La Jornada viernes 3 de septiembre de 1999

Jorge Camil
Fin de sexenio

Hemos llegado al fin del sexenio. ¿Hay fuga de divisas, control de cambios, inflación desenfrenada, nacionalización de bancos o rumores perniciosos de golpe de Estado? Entonces, ¿cómo saberlo? ¿Acaso se huele en el aire, como el olor inconfundible de las hojas secas quemadas en otoño? Tampoco, la nostalgia y el romanticismo no se llevan con la política. ¡Ah!, es por el quinto Informe de Gobierno: el barullo de los spots publicitarios, los elogios desmedidos, las cifras autocomplacientes y las advertencias paternalistas de los organismos internacionales. No, el penúltimo Informe es solamente un golpe de reloj en la cuenta regresiva hacia el final inevitable, pero nada más. Por otra parte, tenemos superávit, reservas históricas, el tercer PIB por habitante en América Latina, nuevos yacimientos petroleros (con el precio internacional al alza) y un blindaje económico que, como las armaduras de los caballeros andantes, fue cuidadosamente diseñado para protegernos contra las vicisitudes del destino.

La certeza nos viene de otra parte: cuando sentimos la presencia de ese organismo invisible que (cual si fuese una de las criaturas sobrenaturales de Stephen King) se filtra subrepticiamente cada seis años por las alcantarillas del sistema contaminándolo todo. De pronto, cualquier acontecimiento adquiere relevancia política. Las declaraciones son cuidadosamente desmembradas y examinadas, palabra por palabra, como si se tratase de códigos secretos que pudiesen afectar la seguridad nacional. Cada frase, cada gesto, son significativos, y todos los mexicanos nos convertimos en intérpretes de ese idioma esotérico que es el lenguaje corporal. El paro de la UNAM, el artero asesinato de los oficiales del Estado Mayor y la reanudación de la violencia en la selva chiapaneca son inmediatamente atribuidos a las manos misteriosas de precandidatos siniestros, partidos ``radicales'' o ex presidentes con añoranzas del pasado. Se pretende ``forzar la mano del Presidente'', aseguran los más recalcitrantes defensores del presidencialismo; ``destruir la credibilidad del candidato oficial'', afirman quienes se aferran al clavo ardiente del pasado. Mientras, los eternos agoreros del golpe de Estado proclaman a tambor batiente imaginarias provocaciones a las fuerzas armadas.

Sin embargo, no todo es echar a volar la imaginación. Los mexicanos sabemos que en las entrañas del sistema, en forma soterrada, se realizan los preparativos para asestar un golpe mortal a los anhelos populares y preservar la actual forma de gobierno. Abundan los augurios democráticos, pero, también, los catastrofismos milenarios. El Presidente está atrapado en el dilema hamletiano: to be, or not to be. Dejar el problema de la UNAM a los miembros de la comunidad universitaria o ``ejercer los medios legítimos del Estado''. ¿Repetir el 68 en el 99? Y, en ese caso, ¿para qué serviría el blindaje económico? La transición sexenal es y será siempre un tema de nuestra agenda política. Pero, qué digo sexenal, si las elecciones del 2000 son más esperadas que el Mesías; son nuestro nirvana democrático, el parteaguas que nos permitirá hablar orgullosamente del antes y después.

En medio de la incertidumbre el Presidente llega al final de su periodo efectivo de gobierno con un precandidato priísta rebelde dispuesto a destruir el presente para regresar al pasado, una alianza más aleatoria que un ``águila o sol'', un conflicto estudiantil, que en cualquier momento pudiese transportarnos a la infame piedra de los sacrificios diazordacistas y, por supuesto, el largo y dramático conflicto chiapaneco: la Argelia mexicana que, parafraseando al periodista Jean-Jacques Servan-Schreiber, pudiese terminar desgarrando al país, a sus políticos, a sus intelectuales, a sus instituciones y, finalmente, a sus fuerzas armadas.

...Honorable Congreso de la Unión: según la calificadora internacional Standard & Poor's (Reforma, 31/08/99) el costo total del rescate bancario ascendió a 105 mil millones de dólares. O sea: a) 15 mil millones de dólares más que el saldo de la deuda externa; b) diez veces más que la inversión extranjera directa que ingresó en 1998; c) 21 por ciento del PIB de 1999; d) más de tres veces el monto de las reservas, y e) 90 por ciento de las exportaciones totales de 1998...