Hallan diez osamentas alineadas en Churubusco


"Yo no herví los cadáveres"

Renato Ravelo y Mónica Mateos n El arqueólogo Juan Cervantes fue llamado a declarar por la aparición de diez osamentas, como parte de la averiguación previa "contra quien resulte responsable por el delito de homicidio". Ante el Ministerio Público de la delegación Coyoacán le tocó hacer uso de sus conocimientos para convencer a la instancia judicial de que se trataba, probablemente, de un entierro que se remonta al siglo XVI. Caso difícil de resolver.

Hasta el predio de General Anaya marcado con el número 202 llegó esa mañana el agente en turno del Ministerio Público, Juan Manuel Uribe Ugalde, como respuesta a una denuncia de hechos presentada por vecinos del lugar, quienes avisaron a la delegación que en el predio se rumoreaba que desde hace varios días se trasladaban restos humanos, ahí mismo desenterrados.

"Yo no herví los cadáveres ni los despellejé, ni siquiera sé de qué murieron", argumentó en la sede del MP el arqueólogo Cervantes. A su favor, en el lugar de los hechos, en vez de arma homicida se encuentran restos de cerámica periodo azteca 3 y colonial. Incluso estaría enterrada, supone el arqueólogo, una capilla de lo que fueran las inmediaciones del convento de San Diego, que podría dar pistas de la identidad de los, hasta el momento, diez "presuntos asesinados".

 

ƑDónde quedó el forense?

 

Cuando aparece un esqueleto humano, declara por su parte la licenciada Elsa Hernández Muñoa, no se debe mover, se debe dar parte a las autoridades para que hasta el lugar acuda un perito que certifique el sexo, la edad, el tiempo y las causas de la muerte. La ley dice que si se mueven los restos "se cambia el contexto de lo que haya ocurrido", aclara la asesora de la subdelegación jurídica de Coyoacán.

El presunto homicida al que se refiere en la averiguación previa 32/107/99-09, vivió entre los siglos XVII y XVIII, cuando la zona del poblado de San Mateo, en Churubusco, era habitada por los dieguinos, misioneros españoles que hacían escala en México para continuar con su evangelización en el este de Asia, principalmente las Filipinas.

Para el arqueólogo Cervantes es poco probable que se trate de un cementerio, porque éstos fueron regulados hasta la época de la Reforma por Benito Juárez, y en los siglos XVII y XVIII se recibía cristiana sepultura en el atrio de una iglesia.

De tratarse de un caso de homicidio nos encontraríamos ante un asesino serial, de acuerdo con la descripción que Cervantes hace de la forma en que se encontraban los restos: "Todos los cuerpos tenían la misma posición, estaban acomodados en hilera con los brazos cruzados sobre el pecho".

El convento fue precedido por el templo de Huitzilopochtli, el dios de la guerra. Del gentilicio del pueblo, huitzilopochco, los españoles derivaron a la palabra Churubusco, zona donde en la actualidad cualquiera que construya tiene que notificar al INAH, para que se realice un análisis de los planos respectivos y una inspección, con el fin de garantizar que no se destruya patrimonio histórico.

Cuando el 27 y 28 de julio pasado acudieron elementos de la Dirección de Salvamento del INAH encontraron, de acuerdo con Ernesto Rodríguez, encargado de ese tipo de trabajos, "la presencia de cerámica prehispánica del periodo azteca 3, así como cerámica colonial, y el lugar fue delimitado como potencialmente rico en vestigios".

El arqueólogo Cervantes, junto con un equipo de jóvenes estudiantes, realizó excavaciones en los 50 metros cuadrados de la zona desde el 13 de agosto. El tiempo promedio que el grupo tardó en levantar cada uno de los esqueletos encontrados, de acuerdo con las normas técnicas de recuperación y salvamento, fue de uno a dos días.

El movimiento que esto generó fue suficiente para que los vecinos empezaran a sospechar. Uno de ellos, con carácter anónimo, quizás sospechaba que por fin aparecerían los restos de Muñoz Rocha y por ello dio parte a la policía.

Mientras Hernández Muñoa opina que el caso, en sus cauces legales, tendría que permitir al Servicio Médico Forense realizar los peritajes correspondientes, el arqueólogo Cervantes cuenta que en tres semanas termina su trabajo de campo para dedicarse al análisis en gabinete.

Para el equipo que trabaja a cien metros al sur del ex convento de Churubusco, el mayor susto no lo ocasionó el "macabro hallazgo" de las osamentas, sino la aparición intempestiva de la policía al grito de: "šDónde están los cuerpos!".