Aún en huelga, y ya algo larga, la UNAM acrecienta su potencial de enseñanzas para todo el país. A las arrojadas durante más de cien días, ahora se suma la posibilidad de enseñar cómo se resuelve de manera creativa un conflicto. Y esa enseñanza sería de enorme valor ante los conflictos cada vez más explosivos del México ``moderno'', neoliberal.
Entre muchas otras cosas, la UNAM ha enseñado que no toda la juventud mexicana está desahuciada en el invernadero de la generación equis. Al menos en esa universidad -lo que confirma su singular valía- todavía hay un buen número de jóvenes dispuestos a luchar no sólo por sus ideales, sino también por el derecho a la educación de las futuras generaciones. Los estudiantes de mañana, y no los de hoy, son a quienes hubiese afectado el aumento de cuotas que hizo detonar la huelga. Pocas cosas, como una juventud idealista y combativa, ayudarían más a edificar la nueva nación reclamada por más y más mexicanos.
Los historiadores de esa nueva nación se encargarán de completar los aportes del actual movimiento estudiantil. Y seguramente incluirán el de haber interrumpido el aletargamiento de profesores y demás al tiempo que la UNAM se encaminaba a su desfiguración total. Lo cierto es que la huelga ha entrado a un pantano. La cerrazón al diálogo verdadero y a la negociación sana han vuelto a imponerse con el abandono, por parte de los representantes del rector, de las pláticas iniciadas en el Palacio de Minería. El argumento para el rompimiento de esas pláticas fue tan trillado como recíproco: la intransigencia de la contraparte.
Es necesario, entonces, aclararle a toda la sociedad dónde está realmente la intransigencia. Y de paso aclararle dónde está la (in)congruencia entre el fin que se proclama y los medios que se escogen para alcanzarlo. Todos decimos compartir la meta de fortalecer a la UNAM. Inclusive, hay cierto acuerdo en el camino para alcanzar esa meta. De manera implícita o explícita, ese camino es el de la democracia. ¿O acaso las autoridades creen que la universidad puede fortalecerse sin ningún tipo de participación por parte de los estudiantes, de los académicos y de los trabajadores administrativos? ¿Solitas las autoridades pueden hacerlo? ¿No raya eso en la soberbia? ¿Tiene algo que ver la soberbia con el saber y con la ética universitarios?
Donde evidentemente no hay acuerdo, es en la selección del vehículo para llegar a la meta. Acaso como secuela de nuestra larga cultura antidemocrática, lo que ha predominado en este punto son la rigidez y el dogmatismo. He ahí una gran ocasión no sólo para fortalecer a la UNAM, sino para superar los lastres del pensamiento único, sea de izquierdas o derechas. A nuestro entender son varios, y eventualmente hasta complementarios, los vehículos para transitar el camino que nos lleve al fortalecimiento de la UNAM y, en consecuencia, a la superación de su crisis.
Por ejemplo, uno es el vehículo del congreso resolutivo, ya utilizado en 1990 para terminar la huelga de 1987. Otro podría ser el vehículo digamos de la verdadera cultura universitaria: participación de toda la comunidad en el debate de los problemas fundamentales de la universidad y en la forja de consensos sobre las soluciones más adecuadas, ello a través de foros supervisados en cada dependencia por equipos plurales de universitarios (tipo IFE o Alianza Cívica) que garanticen legitimidad y confianza en todo el proceso de discusiones, lo mismo que fuerza moral y eficacia para hacer respetar sus resultados. Y otro más podría ser el vehículo de la democracia directa e inmediata: someter a plebiscito los seis puntos del pliego petitorio enarbolado por el Consejo General de Huelga (CGH).
Si esos tres vehículos -u otros similares- son rechazados, entonces quedará muy claro de qué lado está la intransigencia, codo a codo con el desinterés en la UNAM y el temor al debate abierto de las ideas, que es la divisa de toda universidad. Si en cambio se logra un acuerdo sobre el vehículo a utilizar para salir del pantano, esta huelga pasará a la historia. Pasará como el detonante de una nueva UNAM por fin acorde con los valores de la democracia y, por ende, mucho más vigorosa. Justamente la universidad que requiere una nación también nueva.
PD: el próximo sábado no podré escribir.