n Yutu tata. Arbol de la vida, segundo disco de la artista


Cuando canto, la entrega de mi alma es lo mayor: Lila Downs

n ''Busco siempre cómo decir lo antiguo con lenguajes nuevos''

Angel Vargas n El destino de Lila Downs quedó marcado desde sus primeros días de existencia, cuando su ombligo fue enterrado por las ancianas manos de la nanañú (abuela, en mixteco) debajo de un maguey de la sierra oaxaqueña, para asegurar así por siempre su regreso a la tierra originaria.

Esa creencia propia de ''la gente de nube", los indígenas mixtecos, ha rebasado los planos de la vida personal de esta cantante y compositora, al también delimitar en esencia su preocupación artística, así como su trabajo.

Y es que gran parte de los proyectos que ella emprende están cobijados por un sentimiento profundo hacia sus raíces indígenas, esa parte mística y ritual que, junto con su ascendencia anglosajona, la define como un ser mestizo.

Hija de madre mixteca y padre estadunidense, Lila Downs confirma en su segunda producción discográfica, Yutu tata. Arbol de la Vida, el rencuentro con esa raza cósmica originaria de tierras americanas, ya que retoma imágenes de algunos códices precolombinos para ofrecer una versión de la historia de su pueblo.

Indica la intérprete que la profunda carga de símbolos y conceptos en tales documentos prehispánicos descubre una realidad increíble y esencial, perteneciente a un mundo en el que todos los elementos están impregnados de un halo mágico y en el que la vida y la muerte convergen para, a la postre, representar lo mismo.

 

Desentrañar una cosmovisión ancestral

 

Más que rescatar o difundir, explica, el interés por desentrañar esa cosmovisión ancestral obedece al deseo de compartir la belleza que en ella se encierra, además de que en estos tiempos de incertidumbre es imperativo voltear hacia esa parte de la cultura mexicana que aún permanece dormida.

Abunda: ''Este tipo de conocimiento sí existe en nuestra conciencia, pero fue adormecido intencionalmente ante la realidad y las situaciones que vivimos, ante la invasión de la televisión y de la propuesta cultural de nuestros vecinos gringos. Es muy necesario que alguien nos recuerde nuestros orígenes, porque permanecen soslayados en algún lugar de nuestro ser que hemos encubierto".

Si bien la temática del quehacer de la cantante se sustenta en esa inquietud primigenia, el aspecto musical e interpretativo que propone está definido por preocupaciones más contemporáneas e, incluso, de vanguardia. ''Desde siempre, mi búsqueda ha consistido en cómo decir lo viejo, lo antiguo, con lenguajes nuevos".

Tal combinación obedece a su origen bicultural y es muy perceptible en Yutu tata. Arbol de la vida. Integrado por 13 piezas, siete de las cuales son composiciones originales, en el disco se sincretizan historias y tradiciones de las antiguas culturas mexicanas, cantadas en mixteco, zapoteco, náhuatl y español, con arreglos acústicos que ofrecen un ambiente más actual, aunque respetan los sonidos naturales de instrumentos utilizados en el pasado mesoamericano.

En esta grabación, al igual que en la anterior, La Sandunga, la también antropóloga hace gala de su mayúscula capacidad interpretativa, así como de su peculiar estilo, caracterizado por un amalgamamiento musical en el que lo mismo se traslucen la ópera, el gospel, el blues y el jazz que los sonidos y colores tradicionales del México antiguo.

Luego de rechazar que su propuesta se inserte dentro de lo folclórico, Lila Downs señala que en la actualidad trabajos como el suyo comienzan a proliferar a nivel mundial, ante la necesidad de los seres humanos por regresar a sus orígenes.

''Se trata de un movimiento llamado world music (música del mundo), en el que los artistas y el público mismo buscan sus raíces; quieren identificarse con algo más profundo y espiritual y, a la vez, con lo que sucede en su entorno. Esto es más que una moda, ya que a la música se le considera un espacio de conciencia muy sutil."

Convencida de que ''uno no debe obedecer a nadie, sino a lo que proviene del corazón", expresa que en el arte encontró ''una fuerza increíble" que jamás imaginó posible, ya que el artista, define, es un ser que mediante el desempeño honesto de su oficio siempre está en busca de la verdad. Por eso, cuando canto, ''la entrega de mi alma es lo mayor".

 

Un ''códice cantado''

 

El gusto en ella por la música y por el canto es algo que se remonta a los traviesos días de la infancia: ''Desde los siete años me gustaba cantar mucho con los discos de Lucha Reyes, Lola Beltrán, Flor Silvestre, Antonio Aguilar, pero también con los de Janis Joplin, Miles Davis, John Coltrane y, más tarde, me interesé por Bob Dylan. Fue algo natural que se me dio".

Sin embargo, señala que en una época de su vida no quería saber nada del arte: ''Me hacía sentir muy vacía, ya que es un ambiente muy vanidoso, además de que cuando estaba estudiando ópera mi maestro me pedía que vistiera con un estilo más europeo y eso no me gustó, pues significaba negar todo lo que yo era. Entonces opté por estudiar antropología".

Cuenta que decidió reincorporarse al canto cuando, al estar haciendo su tesis, descubrió la magia y el simbolismo de la vida de las mujeres triquis. ''Al conocerlas y estudiar su concepción de la vida, me pregunté qué era lo mejor que yo hacía, y me respondí: cantar. Así fue como decidí intentarlo nuevamente".

Luego de vivir en Filadelfia, donde aprendió los secretos técnicos de los cantantes negros, Lila Downs regresó a México, primero para grabar La Sandunga, con temas tradicionales de Oaxaca, y ahora para dibujar con su voz este ''códice cantado" que es el Yutu tata. Arbol de la vida.

Debajo de la Sierra Mixteca, el ombligo enterrado por la nanañú cumple su cometido.

(El segundo disco de Lila Downs será presentado hoy, a las 21:30 horas, en el Péndulo de la colonia Condesa, en avenida Nuevo León 115. Además, la cantautora realizará un tour de cuatro meses que, entre otras participaciones, incluirá los festivales Cervantino, en Guanajuato; el de la Raza, en el Zócalo del DF, y el de Música Sagrada, de Los Angeles, California.)