Los partidos de oposición afrontarán en las próximas semanas una cuestión crucial: o establecen una alianza para afrontar al PRI en las próximas elecciones presidenciales o preferirán intentar el triunfo cada quien por separado. Quien vaya a decidir tendrá que enfrentarse a los siguientes hechos:
1.ų El sistema presidencialista está dañado severamente. El partido del Estado no es ya único. La oposición es mayoría (aunque no controla) en la Cámara de Diputados y gobierna un tercio de las gubernaturas estatales. Pero el Ejecutivo federal y una élite cada vez más limitada de dirigentes ejercen un poder incontrastable sobre la vida nacional.
2.ų La única reforma política importante del sexenio es la independencia de la autoridad electoral. Pero las elecciones mexicanas están muy lejos de ser transparentes. El poder presidencial puede manipularlas para determinar quién es el triunfador sobre todo en los casos de competencias muy reñidas. A principios del sexenio se produjeron procesos inobjetables. Pero este avance se está revirtiendo rápidamente. Se han puesto en marcha mecanismos de inducción y de compra de voto, que no están prohibidos ni son castigados por la ley. La negativa del PRI de reformar el Cofipe para impedir estos abusos es elocuente.
3.ų Las elecciones recientes en el estado de México pudieran ser un ensayo de las elecciones federales del próximo año. El testimonio de corresponsales extranjeros, observadores y periodistas mexicanos no deja lugar a dudas. Gracias a amedrentamientos y a una derrama de regalos y pagos en efectivo por varios cientos de millones de pesos, el PRI pudo inducir unos 250,000 votos y garantizar el triunfo de su candidato. No hay ninguna razón para pensar que un aparato así no pudiera funcionar en las elecciones federales.
4.ų Las diferencias en las propuestas políticas de los opositores son insignificantes. Votaron juntos la reforma electoral y seguramente aprobarían la mayoría de los temas de una reforma del Estado. Los enconos que los han dividido carecen de importancia, si sólo nos atenemos a las concordancias específicas.
5.ų Los partidos de oposición deben de entender que ninguno de ellos llegará a la Presidencia de la República ni podrá iniciar su propio programa de reformas por sí solo. Hasta donde alcanza la vista ninguno de ellos podría ganar la presidencia y el control de las dos cámaras federales. Es cierto que ha crecido la popularidad de Fox y que ha disminuido la intención del voto a favor de Cuauhtémoc Cárdenas. Pero no hay duda de que el PRI ha dirigido las baterías por ahora contra el PRD y las va a dirigir en cuanto sea necesario contra el gobernador de Guanajuato. Los programas gubernamentales, los medios electrónicos, muchos periódicos y los más importantes constructores de imágenes van a trabajar a favor del candidato oficial y en contra de cualquiera de los candidatos de oposición que despunte.
6.ų Salvo un (indeseable) colapso económico o una (muy improbable) división del PRI, éste tiene grandes oportunidades de alcanzar al menos el 40% de votos. Si los opositores divididos hacen una mala campaña no es imposible que el PRI, gracias a la cláusula de gobernabilidad, pudiera alcanzar la mayoría en las dos cámaras y la Presidencia de la República, es decir, la restauración del viejo sistema. De nada serviría a los opositores en estas circunstancias tener el voto de la mayoría de la población.
7.ų Aquellos que creímos durante un tiempo de la voluntad del presidente Zedillo en conducir un proceso de transición ahora estamos seguros que ni él, ni Labastida, Madrazo o Bartlett, ningún otro candidato que salga del PRI dejará de buscar la restauración. Una creciente evidencia es la vinculación de la élite en el poder a negocios irregulares, incluso una influencia directa del tráfico de drogas en la política vigente. En estas condiciones el cambio democrático y la inevitable rendición de cuentas es un escenario totalmente indeseable para la élite que nos ha gobernado.
8.ų Si los candidatos opositores pierden, por haberse separado, las elecciones en el 2000, se producirá una crisis poselectoral adentro de los partidos y es probable que toda una generación de líderes sea sustituida. Los opositores podrían ver también las cosas desde otro ángulo. Lo que conviene a México.
a) La democracia del voto que pudiera terminar, a pesar de la pluralidad de los partidos, en una nueva forma de hegemonía presidencial. La transición podría volverse ''una agonía inacabable''.
b) Lo grave es que la operación del sistema semiautoritario es cada vez más deficitaria. Imposible pensar en la recuperación económica o en la estabilidad social mientras las decisiones de política económica se sigan tomando en una forma tan centralizada e inconsulta.
c) La decadencia no se estanca. Avanza y no tiene límite. Pero la paciencia popular sí y la voluntad de los violentos también. Sabemos que hay presencia de grupos armados en 18 estados de la República. La desigualdad social ųpercibida con claridad por la poblaciónų irá alimentando la tendencia a la insurrección que primero pudiera presentarse en brotes aislados y después generalizarse. Si la democracia del voto no opera, la población le quitará el escaso respaldo que le ha dado hasta ahora. Los observadores norteamericanos están cada vez más preocupados por estos síntomas. Pero seguirán apostando al sistema presidencialista mientras éste pueda dividir a sus enemigos. Los opositores ya no pueden permanecer ciegos ante estos hechos.