La Jornada miércoles 1 de septiembre de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

El presidente Ernesto Zedillo llega a su quinto Informe de Gobierno en las peores condiciones que antes lo haya hecho mandatario alguno.

No se trata sólo de los problemas acumulados que ahora le estallan en la mano, como sucede con los casos estruendosos de Chiapas y de la UNAM, sino de un estilo político que le llevó de manera consciente a disminuir los ribetes monárquicos del cargo, a gobernar con menos pasión que otros y a enfrentar muchos problemas complejos a partir de visiones personales en las que se combinaron (a veces peligrosamente) características de honestidad extrema, de buena fe, de visceralidad, de terquedad y, a veces, de ingenuidad.

En ese cuadro difícil ha tenido mucha influencia la manera como Ernesto Zedillo llegó al poder: sin buscarlo, sin pelearlo, acaso hasta sin ganas. Nombrado para sustituir al asesinado Luis Donaldo Colosio, sujeto a la obsesión política casi demencial de Carlos Salinas de Gortari, el doctor Zedillo debió gobernar con funcionarios prestados (la mayoría de ellos miembros del grupo impulsado por Salinas de Gortari), distanciado del priísmo cupular, cuyas corruptelas y demagogia detesta profundamente, alejado de los placeres frívolos del cargo (ni pianos conyugales, ni amantes en el gabinete) y muy consciente de que los revoltijos de la política le pueden deparar un lugar difícil, sombrío, acaso de persecuciones o acoso, sobre todo si el salinismo vuelve al poder, por la vía de Roberto Madrazo.

Con esa terrible carga sobre sus hombros, el presidente Zedillo está, por lo demás, encaminado a tomar decisiones históricas, que signan para siempre el nombre y que trascienden las circunstancias del momento.

La vocación trágica

Por una extraña conjunción de tiempos y variables (como si hubiese una vocación trágica, que le llevase a fabricarse escenarios de sacrificio) están a punto de resolución los dos asuntos en los que se han conjugado los defectos políticos (y de carácter personal) del doctor Zedillo. Una resolución que puede manchar las manos o abrir caminos de reconciliación real, vertientes ambas de máxima importancia.

Reprimir a estudiantes en la capital del país para que devuelvan la UNAM, y a indígenas y combatientes del zapatismo en Chiapas, le llevará al doctor Zedillo a recibir los aplausos falsos de la clase política priísta, interesada en la involución política (similares aplausos recibió en su momento Gustavo Díaz Ordaz, de manos de legisladores federales ante los cuales asumió como únicamente suya la responsabilidad por los hechos del 2 de octubre de 1968).

Hoy, en su quinto Informe de Gobierno, con una estructura política maltrecha, con una economía sostenida por los alfileres de los discursos y la inyección de dólares, con una sociedad altamente irritada, con muchos problemas pendientes (entre ellos, de manera peligrosa, los citados de Chiapas y la UNAM), con un adversario político crecido (Salinas de Gortari, que es quien está detrás de la campaña de Madrazo) y con un grueso de ciudadanos listos para juzgar en las urnas al priísmo de décadas, y al zedillismo de los años recientes, el presidente Zedillo tendrá también que optar entre los aplausos estruendosos (acaso hasta que las manos sangren) de quienes desean represiones, endurecimientos, intemperancias, o el aplauso menor, discreto, o acaso el silencio que ni elogia ni censura, de los ciudadanos que hoy ya simplemente desean que las cosas no se compliquen más, y que lleguemos con la mayor civilidad posible al 2000 y a la entrega pacífica y ordenada del poder.

Cosío Vidaurri, líder moral del PRI en Jalisco

Luego de años de ambulantaje, el ex gobernador de Jalisco Guillermo Cosío Vidaurri ha retomado la estafeta del priísmo en la entidad que por su culpa pasó a ser hoy uno de los bastiones electorales del panismo.

Criticado con ferocidad por el estilo de gobierno que ejerció (en el que sus familiares, y especialmente algunos de sus hijos, fueron señalados con insistencia como beneficiarios permanentes de negocios, contratos y otras formas de enriquecimiento particular a cuenta de dineros públicos), Cosío Vidaurri encabezó el sábado recién pasado la ofensiva que el PRI de aquella entidad ha enderezado contra Alberto Cárdenas Jiménez, el heterodoxo panista ultra que ahora está en el poder.

La ofensiva fue múltiple: por un lado, el Consejo Político Estatal del PRI sesionó con toda intención en la tierra de donde Cárdenas Jiménez fue presidente municipal, Ciudad Guzmán; luego, el dirigente estatal del tricolor pronunció un discurso cargado de críticas hacia la gestión del gobernador panista, a quien llamó mitómano y cuyos informes de éxitos administrativos y políticos desmenuzó para demostrar que son falsos; por último, hubo una intervención inusual de Cosío Vidaurri (a quien los estallidos de Guadalajara le dejaron la indeleble etiqueta silenciadora de haber sido un gobernador irresponsable), quien llamó a sus correligionarios a mantener la unidad, y les advirtió de los riesgos de perder el poder que les acechan si no dejan de lado pleitos menores.

La arremetida priísta generó reacciones menores por parte del propio gobernador impugnado, quien toreó con desgano las críticas del líder priísta, pues, expresó, ni quién le haga caso, ni quién le crea nada a tal dirigente, ni siquiera sus propios compañeros de partido.

Los dinosaurios se desperezan

Pero, en el fondo, lo que inquietó a los jaliscienses fue la resurrección del dinosaurismo encarnado en Cosío Vidaurri, cuya figura política identificada con la corrupción y la arbitrariedad fue castigada por los habitantes de aquella entidad con una terrible cuota de votos adversos que, en cambio, le dio al PAN el poder aplastante en cargos legislativos y ejecutivos.

Ese dinosaurismo resucitado se debe ni más ni menos que a las maniobras de un labastidismo desesperado por su debacle frente a la dupla Madrazo-Alazraki. Labastida Ochoa está echando mano de todos los viejos operadores políticos del sistema, los que manejan mapaches electorales, los que pueden pasar con eficacia la charola, los que controlan la información confidencial, los que han hecho negocios con empresarios y políticos a los que ahora con lógica complicitaria piden reciprocidad, los que se preparan para hacer ganar a cualquier costo al candidato oficialista. Basta revisar la lista de operadores políticos del labastidismo para ver entre ellos a personajes tan significativos como Angel Aguirre Rivero, Maximiliano Silerio Esparza y Guillermo Cosío Vidaurri, por citar algunos de ellos.

Astillas: El gobernador interino de Guanajuato, Ramón Martín Huerta, no parece estar dispuesto a que su figura palidezca demasiado frente al recuerdo de la locuacidad de su antecesor, Vicente Fox. Ha dicho el mandatario que el presidente Zedillo es débil porque los miembros de su gabinete y los precandidatos priístas le han ``robado'' el liderazgo, e insiste en que el mandatario federal debe visitar Guanajuato, pues ``en los últimos años'' no ha ido a aquellas tierrasÉ El embrujo mediático hace que se ponga poca atención a la denuncia hecha en Tabasco de que 76 por ciento del presupuesto de la entidad fue gastado en el primer semestre, cuando Roberto Madrazo era gobernador, de tal manera que el sucesor, Víctor Manuel Barceló, ha quedado con unas finanzas insuficientes para atender los reclamos sociales. Evidentemente, el gasto madracista se dio en el lanzamiento de su figura como precandidato presidencial.

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