PRD: DESCONFIANZA Y AFAN DEMOCRATICO
Tras el fracaso de las elecciones internas perredistas del 14 de marzo pasado --anuladas poco después en vista de las extendidas y graves irregularidades que hubo--, el domingo anterior el partido del sol azteca realizó nuevos comicios en buena parte del territorio nacional para seleccionar a su próxima directiva. De acuerdo con la información disponible, en la jornada de anteayer las prácticas indebidas ocurrieron en mucho menor escala y --también a diferencia de lo ocurrido en marzo, cuando se produjo una suerte de empate-- los resultados permiten prefigurar el triunfo claro de una de las planillas contendientes. A estos hechos positivos debe confrontarse el dato de la menguada participación de la militancia y la ciudadanía, fenómeno que refleja la carga de desconfianza generada por los desaseos cometidos en el primer proceso.
Con todo, resulta esperanzador que el PRD haya sido capaz de corregir, en forma institucional, la mayor parte de las fallas e irregularidades de sus comicios internos anteriores y el que sus integrantes hayan dado muestras del tesón democrático que se requería para repetir la empresa. A pesar de las evidentes debilidades organizativas, del elevado abstencionismo y de las acciones fraudulentas, esta vez marginales, la determinación de una de las tres principales fuerzas partidistas del país de elegir democráticamente a sus dirigencias representa un avance y una aportación a la cultura política nacional.
En otro sentido, los comicios internos perredistas, con sus aspectos afortunados y desafortunados, ponen sobre la mesa el tema de la construcción de liderazgos democráticos al interior de los partidos y los formidables obstáculos a los que debe enfrentarse esa tarea. Por una parte, los institutos políticos carecen de los recursos y de los instrumentos requeridos para organizar, vigilar y resolver de manera plenamente satisfactoria procesos electorales internos. El propio partido gubernamental, con todo y sus vastísimos recursos, carece de un padrón de militantes como para organizar unas elecciones primarias, como lo reconoció hace algunas semanas uno de sus dirigentes. Por otra parte, las autoridades electorales públicas carecen de atributos legales como para participar de alguna manera en las acciones de selección de las jefaturas partidistas. Aun si se facultara por ley al Instituto Federal Electoral y a los institutos electorales estatales para eso, el tema es polémico y no es seguro que tal intervención fuera deseable.
Finalmente, la normalidad general que caracterizó la elección interna perredista del domingo pasado constituye un punto de referencia inevitable en la negociación entre Acción Nacional y el PRD de cara a la conformación de una amplia alianza opositora, toda vez que una de las diferencias principales para avanzar hacia candidaturas de unidad es, precisamente, el método a emplear para escoger a los aspirantes.