Sirvientes universales
Las tecnologías de la información no solamente han modificado en unas cuantas décadas nuestra forma de relacionarnos y percibir el mundo, sino que también serán responsables en parte de la inminente aparición de mentes artificiales. En su reciente (y hasta cierto punto decepcionante) Robot, Mere Machine to Transcendent Mind, Hans Moravec especula que la primera generación de robots universales inteligentes aparecerá alrededor del 2010 y que serán una especie de sirvientes domésticos multiusos extremadamente versátiles, dotados de un sistema de percepción muy eficiente que incluirá una conexión con Internet mediante la cual podrán cargar y actualizar sus programas, así como mantener un contacto con el mundo exterior. Estos robots tendrán un poder mental equivalente al de un reptil. Moravec piensa que para el 2040 aparecerá una cuarta generación de robots universales capaces de razonar a nivel humano y de tener una vida interna. Estos sirvientes maquinales serán concebidos para estar distribuidos a lo largo del universo físico y virtual, por lo que tendrán las inquietantes cualidades de poder aprender cualquier rutina en cuestión de segundos, contarán con algo parecido a un subconsciente y, además, podrán mantener algo parecido a un diálogo telepático con sus semejantes. De ser tan perfectos como los describe Moravec, es difícil imaginar que la relación amo-esclavo que tendremos con ellos se mantendrá estable por mucho tiempo.
Los mejores usuarios de la red
Robots como los que propone Moravec, así como los bots (robots de software) y otras formas de vida artificial, son las entidades que podrán aprovechar con mayor eficiencia la inmensa riqueza que ofrecen los medios digitales de información. De hecho, las tecnologías de la comunicación parecen cada vez más ajenas e ignorantes de las capacidades del hombre. Cada día la red ofrece más, a mayor velocidad, de forma que no importa qué tan fácil y eficiente sea el acceso a la información y contenido digital, la vida humana no alcanza para asimilar ni una fracción de lo que se publica en el espacio virtual. El principal factor que limita la comunicación hoy en día no es de naturaleza tecnológica: sin lugar a dudas, más bien se trata de la escasez de tiempo y de atención del hombre, el supuesto usuario final. Este es tan sólo un argumento más para quienes piensan que los interfaces originales del cuerpo son tecnología obsoleta que urgentemente requiere ser reemplazada.
Herederos de la tierra
El post humano está tocando a las puertas del milenio. De nada sirve ignorarlo o creer que se trata de una especie de inofensivo y cómico Inspector Gadget equipado con toda clase de artefactos y accesorios vistosos. El post humano ha llegado a reclamar lo que cree que le corresponde y está dispuesto a arrancarle su herencia a un antepasado que considera senil, frágil, decadente y anacrónico: el homo sapiens. En su reciente libro How We Became Posthuman, Virtual Bodies in Cybernetics, Literature, and Informatics, Katherine Hayles rastrea la historia del ciborg (al cual denomina con el término más genérico de post humano) en la cultura y estudia la forma en que los sistemas retroalimentados y autoorganizados (es decir, cibernéticos) han pasado a ocupar un lugar prominente en la imaginación popular. Asimismo, analiza cómo eventualmente estos engendros están borrando las fronteras entre lo maquinal y lo humano. Hayles define la perspectiva post humana como algo que se caracteriza por considerar que: a) los patrones informativos son más importantes que las instancias materiales, por lo que su incorporación en un sustrato biológico es un mero accidente de la historia y no una característica indispensable para la vida; b) la consciencia no es más que un fenómeno secundario o un paso evolutivo de relativamente poca importancia; c) el cuerpo es la prótesis primigenia que todos aprendemos a usar; y d) el hombre puede ser configurado para articular a la perfección con las máquinas inteligentes.
Abolir los límites corporales
Quizá la principal transgresión que impone el ciborg es que su consciencia no es forzosamente una unidad ni está necesariamente vinculada al cuerpo sino que puede estar distribuida en una variedad de ``programas'' especializados (los cuales pueden estar geográficamente dispersos). Para el post humano, los límites del sujeto humano son una invención de la cultura y no una certeza biológica. Esto no es una idea nueva; en diversos mitos antiguos y religiones podemos encontrar especulaciones en torno a la separación del cuerpo y la mente (o el alma), pero quizás el primero en proponer científicamente la desmaterialización del hombre fue Norbert Wiener, el padre de la cibernética, quien en 1954 escribió, en su libro The Human Use of Human Beings, que teóricamente era posible telegrafiar a un ser humano, es decir, reducirlo a impulsos eléctricos codificados que podrían ser enviados por un cable. La red digital Internet y la muy promocionada carrera por descifrar el genoma humano (la base de datos del cuerpo) han propagado e insertado en la cultura popular la idea de que todo (música, imágenes, textos, herramientas y toda clase de materia orgánica) es en esencia información y, por lo tanto, puede ser desmaterializado y transmitido por diversos canales entre entidades a base de silicio.