La Jornada Semanal, 25 de julio de 1999



Ernesto Flores Vega

Las artes sin musa

Los insatisfechos de Wilco

A Frida

He escuchado el futuro del rock estadunidense y se llama Wilco.

Exagero y ofrezco disculpas por ello. Pero así han exagerado grandes, medianos y pequeños reseñistas cuando descubren algo que sienten que los demás, los más posibles, deben conocer. Jon Landau escuchó alguna vez a un desconocido de nombre Bruce Springsteen, y juró y perjuró que había visto el futuro del rock. Y acertó.

He escuchado, pues, a un magnífico grupo de rock que toma lo mejor del pasado y con él expresa los sentimientos de siempre: la furia, la tristeza, la incomodidad ante la apatía, el deseo de cambio, el desamparo emocional, el estira y afloja en la pareja. Pete Townshend dijo alguna vez que el rock era música de insatisfechos. Wilco es un grupo insatisfecho.

Hoy existen muchísimas bandas deambulando por el amplio circuito del rocanrol gringo. Hay géneros y subgéneros para todos los gustos imaginables. Hay Marilyn Mansons, Korns y Holes. A Wilco se le han colocado todas las etiquetas. Si me preguntan a qué suenan, puedo decirles que al pasado (presente perfecto) más glorioso del rock clásico: a Stones, a Byrds, a Beach Boys, a Beatles, a Velvet, a Creedence.

Wilco tiene una historia que contar. Todo comienza con un grupito de country-punk de Belleville, Illinois, llamado Uncle Tupelo, encabezado por Jay Farrar y Jeff Tweedy. Tras cuatro discos de riguroso culto, aclamaciones de la crítica y escaso éxito comercial, truena Uncle Tupelo y se divide en Son Volt, lidereado por Farrar, y en Wilco, encabezado por Tweedy.

La visión americana de Wilco y Tweedy no es complaciente. No hay, a lo largo de sus tres discos (cuatro, si se cuenta Mermaid Avenue, realizado en colaboración con Billy Bragg a partir de letras sin música de Woody Guthrie), esa actitud facilona de ``vivimos en el lugar más chingón del planeta y nos la estamos pasando de poca madre''. Sus mejores canciones hablan de winners y loosers, de soledades entre la multitud, de escepticismo ante realidades contradictorias, de paradójica reserva frente a la iconografía del éxito y el star system. En Being there, un álbum doble que fue justamente comparado con el Exile on main street, de los Stones, Tweedy y compañía incluso ponen en duda la trascendencia del rocanrol, de sus mitologías y fanatismos, de sus autógrafos y veladoras colocadas ante el póster del ídolo. Being there es, también, un atisbo necesariamente intimista a la soledad de la estrella pop.

Summerteeth, su más reciente entrega, es un salto creativo que los despoja de la limitante etiqueta de grupo de alt-country o country alternativo, whatever that means. Musicalmente, es un festín de la mejor música pop posible. Treintañeros con pasado y raíces, los integrantes de Wilco no sienten pena de emular los ardides autorales de Brian Wilson o de incurrir en las travesuras ingenieriles de Phil Spector. Summerteeth es un disco de coritos, melotrones y uno que otro sintetizador aquí y allá; pero también de folk contemporáneo altamente emotivo y de rocanrol sin complicaciones, pero con mucho veneno: buen rocanrol, pues. Clásico.

Muchos no saben -no tienen por qué saberlo- que el nombre del primer disco de Uncle Tupelo (en realidad de una vieja canción country de la familia Carter) dio origen a todo un movimiento en el mundo anglosajón: No depression. Hoy en día el californiano Beck mezcla el hip-hop con el folk y los británicos Gomez (así, sin acento) ganan el Mercury Prize con un disco que parecería compuesto hace tres décadas por The Band. Fin de siglo y vuelta a las raíces. ¿Eterno retorno? Llámenlo como quieran. Pero si uno se libera de prejuicios auditivos, que los hay, disfrutará las posibilidades sonoras del dobro, del mandolín o del banjo. A.M., el primer disco de Wilco, es un buen ejemplo de que estos instrumentos no pueden estar reñidos con el buen rocanrol. A contracorriente de lo que dicta el mercado, Tweedy también tiene un proyecto paralelo: el grupo Golden Smog, en el que se dan cita integrantes de Soul Asylum, The Jayhawks y Big Star.

Tweedy es de esos cantautores que la prensa musical gusta de convertir en leyenda. Sus habilidades lo sitúan como heredero de Neil Young o Tom Petty. Sus reservas frente a la industria discográfica lo emparentan con Kurt Cobain o Eddie Vedder. Sus gustos explican la hibridez del estilo de Wilco: de chavo escuchaba lo mismo a The Clash que a Hank Williams.

Una constante llama la atención en sus composiciones: la melancolía. Se nota que Tweedy le hace el feo al Prozac y gracias a ello ha logrado componer pequeñas gemas como ``Red-eyed and blue'' y ``The lonely 1'', incluidas en Being there; o la verdaderamente intensa ``Via Chicago'', del nuevo Summerteeth. ``Anoché soñé que volvía a asesinarte/Y me sentí muy bien'', son las primeras dos líneas de esta canción. Ante las preguntas de los que creyeron ver a un abusador de mujeres agazapado, Tweedy respondió: ``La canción es acerca de mí. Es más como un nota de suicidio. Mucha gente tiene pensamientos de este tipo, pero les da miedo expresarlos porque les preocupa que la gente diga: `no, no lo hagas'. Pero no, no voy a matarme. No tengo deseos de hacerlo.''

Quizá Wilco no sea el futuro del rock estadunidense. Quizá comparta esa posición con Pavement, Yo la tengo, Mercury Rev o Built to spill. Quizá sólo sea una pequeña banda de rocanrol que aprende del pasado y canta sobre el presente. Summerteeth es, por lo pronto, uno de los mejores discos del último año del milenio. Allá ustedes si se lo pierden.

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