Presentada hace dos años en el Segundo Festival de Cine Francés, en Acapulco, El séptimo cielo (Le septieme ciel, 1997), de Benoit Jacquot, finalmente llega a las pantallas comerciales. Es importante señalar sus exhibiciones en función de la importancia de un director poco conocido en nuestro país, pero poseedor de un estilo muy original en el cine francés de los noventa. Desde 1974, cuando realiza su primer largometraje, El asesino músico (L'assassin musicien), basado en un relato de Dostoyevski, Jacquot sorprende con un tipo de estilización (largos planos fijos, monotonía de las voces, escrutinio de los rostros) que se aleja del cine de la Nueva Ola, para emparentarse de modo muy evidente con la búsqueda estética de Robert Bresson, quien tres años antes había adaptado al mismo novelista ruso en Cuatro noches de un soñador, a partir de Las noches blancas de San Petersburgo. A principios de los ochenta, Jacquot adapta otro texto literario, esta vez Las alas de la paloma, de Henry James, con Isabelle Huppert, en el papel principal, pero el resultado es frío y académico. En sus películas siguientes, La desencantada (1990), con Judith Godreche, y La joven solitaria (1995), con Virginie Ledoyen, el realizador afina sus primeras inquietudes y elabora estupendos retratos femeninos, incursiona también de modo muy insistente en el análisis psicológico, en la exploración del subconsciente.
En El séptimo cielo un tema central es la insatisfacción sexual, las dificultades de comunicación de una pareja, Mathilde y Nico (Sandrine Kiberlain y Vincent Lindon), con la intervención capital de un terapeuta hipnotizador, quien al tiempo que explora un vicio de la joven Matilde ųla cleptomaníaų, indaga sobre las razones por las que un matrimonio aparentemente dichoso, puede naufragar en el desánimo y en la indiferencia. Jacquot concentra su atención en la ausencia de reciprocidad afectiva. Detrás de un aparente equilibrio doméstico, se manifiesta, por un lado, la incapacidad de la protagonista (empleada en una notaría) de alcanzar el orgasmo, su búsqueda del goce y su compulsión de robar; por el otro, el descubrimiento paulatino que hace el marido (médico ortopedista) de su propia incapacidad de entrega sentimental. El espectador asiste a este drama familiar adoptando el punto de vista del propio hipnotizador, con la curiosidad del voyeur/cineasta y la aplicación de un analista experto. El primer encuentro de Mathilde y su "médico" se produce, no en la atmósfera de un consultorio, sino en un restaurante. Es la conversación de una joven que se recupera de un desmayo, con un extraño que la interroga con familiaridad. De la conversación filosófica en un café (Vivir su vida, de Godard, 1962), se transita en los noventa a los diálogos psicoanalíticos. Y lo que pudiera parecer fastidioso y denso, el realizador consigue volverlo ameno, y hasta divertido, en una extraña comedia de costumbres de fin de siglo, en virtud de actuaciones notables, desde el analista de Nico, Philippe Magnan, hasta la suegra ( Francine Bergé), una mujer elegante que sentencia imperturbable: "Tu mujer sólo necesita una cogida", el marido (Lindon en uno de sus mejores papeles), y Mathilde, interpretada por Sandrine Kiberlain, la formidable revelación de En venta (A vendre), la cinta de Laetitia Masson (de estreno inminente en la Cineteca).
El séptimo cielo lanza una mirada irónica al mundo de la psicoterapia, de popularidad creciente entre la clase media parisina, con una heroína que alcanza el orgasmo a través de la hipnosis, y con salidas insospechadas en su narrativa original y llena de vericuetos. Intenta conciliar extremos: rinde homenaje a un tipo de cine hollywoodense ųlos desencuentros conyugales en la comedia sofisticada de los años treinta, o la sátira que hace Woody Allen del psicoanálisisų, y al mismo tiempo permanece fiel a las propuestas visuales que su director maneja desde los años setenta, a la composición casi pictórica de la imagen, al juego de colores y de planos fijos, a la intención de conferir a los personajes una dimensión por momentos casi sobrenatural, como si la imagen de Mathilde debiera trascender su mera condición de mujer casada insatisfecha y anorgásmica, para volverse una verdadera "iluminada", dueña de una gracia espiritual. ƑLa purificación dentro del matrimonio? ƑLa redención por el orgasmo? Benoit Jacquot ofrece una cinta enigmática, una visión poco convencional de las relaciones de pareja. Por el juego inteligente de sus actores, la malicia de su director, y las distancias que toma con las propuestas comerciales sobre el tema de la insatisfacción conyugal, la película, al inicio desconcer- tante, gana en ligereza y frescura. Una originalidad que vale la pena descubrir en su paso (probablemente fugaz) por nuestra cartelera.