LO SUCEDIDO EN LA REUNION del Congreso General en San Lázaro el día primero, patentiza la necesidad de revisar la forma en que se han relacionado históricamente los Poderes Legislativo y Ejecutivo, así como la idea que de la propia institución tienen senadores y diputados.
Durante décadas, el verdadero legislador en este país ha sido el Ejecutivo; a lo largo de muchos años, se ejercieron las llamadas "facultades extraordinarias" y, después de que Lázaro Cárdenas las suprimió en 1937, continuaron mediante el sistema menos obvio e igual de efectivo: enviar el proyecto junto con el dictamen, y por el uso de la eficiente correa de transmisión de órdenes a los legisladores, que eran los presidentes de la Gran Comisión de cada una de las cámaras.
Se daba por entendido que el Legislativo era un poder subordinado y que en los procesos políticos del país jugaba un papel parecido al del coro de las tragedias griegas, que al fondo de la escena respondía colectivamente, como eco del parlamento de los actores principales.
Los legisladores asumían, por regla general, un papel pasivo frente a las iniciativas y, a veces, frente a las exigencias y apremios del Ejecutivo se tropezaban por servirle y terminaban con las manos enrojecidas de tanto aplaudirle. Una salida lateral y una especie de válvula de escape, la constituían los debates que daban las minorías opositoras que, como se decía antes, ganaban el debate y perdían las votaciones.
Un distinguido constitucionalista mexicano, don Felipe Tena Ramírez, tratando de justificar o, al menos, dar una explicación a esta realidad, escribió hace más de 40 años: "Los cuerpos legislativos nunca se han distinguido por la preparación y ecuanimidad que son indispensables para una buena labor legislativa".
Esa creencia de que los legisladores eran impreparados y pasionales, formaba parte del estereotipo del Poder Legislativo. Un epigramista, cito de memoria: Kien, o alguno de aquellos ingeniosos versificadores, publicó más o menos el siguiente diálogo chusco:
--ƑQuién es ese empistolado
de la chamarra de cuero
y las manos tan mugrosas?
--Es el señor diputado.
--šAh, caray!, Ƒy por qué estado?
--Por el estado de cosas.
Al correr del tiempo, sin embargo, y especialmente por el empuje de los grupos parlamentarios de los partidos independientes, el Congreso se ha ido modificando y el papel de las cámaras se perfila, cada vez más y no sin riesgos, como un protagonista auténtico de las decisiones que les corresponde tomar y como cuerpos independientes del otro Poder.
Hoy que el Legislativo resurge por sus fueros y se responsabiliza más de sus facultades y funciones, es necesario desterrar la vieja concepción respecto de los legisladores, y que muchos intereses tratan de revivir y presentar como una realidad que ya no es.
Entre esos intereses, empeñados en rebajar al Legislativo, están los de los defensores del viejo régimen y sus "soldados": los concesionarios de televisión.
Los legisladores de todos los partidos deben percatarse de que hay maniobra, una campaña que se empeña en degradar a un Poder que emerge y retoma su lugar. No es el momento de pancartas, desplantes teatrales, griterías y escándalos; es el momento de un Congreso integrado por parlamentarios capaces del debate, apasionado si se requiere, duro si es necesario; pero nunca ajeno a la razón y a la cortesía. *