La pluriculturalidad y la gestión pública en la Ciudad de México*
Magdalena Gómez
Abordaré la cuestión de la pluriculturalidad en el escenario nacional, con rasgos muy genéricos, para valorar desde esa óptica las políticas y programas que el actual Gobierno del Distrito Federal ha definido. Y paso a las advertencias: en materia de pluriculturalidad el punto de partida es su dimensión indígena sin desconocer que en nuestro país existen minorías migrantes de diversos países. También anoto que este esfuerzo local es resultado indirecto de la emergencia política de los pueblos indígenas a raíz del levantamiento zapatista y el proceso de diálogo de su dirigencia con el Gobierno Federal.
Sin embargo, si bien ubicamos esta coyuntura propicia, importa centrar el origen del problema y su naturaleza. Durante los últimos cinco años hemos discutido en México sobre pluriculturalidad con la intensidad y beligerancia que lo hicieran en el siglo XIX respecto al proyecto de Nación. Que tal debate esté hoy presente no significa que estuviera ausente en aquellos tiempos. Cuando se desató la ofensiva liberal contra las tierras comunales se estaba perfilando la oferta de la "modernización" por la vía del libre acceso al mercado de trabajo. De la misma manera se hizo cuando se consolidó la visión de que nuestro punto de unión como Nación se consolidaba en el mestizaje. Ni que hablar de las sucesivas revoluciones donde los indígenas pusieron los muertos pero no tuvieron liderazgo político ni programático.
Nuestra historia guarda también grandes muestras de racismo. Poco se conoce que cuando perdimos la guerra frente a Estados Unidos, en 1848, uno de los argumentos de los políticos norteamericanos en contra de la anexión fue precisamente la masiva presencia indígena; así, se afirmó que no podría mezclarse a los europeos americanizados con un país que de seis millones y medio de habitantes contaba con cuatro millones de "infrapoblación": El congresista John Milton Niles expuso "La idea de reunir los destinos de esta libre y gran república a los de un país como México, es sorprendente y debe llenar de alarma el espíritu de cualquier persona reflexiva. ƑEn qué otro país de la tierra podemos encontrar combinados todos los males de raza, gobierno, religión y moral? Y si es que existen otros males seguramente se encontrarán ahí".1 Ahí está nuestra historia y ahí sus paradojas. Como parte de ellas anotamos que la rebelión zapatista dio inicio el día que entraba en vigencia el TLC.
Estos ejemplos ilustran el contexto en que se produjo la exaltación de una identidad nacional mestiza que declaró oficialmente la muerte de la presencia indígena para ubicarla dentro de nuestro "pasado glorioso". Esta llamada "cruzada civilizatoria" perfiló una ideología dominante respaldada por una Constitución que organizó un Estado y sus instituciones para fortalecer el ideal de la mexicanidad y dotar a los integrantes de la nación de un amplio capítulo de garantías fundamentales. Así se consumó la exclusión de unos pueblos y unas culturas.
Mientras este proceso se consolidaba, los pueblos indígenas mantenían con mayor o menor vigor sus culturas, formas de organización social y política, su cosmovisión; siempre amenazados por el modelo de desarrollo económico y sus avales jurídicos, les fueron despojando de sus tierras y territorios y con ello vulnerando el sustento material como pueblos.
Como reacción, las dos últimas décadas cobró fuerza un movimiento social de los pueblos indígenas para demandar el reconocimiento jurídico a sus derechos históricos. Entre otras implicaciones de este planteamiento podemos señalar que significó un ajuste de cuentas con el indigenismo oficial que, infructuosamente, durante los últimos 50 años ha pretendido ubicar a estos pueblos como objeto de asistencia antes que sujetos de derecho.
Son múltiples las implicaciones del planteamiento pluricultural. Entre ellas destaco que el hecho de que nuestras ciudades estén abordando esta problemática desde su gestión local como parte de la agenda de las políticas públicas, indica que algo han logrado los pueblos indígenas con su persistencia y su resistencia a pesar del anonimato cultural impuesto desde nuestros orígenes como Estado y como Nación.
Propuesta pluricultural en la Ciudad de México
La ciudad de México es la concentración urbana con mayor presencia indígena en todo el continente americano. En ella se hablan todas las lenguas indígenas del país y vive uno de cada veinte indígenas de la nación.2 Una ciudad, sin embargo, cuyo rostro indígena ha permanecido oculto
Por ello, los pueblos indígenas originarios y la población indígena migrante constituyen para la política social del gobierno de la ciudad un sector de atención prioritario en función de reconocer sus derechos y promover la superación de sus condiciones de exclusión y discriminación.3
Nos hemos propuesto crear condiciones para que los pueblos indígenas en la ciudad no perciban más al Distrito Federal como un espacio ajeno y hostil; para que sea, en cambio, también su espacio propio, una ciudad que se enriquece y necesita de la presencia indígena, una ciudad para todas las culturas.
En tanto se fortalece el marco constitucional, tanto para el derecho indígena como para el Distrito Federal, en el actual gobierno democrático estamos avanzando en la definición de políticas públicas, como una derivación del reconocimiento de derechos a los pueblos indígenas y a sus integrantes, concretamente en el convenio 169, lo que nos permite referir el contenido de dichas políticas al ejercicio de tales derechos. Planteado así se reducen los márgenes de discrecionalidad que hasta ahora han caracterizado las acciones tanto del Estado mexicano como del resto de países en América Latina, incluso en aquéllos donde su población es mayoritariamente indígena.
Recordemos que, en América Latina, la mayor parte de los países tiene muy poco tiempo en que inició el debate y la definición de políticas públicas hacia el sector indígena. En este lance, no parece aún encontrar un punto de encuentro la nueva dinámica de derechos de los pueblos indígenas con las instituciones y proyectos indigenistas, y se tiende a valorar como peligroso el compromiso por el pleno ejercicio de estos derechos ante la evidencia de que su ejercicio conlleva a la confrontación con las dinámicas imperantes en el conjunto de sus aparatos gubernamentales.
No obstante, podemos anotar que hay indicios de cambio: Bolivia y Colombia parecen estar dispuestos a definir una política y una línea institucional de nuevo tipo y acorde al marco constitucional de derechos, siempre con la tensión de la insuficiente participación directa de representaciones de los pueblos indígenas; en cambio en Ecuador, que cuenta ahora con una nueva Constitución con enfoque pluricultural, creó desde el año pasado un consejo para la definición y aplicación de políticas públicas, cuya dirección está ligada orgánicamente al movimiento indígena.
Constituye un reto definir y aplicar una política que promueva la equidad en el sentido de acceso a oportunidades, pero también lo es que dichas oportunidades reflejen crecientemente la pluriculturalidad. Para señalar algunos ejemplos: no basta con garantizar el acceso a la educación cuando dicho servicio no está dotado de condiciones que les permita a los indígenas fortalecer o reconstruir su identidad, empezando por el uso de la lengua indígena; tampoco basta con reafirmar su derecho a una administración de justicia que les respete el derecho al traductor si no se generan espacios de formación y profesionalización de los mismos; no es suficiente con que se hable de respeto a la diversidad si la política cultural y educativa y de medios de comunicación no incluye espacios y actividades donde todos y todas indígenas y no indígenas conozcamos y valoremos la multiplicidad de expresiones artísticas de los pueblos indígenas, nos reeduquemos y aprendamos a eliminar la discriminación.
En el caso de los pueblos indígenas originarios es necesario reconocer la contribución que realizan mediante la producción de bienes y servicios ambientales estratégicos para el conjunto de la urbe y, en particular, como fuente de abasto de agua, saneamiento del aire, preservación de la biodiversidad.
Una política pública urbana de cara a la cuestión indígena
Para este año logramos la coordinación entre 48 dependencias del gobierno de la ciudad, tanto del sector central como de las delegaciones a fin de diseñar un programa de trabajo. Este esfuerzo expresa nuestro interés por definir y operar una política de gobierno en materia indígena que involucre al conjunto de la administración pública.
Es la primera vez en la historia del Distrito Federal que se formula una política de reconocimiento a la naturaleza pluricultural de la ciudad y se valora la presencia indígena, y es también la primera ocasión que en nuestro país se asume que la política en esta materia debe ser tarea del conjunto del gobierno y no de una instancia en particular. Una experiencia así impactará sin duda al resto del país, donde prevalecen los programas fragmentarios que en ocasiones denigran a los pueblos indígenas al ubicarlos dentro de los llamados grupos vulnerables. El programa referido incluye las siguientes acciones:
Una campaña permanente contra la discriminación, por el diálogo y la diversidad cultural, seminarios y conferencias sobre presencia indígena; políticas públicas y análisis legislativo; festivales delegacionales. y de acercamiento de servicios destinados a población indígena dispersa y que carece hasta ahora de espacios de relación comunitaria y de interlocución con las instituciones; actividades de capacitación y sensibilización en las diferentes instancias del gobierno (se están impartiendo talleres y cursos destinados a servidores públicos en materia de derechos indígenas). Particular importancia tiene la capacitación de personal relacionado con las tareas de procuración de justicia. Para ello se han realizado talleres de capacitación a defensores de oficio y jueces cívicos, ministerios públicos y con el personal adscrito a la Dirección General de Reclusorios y Centros de Readaptación Social.
Por otra parte, estamos promoviendo actividades de capacitación destinadas a grupos organizados de población indígena sobre derechos humanos, derechos indígenas, formación de peritos traductores, intérpretes y gestores indígenas, tradición oral y rescate histórico, cooperativismo, capacitación para el trabajo y capacitación en la formulación y ejecución de proyectos productivos.
Se está revisando a la vez la normatividad operativa de los servicios del gobierno para adecuarlos a la diversidad cultural y a la especificidad indígena; ya opera, en ese sentido, con el registro civil. Se brinda asesoría jurídica a la población indígena y ya dio inicio al programa de abogados itinerantes para acercar los servicios jurídicos a esta población.
Además se desarrollan, en el rubro de servicios directos, actividades de diagnóstico optométrico y nutricional con pueblos originarios y poblaciones migrantes para dotación de lentes y atención en casos de desnutrición; canalización y seguimiento en problemas de emergencia como detenciones, personas extraviadas; organización de los tianguis artesanales itinerantes; programas de desarrollo comunitario para la protección, preservación y promoción de recursos naturales, y el programa de alfabetización, dirigido a comerciantes ambulantes indígenas del Centro Histórico.
Por su parte la Delegación Xochimilco conjuntamente con la Dirección General de Equidad y Desarrollo Social promovieron la Casa de los Pueblos Originarios del Distrito Federal que viene a sumarse al Centro de Atención a la Población Indígena Migrante creado el año pasado. Este es un espacio de encuentro y atención para los pueblos indígenas originarios del Distrito Federal en donde se brinda atención jurídica especializada y capacitación en diversas materias, destacando la agraria, la ambiental así como la relacionada con patrimonio cultural.
Perspectiva
El pluriculturalismo que impulsamos desde el Gobierno de la Ciudad se reconoce como un espacio de cuestionamiento al proyecto vigente de Estado-Nación. Es inútil que intentemos trivializar esta implicación. En México vivimos un proceso de transición a la democracia dentro del cual los pueblos indígenas han colocado en el orden del día el asunto de la naturaleza pluricultural de la nación mexicana. Hoy ninguna fuerza política ni social puede pasar de largo frente a esta implicación. Lo que está en juego es si aún somos capaces de establecer un nuevo pacto social donde la pluriculturalidad y la diversidad se reconozca en todas sus manifestaciones. La arena del debate se ubica en el escenario jurídico y en el marco de la reforma del Estado; en su antesala está la demanda indígena.
1 Speech of Hon. John M. Niles of Connecticut on the War with México. Delevered in the Senado of the United States. 9 de febrero de 1848, Washington, printed at the Congresional, Globe Office, 1848, p.11.
2 Las principales lenguas habladas en esta zona son: el Nahuatl con 52,483 hablantes (25,556 en el D.F. y 26,927 en la zona conurbada respectivamente), el Otomí con 32,321 (16,495 y 15,826), el Mixteco con 30,776 (13,930 y 16,846), el Zapoteco con 25,969 (14,119 y 11,850), el Mazahua con 12,827 (7,846 y 6.963), el Mazateco con 7,677 (4276 y 3,401), el Totonaca con 6,556 (3,036 y 3,520), el Maya con 3,608 (2,278 y 1,330) y finalmente el Mixe con 3,601 (2,020 y 1,581).
3 Los indígenas en la zona metropolitana desempeñan de manera irregular diversos oficios tales como albañiles, cargadores, macheteros, lavacoches, comerciantes ambulantes y semifijos, domésticas, artesanos, carpinteros, taqueros, agricultores, empleados principalmente en actividades de vigilancia y seguridad como policías y soldados. La mayoría de quienes se dedican al comercio ambulante se concentran en el centro de la Ciudad de México (Del. Cuauhtémoc), donde encontramos a grupos de mazahuas (que incluso ya han interiorizado el estereotipo de "Marías" y se reconocen a sí mismas como tales) de triquis (cuentan con un local que si bien no es propio tienen ya habitándolo 10 años, ellos venden principalmente ropa típica tejida y bordada a mano), de nahuas (elaboran artesanías y muebles de madera así como dibujos en papel Amate), estos grupos proceden de varios estados de la República. Los fabricantes de papel Amate de San Pablito, Puebla, los pintores de Xilitla, Guerrero, los fabricantes de muebles de madera de pino de Zongólica, Veracruz.
Se ha vuelto ya un punto de reunión la explanada del metro San Lázaro, que idóneamente es la terminal de autobuses del oriente donde llegan pobladores originarios de Puebla, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, etc., es ahí donde regularmente sufren el despojo de sus escasas pertenencias al llegar a la ciudad.
* Versión resumida de ponencia presentada en la segunda reunión de la Red Latinoamericana de Ciudades por la Paz; La Paz, Bolivia, 16 a 18 de julio de 1999.