Emilio Pradilla Cobos
Incoherencias de la campaña priísta

La campaña de los precandidatos del PRI a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal se ha sustentado básicamente en ataques sin fundamento ni argumentación al gobierno actual, y está poblada de incoherencias políticas que, sin embargo, muestran de cuerpo entero la naturaleza pasada y presente de ese partido. Ha sido notoria su búsqueda de apoyo en las organizaciones sociales cuya subordinación y control corporativo logró, mediante acciones clientelares, dádivas y favores, corrupción y, aún, violación de las leyes o políticas que el mismo PRI-gobierno aprobaba. En todos los casos, estos corporativos han llevado a cabo acciones de provocación y desestabilización durante los 20 meses del gobierno cardenista.

Silva Herzog, aparente compañero de fórmula del candidato oficial a la Presidencia, Labastida, acusa al gobierno capitalino de reprimir y perseguir a los vendedores ambulantes y sus líderes, y se compromete a ``no combatirlos'' y a buscar soluciones mediante un ``gran pacto'' con sus organizaciones (La Jornada, 10/08/99). Dada su larga ausencia del país, posiblemente ignora la realidad, lo que no exculpa sus equivocaciones. En sus acciones, el actual gobierno aplica estrictamente la norma sobre las zonas donde el ambulantaje está prohibido, aprobada por la mayoría absoluta priísta en la ARDF; ha intentado por todos los medios el diálogo con los líderes corporativos, que no cumplen sus acuerdos, como no lo hicieron en 1992 cuando el gobierno priísta firmó un ``gran pacto'' con ellos. Silva Herzog olvida también que todas las políticas de ``reordenamiento'' ideadas por su propio partido fracasaron ante la magnitud de la crisis social generada por el modelo neoliberal salvaje aplicado por los gobiernos federales priístas y frente a los espurios intereses de los líderes corporativos. Lo que es inaceptable es que defienda a líderes afiliados al PRI, cuya corrupción colocó por fuera de la ley, como a Silvia Sánchez Rico, enjuiciados penalmente. Le recordamos que muy diversos sectores sociales, sobre todo empresarios, han exigido reiteradamente la solución de este ``problema'', aun con el uso de la fuerza, a lo que Cárdenas ha respondido con el respeto a la ley, la prudencia, la lucha contra la corrupción y la salvaguarda del derecho al trabajo para los verdaderos vendedores callejeros, evitando los excesos cometidos por sus antecesores priístas.

Silva Herzog ofreció también ``detener los desalojos'' a invasores de predios en reservas ecológicas (La Jornada, 22/08/99). En esta promesa se conjugan muchas incoherencias. Deja de lado la necesidad imperiosa que tienen la ciudad y sus habitantes de preservar las escasas reservas ecológicas que aún le quedan, las cuales fueron decretadas, aunque no protegidas, por su propio partido. Muestra así la mecánica perversa del PRI-gobierno: decretar, propiciar o dejar violar la norma --con frecuencia mediante la corrupción--, controlar corporativamente a los transgresores, y regularizar luego lo irregular mediante nuevos procesos poco transparentes; así, se ha formado esta gigantesca y conflictiva ciudad. El gobierno de Cárdenas rompió con este esquema, aplicando la legislación.

En siete décadas de hegemonía total, el PRI no resolvió el problema de la vivienda en el país y la capital; su política reciente, privatizadora y de sumisión al capital financiero, ha cerrado las vías por el lado de la oferta --contracción del crédito hipotecario, reglas bancarias usurarias y altísimas tasas de interés-- y de la demanda --incremento del desempleo y la informalidad y reducción drástica del salario real--. El PRI pretende que el gobierno capitalino resuelva en 20 meses el problema, al tiempo que sus diputados y los del PAN cercenan gravemente los recursos presupuestales de 1999 para estos fines, en función de sus intereses electoreros.

Algunos tuvieron la ilusión de que este connotado economista del régimen tomaría el camino de la oposición al PRI y le ofrecieron candidaturas de todo tipo; fueron espejismos. Hoy es obvio que se mantiene como pieza del viejo régimen político, a pesar de las posibilidades que ha tenido de romper con él; y lo peor es que para lograr su objetivo electoral, deja de lado el análisis serio sobre la historia y la problemática urbana y asume las prácticas políticas más deleznables de su partido.