remordimientos.

Tina vio tantas atrocidades durante la Guerra Civil de España, tantos combatientes murieron en sus brazos cuando ayudaba al doctor Norman Bethune a practicar las primeras transfusiones de sangre ųallí mismo, en la trinchera, en medio del fragor de la batallaų, tantos jóvenes la llamaron María en el último instante, en el Hospital Obrero de Madrid, en 1937, que no creo que a ella misma le importara mucho morir.

Tampoco creo que le importara mucho el sitio en que quedara sobre la tierra, aunque a Vittorio Vidali, alias Enea Sormenti y Carlos Contreras, comandante del quinto regimiento, sí le importaba, porque cuando le conté, en Trieste, que Tina aún se encontraba en la sección más pobre del panteón de Dolores ųla de las tumbas más desvalidas, escondida entre las malezas y las hojas secasų y que la lápida ųcon su perfil grabado por Leopoldo Méndez y unas estrofas del poema de Pablo Nerudaų estaba cuarteada, se le nublaron los ojos.

Para localizar la tumba de Tina había que consultar un libro a la entrada del panteón de Dolores, caminar un kilómetro y dirigirse a una puerta lateral, la que hoy lleva al crematorio.

Tina Modotti

Panteón de Dolores

Clase quinta

Lote 5

Línea 28

Sepultura 26

 

Tampoco el acta de defunción le hace justicia a Tina. Al contrario, en el libro I-2 del Registro Civil, en la foja 100 se dice: día y hora de fallecimiento: se ignora. Lugar de fallecimiento: se ignora. Lugar de inhumación: quinta clase.

Ahora, los italianos de México la recuperan para Italia, para que esté enterrada con ellos en tierra mexicana. Recuperan el polvo de una mujer hoy legendaria, como lo es Frida Kahlo, a quienes alguna vez unieron en una exposición los ingleses en Whitechapel y los mexicanos en el Museo Nacional de Arte (Munal). Recuperan a una militante comunista que se mantuvo en la sombra y a las órdenes del partido (aunque fue una figura importante en el Socorro Rojo Internacional), primero en México, luego en Rusia y después en España.

tina Si Tina Modotti no sobresale como militante, su obra fotográfica resulta sobresaliente y sus fotografías son mexicanas, retratan a México y retratan precisamente a aquellos que van a dar a la quinta sección, a los más pobres de nuestro país.

Entre 1923 y 1929, año en que asesinaron a Julio Antonio Mella cuando iba de su brazo por la calle de Abrahán González (quien por cierto también fue enterrado en México, hasta que los cubanos decidieron llevárselo a La Habana), Tina Modotti se detuvo frente a las pulquerías y las iglesias; retrató cristos crucificados y cristos vivientes ųde esos que todavía hoy caminan por las calles de Méxicoų; compartió la suerte de los obreros y los campesinos en sus mítines y en sus marchas de protesta; trabajó para el periódico comunista El Machete, con Xavier Guerrero, y fue a dar a la cárcel acusada de intento de asesinato del presidente Pascual Ortiz Rubio, al lado de otros luchadores sociales.

Su fotografía primero siguió los pasos del extraordinario Edward Weston, pero ya cuando Tina pudo volar con sus propias alas, voló hacia su infancia de niña hambrienta en Udine, hacia Sacco y Vanzetti ųlas actividades contestatariasų, y escogió el México de los más pequeños y de los más olvidados. En el primer tiempo de sus años mexicanos ya Tina Modotti había dado de qué hablar. Actriz en Hollywood, gitana y femme fatale, posó desnuda en la azotea para Weston y escandalizó. Posó desnuda para los murales de Diego Rivera en la capilla de Chapingo y escandalizó. Los hombres se enamoraron de ella (los hombres captan la aceptación absoluta que de ellos hace una mujer y la totalidad de su entrega, y Tina fue una mujer total), y cuando José Magriñá ųal servicio del dictador cubano Gerardo Machadoų asesinó a Mella, el escándalo fue mayor y los periódicos de México publicaron desnudos y cartas, la acusaron de disoluta, hablaron de crimen pasional, no la bajaron de "veneciana perversa" y Mata Hari del Comintern, y bastaron cinco días para que destruyeran su reputación. Fue entonces cuando Tina adquirió su verdadera estatura. En medio del furor desatado en su contra, sin apoyo de los azorados comunistas que no sabían qué hacer, mostró su verdadera esencia: la libertad que siempre la rebasó y guió todos sus actos e hizo que los muralistas y pintores, los escritores y los estridentistas la amaran y la integraran al proceso histórico del país que estaba creándose después de la Revolución, y la consideraran parte de la cultura en formación.

México entonces resultó formidable. El llamado Renacimiento mexicano fue la piedra imán que atrajo a nuestro país a Jean Charlot y Pablo O'Higgins, a Katherine Anne Porter y D.H. Lawrence; el reconocimiento a los indígenas y a la grandeza de su pasado; la alfabetización de los campesinos; el desinterés y la nobleza de las escuelas de pintura al aire libre de Ramos Martínez; las brigadas culturales que viajaban a los pueblos más olvidados para enseñar a leer y a escribir; el Café de Nadie; la originalidad de los artesanos populares, entonces extraordinarios creadores, y la amistad con los grandes de la época: Rivera y Orozco, Maples Arce y List Arzubide, y la notable familia Marín, Lola y Manuel Alvarez Bravo, Francés Toor y Anita Brenner, las dos apasionadas de un país único en el que todo estaba por hacer, todo por descubrir.

Si Tina al regresar a México en 1939 ya no quiso ver a sus amigos, es porque ya no era de ellos, no les pertenecía, esos tiempos felices ahora ya no importaban, tampoco era la María Ruiz Sánchez de la guerra de España, la miliciana, la enfermera, la activista del Socorro Rojo Internacional, la que se había entregado porque era un movimiento natural de su alma. Parecía querer vivir en blanco, sin señas de identidad, pero sobre todo sin lazos ni pasiones. El pacto germano-soviético le dio la puntilla. No podía entender las explicaciones que le daban los articulistas de El Popular ni la aceptación del propio Vidali. Tina lo vivió como una traición a sus ideales. Como que ya la pira la había consumido o, como dicen los hombres del campo, había acabado de estar. Vidali la engañaba, pero esa traición no era mayor que la de sus creencias, la de su lucha. Vivió en 46 años mucho más de lo que muchos viven en 80, su vida era ųcomo dice el lugar comúnų una novela.

Nacida en 1896 en Udine, en la región del Friuli, cerca de Venecia, Tina murió del corazón en un taxi, el 5 de enero de 1942. Cuando el taxista volvió la cabeza su pareja ya no le respondió. La llevó entonces a la Cruz Verde. Allá llegó Vittorio Vidali a reconocerla. Parecía una joven con su traje negro, su camisa blanca, su boca semiabierta, el rostro quieto, el pelo de raya en medio alisado hacia atrás, y en su bolsa un pañuelo, un llavero y una fotografía tamaño mignon de Julio Antonio Mella.

"ƑQué se hace a la hora de morir?" pregunta Rosario Castellanos. ƑQué hizo Tina? ƑVolvió el rostro hacia la ventanilla del taxi? ƑPensó que no era verdad lo que estaba sucediendo? ƑAgradeció su muerte y tuvo tiempo para considerar que era una buena muerte? Hoy ustedes, italianos del Instituto Italiano de Cultura, de la embajada y de la Asociación Italiana de Asistencia, a iniciativa de una mujer, Giuliana dal Piaz, después de 57 años, la envuelven en su abrazo tardío pero abrazo al fin. šOjalá y este abrazo le dé al polvo enamorado de Tina un poco del calor que finalmente la vida le negó!

Palabras pronunciadas en la inauguración de la estela de Tina Modotti en la sección italiana del Panteón de Dolores.