Borges fue aficionado al cine no obstante su creciente ceguera. No olvidemos que en 1956, es decir, 30 años antes de su muerte, los oftalmólogos le prohibieron leer, escribir y asistir al cinematógrafo. Pero las cosas no fueron siempre así... Cuando Victoria Ocampo fundó Sur, en 1931, Borges empezó a reseñar películas a pesar de la resistencia de la directora a que se ocupase de asuntos efímeros.
Cerca de 17 son las reseñas que Borges publicó en esa revista sobre filmes particulares y aspectos del lenguaje cinematográfico. Entre ellas resulta memorable aquella que escribió a propósito de Citizen Kane (1914), de Orson Welles, que tituló ``Un filme abrumador'' y cuyo párrafo final dice: ``Me atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen Kane perdurará como perduran ciertos filmes de Griffith o de Pudovkin, cuyo valor histórico nadie niega, pero que nadie se resigna a volver a ver. Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es gremial; en el sentido más oscuro y más alemán de esta palabra''. O aquella otra ``Sobre el doblaje'', que informa acerca de esa aberrante costumbre de doblar las películas realizadas en inglés al castellano y que aún persiste en América Latina y España.
Borges decía: ``Hollywood acaba de enriquecer ese vano museo teratológico por obra de un maligno artificio que se llama doblaje, al proponer monstruos que combinan las ilustres facciones de Greta Garbo con la voz de una actriz secundaria. ¿Cómo no publicar nuestra reprobación ante ese prodigio penoso, ante esas industriosas anomalías fonético-visuales?''. O aquella sobre El acorazado Potiomkin, año 25, de S.M. Eisenstein: ``Es uno de los más altos filmes del soviet, un acorazado bombardea a quemarropa el abarrotado puerto de Odessa, sin otra mortandad que la de unos leones de mármol. Esa puntería inocua se debe a que es un virtuoso acorazado maximalista''. Texto irónico que nos informa que aquel entusiasmo por la Revolución de Octubre, que en 1919 dejó asentados en sus poemas expresionistas Los ritmos rojos, estaba cancelado.
A partir de aquellas experiencias críticas que lo aproximaron a grandes realizadores, como él mismo reconoce en el prólogo a Historia universal de la infamia'' escribirá, en 1951, en colaboración con Bioy Casares, y bajo la influencia de Josef von Sternberg, el cinedirector austriaco creador de Underworld y Morocco, dos guiones cinematográficos El paraíso de los creyentes y Los orilleros, recogidos por Editorial Losada en 1955. Pero Los orilleros escaparon de su cárcel de papel en 1975, cuando Ricardo Luna los transvasa a la pantalla en una película del mismo nombre.
Para entonces, las versiones y perversiones cinematográficas de textos borgianos habían sido frecuentes. La inicial fue Días de odio (1953-54), largometraje realizado por Leopoldo Torre Nilson sobre ``Emma Zunz''. A Borges no le gustó la película, a pesar de haber colaborado con el director en la redacción del libreto. El hombre de esquina rosada, sobre el cuento homónimo, también es una cinta malograda. La produjo en 1962 Argentina Sono Films y la dirigió con exagerado folclor, plenos de bailes callejeros, carreras típicas y palos enjabonados el mediocre René Múgica. Tercer filme, Invasión (1968, año de El libro de los seres imaginarios, nueva versión del Manual de zoología fantástica'') fue dirigido por Hugo Santiago. Un año más tarde, la televisión francesa produce una segunda versión de ``Emma Zunz'', mediometraje a cargo de Alain Magron, un filme olvidable.
Entre 1969-70, Bernardo Bertolucci y su colaborador, el guionista argentino Eduardo de Gregorio, realizaron una de las mejores adaptaciones de un texto de Borges al cine, ``Tema del traidor y del héroe'', que se transformó en La estrategia de la araña. Les autres, largometraje manufacturado en Francia en el 74 por Hugo Santiago, vendría a ser el sexto filme. Surge de una proposición que Borges planteó en las líneas últimas de su nota sobre el doctor Jekyll y mister Hyde: ``Podemos concebir un filme panteísta cuyos cuantiosos personajes, al fin, se resuelven en uno, que es perdurable''.
La imagen de Borges circulará en las pantallas en varios documentales, entre otros, Borges (1966), de Luis Angel Bellalba; The inner world of Jorge Luis Borges, de Harold Mantell (Nueva York, 1969); Borges (un passe qui en menace pas... La journé et les nuits), André Canyu y José María Berzosa (París, 1969).