n ''Me propuse buscar el verdadero lenguaje para asumirlo e interpretarlo''


El deseo incumplido, leit motiv de la ópera Salomé: Arturo Ripstein

n La música en el género es tan importante que el libretista siempre pasa a segundo término, dice

n ''Estoy en un terreno desconocido y eso es una buena justificación para la emoción''

Pablo Espinosa n A unas horas de volar rumbo a Europa, donde forma parte del jurado del festival de Venecia, el cineasta Arturo Ripstein afina los detalles de su debut operístico. Es el director de escena de Salomé, ópera de Richard Strauss (1864-1949), a partir de la obra homónima de Oscar Wilde volcada libreto por el alemán Hedwig Lachmann en 1905. Al término del ensayo, concede una entrevista a La Jornada:

-Es recurrente. Luminarias del cine (Visconti, Zefirelli, Schroeder) acuden seducidos a los escenarios operísticos, Ƒcuál es el caso de tu recorrido?

-Nace, obviamente, de mi gusto por la ópera. Lejos de ser un conocedor profundo ni mucho menos, soy un espectador de ópera, un escucha de ópera, aficionadísimo. Nada más que eso. Cuando Gerardo Kleinburg (director de la Compañía Nacional de Opera) me invitó hace tiempo, entonces le brinqué a la oportunidad. Era muy interesante ver cómo podía resolver la puesta en escena de un medio que conocía sólo de oídas, en este caso rigurosamente. Empecé a encontrar cuáles eran las diferencias, no las similitudes. Lejísimos de mí estaba hacer una ópera que fingiera ser una película, sino buscar el verdadero lenguaje que a mí la ópera me daba para poder asumirlo e interpretarlo. Nada que ver, tampoco, con el manejo de escena que yo tenía previo en cine y en televisión. Es otra cosa completamente distinta y está determinada por melodías, ritmos, cadencias, tonos, tiempos. Todo lo que se utiliza en otros medios aquí es llevado a sus últimas consecuencias.

 

Retroalimentar el deseo

 

-ƑAsumiste en consecuencia, como punto de partida el teatro cantado, que es la convención generalizada del arte operístico?

-Sin duda, pero es diferente al teatro porque no tiene el elemento preciso de la música. En ópera la música es tan importante que el libretista queda siempre en segundo término. Todo mundo sabe que Strauss hizo la música de Salomé, así como Mozart la de Don Giovanni, pero poquísimos saben quién escribió los libretos, sólo los melómanos. Si lo primero que hace que este lenguaje tenga una medida es la música, entonces hay que ajustarse a todo eso y buscar una puesta en escena que nunca esté en desacuerdo con lo que se escucha.

-ƑQué reto te impone Salomé, la partitura?

-Lo primero que hice fue acudir al libreto. Por supuesto es una pieza muy conocida. Se conoce más a Wilde que a Beaumarchais (autor de los textos que dieron origen a las óperas El barbero de Sevilla y Las bodas de Fígaro). Me fui directamente al texto y a pensar quién era Salomé. Es, concluí, una obra sobre el deseo, el deseo incumplido permanentemente, porque cuando el deseo se cumple puede ser tremendamente frustrante y entonces el deseo se retroalimenta, se define a sí mismo, se vuelve más grande. Si A desea a B, que a su vez desea a C, entonces se vuelve inmediatamente en una figura triangular. La puesta en escena está basada en esta lógica, que era crear una serie de triángulos que al encontrarse se desvanecen porque a su vez recrean uno nuevo. Esa fue la idea geográfica, topográfica de la puesta en escena y a partir de esto es fácil porque uno se deja llevar por lo que la música le está indicando, por lo que los cantantes están diciendo en ese momento y se va creando prácticamente sola. Lo hermoso del teatro, en este caso el teatro con música, es que se va viendo cómo se produce el objeto delante de los ojos de uno y llega un instante en el que todo está listo, lo que uno ideó se lleva a cabo, no hay tropiezos. Cuando se tiene un elenco estupendo con el que tuve la fortuna de contar y los elementos que me han apoyado, šhombre, no hay pierde!

-ƑEl deseo, como elemento metafísico, anecdótico, romántico, como uno o todo?

-Vale todo. Hay un deseo digamos cósmico entre la relación que Salomé tiene con la Luna que a su vez se proyecta con Jokanaan, quien a su vez se acerca más a la figura de la Luna, lo etéreo, lo no inmediato. Por otro lado está el deseo romántico que tiene el primer personaje de la pieza, que es Narraboth, y el deseo que siente por Salomé y después el deseo feroz que siente Herodes por Salomé. Ella juega con Narraboth, pero rechaza profundamente a Herodes pero desea a Jokanaan, que es como desear la Luna en esta pieza, que es desear lo inasible, lo intangible. Es un juego de espejos toda la puesta en escena.

 

Redescubrir, no inventar

 

-ƑTomaste en cuenta referentes estilísticos, otros montajes de Salomé?

-No había nada de dónde robarse nada. Entré de novato. A diferencia de ciertas otras óperas donde los entusiastas se ofenden de que se cambie el rigor de lo que esperan, en ésta se puede jugar, ofrece una amplia gama para el juego. Como en toda primera incursión, opté por un montaje a la manera tradicional. No inventarla, sino descubrirla.

-ƑCómo es narrar con música?

-Es complejo, pero muy grato. La música ya está, pero envuelve a la puesta en escena. De manera que empieza a surgir una serie de imágenes que crecen. Es fascinante ver cómo éstas se van volviendo verdad, cómo se van fundiendo los elementos en una sola cosa, en una unidad. La música, el texto, el movimiento y la atmósfera general que tiene que permear toda la ópera.

-ƑQué resulta del encuentro de dos idiomas, el del cine y el de la ópera?

-Lo que hago es una puesta en escena. Mi trabajo es modesto dentro de la ópera. Si uno ve los créditos en los programas de mano, siempre hay dos o tres antes que el director de escena, que es un elemento más. Las ambiciones son muchas pero mis posibilidades son pocas.

-Wagner imaginaba el arte total.

-Lo que pasa es que él lo hacía todo, el arte total estaba en su cabeza. Mis diferencias con el trabajo que hago en el cine y el de la ópera son enormes; estoy en un terreno desconocido, lo cual me parece siempre una buena justificación para la emoción, para el descubrimiento, para la nueva manera de entender las cosas.

-Cierto, aquí el director de escena no controla.

-La diferencia es que en una película el equipo trabaja para mí, y aquí yo trabajo para el equipo. Es uno de los estímulos, una de las cosas que hace tan estimulante hacer una ópera: coordinar la tarea de uno para el acontecimiento total.

-ƑQuién es Salomé?

-La Salomé que intento contar es una joven que rechaza ser objeto del deseo, pero que a su vez va a convertir a otro en objeto de su deseo. De deseada se vuelve deseadora. Y eso es ya fascinante. Justamente igual que Herodes, un hombre que es quebrado entre su poder, su promesa y el no poder cumplirla. Es un hombre fracturado entre su profundo deseo y el cumplimiento del deseo de otra que a su vez rechaza ser deseada para terminar deseando. Herodías, por su parte, es una mujer cuyos cálculos se cumplen mediante los deseos de otro.

-Lo cual te tienta: un arsenal de lo subversivo.

-Cierto. Es, una vez más, un tema que siempre me interesa mucho, la subversión de un orden. Y en este caso es cabal.