La Jornada Semanal, 5 de septiembre de 1999



Richard Schneider Jr.

entrevista con Martha Nussbaum


Sobre la pederastia


Nussbaum, una de las más reconocidas filósofas, es también una brillante polemista en torno a temas de ética e historia de las ideas. El punto central de esta entrevista parte de un debate iniciado por Foucault y puesto al día por grupos e instituciones contra la homofobia. Los estudios de Nussbaum sobre los griegos reiteran la idea de que la sexualidad es una construcción social.

El interés de Martha Nussbaum en la homosexualidad griega la ha colocado no sólo en el centro de un importante debate académico, sino también en la mira pública como defensora de los derechos gays contemporáneos. Nussbaum pasó a ser noticia cuando declaró como testigo pericial en el caso de Evans vs Romer, litigio de 1993 contra la ``Enmienda 2'' de Colorado, que habría cancelado los decretos a favor de los derechos de los homosexuales en todo el estado. Filósofa y clasicista que ha escrito extensa y ampliamente sobre ética e historia de las ideas, ya había demostrado su pericia en varios ensayos que analizaban las suposiciones y actitudes sobre la homosexualidad en Platón y otros filósofos.

A finales de los ochenta, Nussbaum participó en un debate nuevo y acalorado entre los llamados ``esencialistas'' y ``construccionistas'' sobre los orígenes de la orientación sexual; el campo de batalla era la Grecia antigua. Nussbaum había quedado intrigada por la afirmación de Foucault de que la sexualidad humana no estaba anclada en la naturaleza, sino que era resultado de la cultura, y encontró un punto de apoyo en el ejemplo de la Grecia antigua, que no dividía a la gente sobre un eje ``homosexual'' o ``heterosexual'', sino sobre uno de dominación y sumisión.

Entre los muchos libros de Nussbaum están Cultivating Humanity: A Classical Defense of Reform in Liberal Education (1997), The Therapy of Desire: Theory and Practice in Hellenistic Ethics (1994) y The Fragility of Goodness: Luck and Ethics in Greek Tragedy and Philosophy (1986). Recientemente coeditó (con Saul M. Olyan) un volumen de lecturas titulado Sexual Orientation and Human Rights in American Religious Discourse. Nussbaum ocupa la Cátedra Ernst Freund de Derecho y ƒtica en la Universidad de Chicago, con nombramientos en la Escuela de Derecho, la Escuela de Teología y el Departamento de Filosofía.

-La homosexualidad griega ha sido una cause célebre para el movimiento gay actual desde hace ya varias décadas, legítima o ilegítimamente. La mayor parte de la gente seguramente asocia la institución griega con la pederastia, el amor ``hombre-niño'' o algo parecido. ¿Tiene algo que ver con esto la actitud griega hacia la homosexualidad?

-No pienso que haya una sola actitud; además, es muy importante observar con cuidado la fecha, el lugar y la clase social de los autores. Pero si uno va a generalizar acerca de la Atenas de los siglos IV y V a.C., entonces tiene que hacerlo con cautela, tiene que tratar de dilucidar cuáles de los textos que poseemos son más capaces de servir como pruebas de un pensamiento popular general, lo cual incluye las que provienen de las vasijas pintadas y de los fragmentos de obras literarias y filosóficas que parecen representar un pensamiento popular y no el pensamiento de los propios filósofos. Lo que podemos decir es que existía la idea de que las relaciones románticas entre un hombre mayor y un hombre joven eran una parte extremadamente importante de la educación cívica, de la preparación de los jóvenes para la ciudadanía, de la expresión amorosa y amistosa.

Ahora bien, la disputa es acerca de cuál era el papel que desempeñaban los actos sexuales reales dentro de estas relaciones románticas. Gente como John Finnis sostiene que estas amistades eran románticas en el sentido de que no había un evidente acto sexual, y que se desaprobaban los actos sexuales. Esta es la posición que, por lo común, defendían los estudiosos victorianos, y fue la posición que echó por tierra Kenneth Dover en Greek Homosexuality (1978). Lo que logró Dover -estudiando en particular las pinturas de las vasijas, que mostraban elementos explícitamente sexuales (las obras literarias eran más reticentes)- fue revelar que de hecho había bastante actividad sexual y que en un discurso como el de Pausanias en El Banquete de Platón, había una muy bien desarrollada serie de normas que regulaban esa actividad. El punto de vista prevaleciente parece haber sido que, primero, era importante que el hombre mayor cuidara de toda la educación del menor, por lo que la conducta sexual es admirable, según la idea de Pausanias, si se da en el contexto de un interés por el carácter y el alma, y no si se reduce a una mera explotación del joven como fuente pasajera de placer corporal.

Pero entonces está todo el asunto del tipo de actividad sexual. Los griegos le tenían horror a la disposición de gozar pasivamente, cosa que consideraban ruin en extremo, y creían que si un hombre de veras prefería desempeñar el papel pasivo en la actividad sexual -lo cual lo hacía femenino- eso lo igualaba a las mujeres y significaba que realmente no era apto para ocupar un lugar entre los ciudadanos. En consecuencia, era aceptable que la prostitución desempeñara ese papel y no se criticaba a los hombres que buscaban prostitutos, con tal de que quedara claro que ellos desempeñaban el papel activo y el prostituto el pasivo. Ahora bien, en el caso de estos jóvenes que se encaminan a ser ciudadanos, hay un protocolo complicado que debe desentrañarse: cómo establecer relaciones sexuales con ellos sin que se infiera que están desempeñando un papel pasivo. Lo que argumentó Dover fue que, por lo general, al joven se le representaba con actitudes que no mostraban ningún placer. Señala que estos adolescentes, ya perfectamente desarrollados, aparecen por lo general sin erecciones. De cien vasijas, sólo se ha hallado una que muestra al joven con una erección. Y así, al menos hay una norma de que ese acto no les causa placer y que lo aceptan por el bien de su educación.

Otra cosa es que el modo característico y preferido de copulación era intercrural [entre los muslos]. Por ende, muchas de esas vasijas muestran esta postura, que evita el estigma de la penetración, y así de nuevo se representa al joven como alguien que se encamina hacia un papel activo. Ahora bien, lo que han sugerido otros estudiosos -y creo que a estas alturas Dover lo ha aceptado en parte, aunque con cierta cautela- es que probablemente en la vida real se practicaba la copulación anal más de lo que muestran las vasijas. Las comedias, por ejemplo, aluden a ello y existen otras pruebas. Lo que sugiere David Halperin en su artículo en el Oxford Classical Dictionary es que tal vez se practicaba comúnmente la copulación anal, pero que no se hablaba de ello; en definitiva, uno no se enorgullecía de hacerlo y nunca se llegaba a pensar que a la pareja le procuraba placer.

-Teniendo en cuenta cuán diferente era la visión griega de la homosexualidad con respecto a la nuestra, podemos plantear una pregunta: ¿qué pueden decirnos los griegos acerca de la lucha moderna de liberación que llevan a cabo los homosexuales? ¿Hay algunaÊenseñanza de los griegos que pueda transferirse a la situación actual?

-No creo que haya una enseñanza que pueda transferirse directamente; además, los griegos no se parecen demasiado a la gente moderna e, incluso, no querríamos importar -yo definitivamente no querría importar- las actitudes tan negativas hacia las mujeres que moldearon la configuración total de la masculinidad en Grecia, así como tampoco la idea de que las relaciones sexuales siempre suponen una asimetría de edad y de poder. Sin embargo, como afirmó Foucault, estas ideas le dan libertad a nuestro pensamiento para ver las cosas de modo diferente: nos permiten entender la naturaleza local y contingente de algunas de nuestras propias opiniones; le abren perspectivas al pensamiento y nos permiten saber que gente sensata ha pensado sobre esto de diversas maneras. Dado que los griegos pertenecen a una civilización muy admirada y que los consideramos como la fuente de algunos de nuestros productos culturales más grandiosos, pueden enseñarnos que había un grupo de gente -a la que usualmente admiramos- que pensaba seriamente acerca de los actos sexuales entre un mismo género y no los rechazaba; de hecho, los convirtieron, de varias maneras, en parte de la fundación de su cultura política. Para aquellos que no le han dado muchas vueltas al asunto, este puede ser un pensamiento liberador. El juez Posner dijo que al leer por primera vez El Banquete de Platón, cuando tenía alrededor de cincuenta años de edad, realmente quedó sorprendido, porque nunca se le había ocurrido que un filósofo admirable hablaría a favor del acto sexual entre un mismo género.

-Una de las cosas que usted sugiere y que, me parece, tiene una especial resonancia para el mundo contemporáneo, es la noción de que no todas las civilizaciones consideran que las relaciones homosexuales son antinaturales, mientras que las referencias a la naturaleza siguen dominando la retórica homofóbica en nuestra sociedad.

-Sí, es verdad, y pienso que las referencias a la naturaleza se usan con tanta frecuencia meramente para desechar del mapa de las deliberaciones algo que no se quiere enfrentar. Sucede lo mismo ahora con la clonación. Acabo de coeditar un libro de ensayos sobre la clonación donde, con semejanzas interesantes, tanto Larry Tribe a la izquierda como Richard Epstein a la derecha dicen lo mismo: que las referencias a la naturaleza no nos dejan deliberar acerca de algo que probablemente merece nuestra consideración. En cuanto a los griegos es interesante cómo, en ciertos textos, escritores tan respetables como Jenofonte, un escritor muy conservador, dicen sin el menor problema que la naturaleza nos obliga a desear con intensidad a hombres jóvenes y simplemente suponen que ésta es una manera de pensar perfectamente normal acerca de lo que es natural.

-Una pregunta que retoma el debate entre los esencialistas y el construccionismo social: ¿ha notado que este debate está cambiando hoy en día? En un volumen de próxima publicación que usted edita, David Halperin parece modificar su postura frenteÊa la teoría de Foucault sobre la persona. ¿Qué cree que está sucediendo en la discusión actual?

-Bueno, creo que las cosas están cambiando. En el volumen que estoy editando, el cambio principal que veo -o más bien es una especie de corrección de posibles lecturas erróneas- es que Halperin deja claro que su interpretación de los griegos no excluye las disposiciones y los patrones regulares de la conducta sexual. No se trata de actos-pero-sin-actores. Pienso que Halperin se siente menos inclinado a decir que no hay disposiciones innatas, porque de hecho muchos activistas gays aceptan resueltamente que hay algún tipo de determinismo innato o de determinismo de la primera infancia. Siempre he pensado que la parte más débil de la posición de Halperin era la explicación de cómo los actores individuales se colocan en estas categorías. Está muy bien decir que el origen de las categorías es social, pero cuando se trata de una mujer, hay que explicar cómo la percepción de los genitales externos da lugar a un comportamiento diferenciado por parte de los padres, y hay muchos estudios sobre cómo desde un principio se trata de modo diferente a los bebés según el sexo genital percibido. Así, se puede decir mucho sobre cómo se construye una mujer. No he visto ninguna explicación convincente y comparable acerca de cómo se construye un hombre gay. Por lo tanto, creo que necesitamos ya otra explicación. DadoÊque los padres no desean que sus hijos entren en esta categoría, ¿por qué de todas maneras algunos acaban ahí?

-A nadie le ocurre socialmente.

-A nadie le ocurre socialmente; más bien socialmente siempre hay oposición. Entonces, ¿por qué entran en esa categoría? La pregunta sigue sin respuesta.

Tomado de The Harvard Gay & Lesbian Review

Traducción de Tedi López Mills