Ť La zona arqueológica es quizá una de las más agredidas en el país
Tula aguarda la llegada de la armonía, luego de un periodo de saqueos y destrucción
Ť Existe el proyecto de construir un corredor cultural, cuyo costo se estima en $30 millones
Todavía faltan más de 40 kilómetros para llegar a Tula. El Valle del Mezquital ofrece una visión de conjunto. Dos inicios de cordillera forman un corredor que va directo a la ciudad de México. A lo lejos hay una señal de que está próximo el lugar: no son sus míticos gigantes, sino una constante llama que pertenece a la refinería Miguel Hidalgo, ubicada cerca de la zona arqueológica. Tula es, quizá, la zona arqueológica a la que más se le ha faltado al respeto.
La modernidad la rodea actualmente de industrias cementeras, de fábricas. La situación no es reciente: cuando los aztecas supieron de la existencia de la ciudad de los toltecas enviaron sacerdotes para que la saquearan. Como una broma histórica, hasta esa zona llegan, en la actualidad, las aguas negras de la ciudad de México. Se sospecha además que la pirámide principal fue una de las primeras que los misioneros españoles saquearon en busca de tesoros del legendario sitio de Ce Actl Topiltizon Quetzalcóatl.
A una lado de la zona arqueológica de Tula, una estación de ferrocarril estorba el paisaje. "Aquí decidieron construirla y a cambio dieron el dinero para un edificio", dice el arqueólogo Oswaldo Sterpone, quien efectúa la explicación de la visita. El edificio en cuestión lo comparte el INAH con el Instituto Nacional de Ecología. La parte de la dependencia de la Semarnap parece abandonada.
Más aún: en la zona, como caso excepcional en el país, una fila de puestos de vendedores de recuerdos.
Existe el proyecto de formar un corredor cultural que vaya del centro de Tula, pase por la Catedral y llegue a la zona arqueológica, indica César Aldama, director del Centro INAH. "Habrá una derrama económica, que es lo que la gente espera de una zona. Se empieza con 500 mil pesos que donó Petróleos Mexicanos, e iguales cantidades que donarán la Comisión Federal de Electricidad y el gobierno del estado. El proyecto costará en total 30 millones de pesos y ha despertado el interés en inversionistas privados de la región".
Jorge Acosta, el arqueólogo que exploró Tula en 1940, sostuvo que ahí se dio el primer saqueo prehispánico: "Ciertos reyes mexicas mandaron una comisión de sabios en 1500 a investigar sus orígenes, ya que se decían tolteca-chichimecas. El padre Sahagún dice que aquí es común encontrar chochihuites y cosas preciosas de los toltecas. Ciertamente eso no se encuentra sobre la tierra. A mí me da la impresión de que Sahagún vino a explorar y puede haberse introducido a alguno de los edificios".
Esta es conocida como la zona del tesoro, porque las familias venían los domingos a buscar tesoros. Muchos de los saqueos, opina Sterpone, es producto de la propia población. Era el paso obligado para ir a Tepetlipa.
La civilización, según un arqueólogo
De la zona se distingue sólo 10 por ciento de lo que hay. Guarda en su apariencia actual una similitud con Chichén Itzá, por sus columnas, porque el arqueólogo Jorge Acosta estaba muy interesado en hermanar arquitectónicamente esas dos ciudades que en lo histórico estuvieron relacionadas.
Si bien Acosta encontró evidencias de los asentamientos de las columnas, también lo es que no halló ninguna. Así sucede con los arqueólogos que en la relación trascendental con la piedra se toman sus libertades en aras de la credibilidad, como si fueran sacerdotes.
Acosta hizo estas escaleras, explica Sterpone, mientras señala la subida a la pirámide principal, y ni siquiera cuidó que coincidieran el número de escalones: "Si te fijas, aquí sobra uno. Incluso utilizó parte del drenaje de la ciudad para construirlos. Es una idea que él quiere dar de cómo eran, pero hoy sería muy criticado".
Continúa: "Como él estaba más interesado en la llegada de los toltecas, en el edificio adjunto sólo dejó, del paso de los aztecas por la zona, una marca: nos dice Acosta que aquí había una pirámide, nos deja las cuatro esquinas como testigos. El tenía una idea del sitio: privilegiar lo anterior a la época Tollal".
Desde arriba de la pirámide de Quetzalcóatl, donde vigilan los gigantes que dan fama al sitio, por un lado se ve el juego de pelota, por el otro la estructura a la que hace referencia el arqueólogo y de frente las columnas que emulan Chichén, junto a una reproducción del Chac sin cabeza, que seguramente cortaron los aztecas. A la izquierda una serie de construcciones en ruinas se confunden entre sí.
La comprensión del palacio
Sterpone descifra las piedras para hablar de tres periodos. De contar con recursos, asegura, se podría levantar un techo por allá, restituir un muro del palacio adjunto, dar otra forma de protección a los relieves de serpientes de los que salen cráneos que se ubican en la base de la pirámide.
Hacer la armonía en la zona de Tula sería la finalidad, explica el arqueólogo. Y esa armonía consiste en comprender que un fragmento de construcción pertenece a cierto periodo, comprender el palacio a partir de la silueta de las piedras.
Los atlantes de Tula, de los cuales sólo uno es original en todos sus fragmentos, testifican silenciosos las palabras del arqueólogo, que cierto, como muchos, a veces toca las mismas fibras que busca el creyente: la parte por el todo.
SLP, Ƒruinas en venta?
El 4 de junio de este año un helicóptero llegó junto a la zona arqueológica de Tamohi. Viajaban el gobernador de San Luis Potosí, Fernando Silva Nieto; el presidente de Banamex, Roberto Hernández, y la directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, María Teresa Franco, para animar al inversionista en un proyecto de villas arqueológicas. Sin embargo en San Luis Potosí el INAH no tiene control sobre las dos principales zonas.
Tamohi y Tantoc pertenecen a Joaquín Muñoz, presidente de la fundación Eduard Seller y ex director del INAH San Luis, una por propiedad y la otra por comodato de 20 años.
De aquella reunión habla el actual director del centro INAH San Luis Potosí, Juan Manuel Fraustro Franco, que es el sexto en seis años de peleas laborales y judiciales:
"Me han preguntado con anterioridad sobre esa reunión y lo que puedo decir es que no tengo ni he visto ningún proyecto concreto. Se habla de aprovechar la zona de los ríos para un turismo de aventura".
Reconoce sin embargo que el INAH está casi paralizado, salvo un proyecto en la Huasteca para conservar las tradiciones y el trabajo de Procede. No hay investigación: "Estamos actualmente en trabajo de gabinete, en la restauración de lo encontrado en Tamohi en las temporadas previas. El INAH, como todo el estado, sufrió la inercia de los cambios que ocurrieron aquí hace 10 años".
Joaquín Muñoz sostiene que aquella reunión, cerca de El Consuelo o Tamohi, para amarrar un proyecto con Hernández, quien apoyó la remodelación de Santo Domingo en Oaxaca, significa que el gobierno estatal quiere comprar el terreno de 100 hectáreas que en noviembre pasado le costó un millón 300 mil pesos. Ahí salió en los cuarenta el famoso adolescente de Tamhoi.
Dice: "No está en venta. La fundación lo compró, porque desde 1995 se cerró cuando el dueño, Fito Durán, los corrió, porque no hacían bien su trabajo arqueológico. El INAH lo acusó a su vez de destruir una construcción megalítica (expresión que no puede usarse porque es exclusiva de los celtas), que tiene un valor de 10 millones de dólares, que es lo que costaría en el mercado negro."
Muñoz no es arqueólogo, "tengo un doctorado en España en historia", pero asegura que la ley de profesiones no tiene a la arqueología como una labor que requiera título. Dice tener un programa de seis temporadas para la zona. En su contra pesan varias demandas que asegura haber resuelto. El es el esposo de la investigadora que el INAH denunció por haber presentado papeles falsos en su ingreso. El se defiende con el argumento de que su esposa entró invitada por Franco, de acuerdo con el artículo 22 del reglamento de la institución. Es un hombre de habilidad al hablar, que llega a utilizar la doble balanza cuando argumenta: "El INAH tiene el recurso de expropiar", para luego ponerse del lado de los ganaderos: "La Constitución destaca el derecho a la propiedad privada".
Tocará a los tribunales decidir si tiene razón. Por lo pronto, desde hace seis años tiene un problema que ya se volvió personal con la directora del INAH: ocho procesos de diferentes tribunales en marcha, una escuela con 400 alumnos que acaba de perder el apoyo que le daba el Conacyt, el aval de la viuda de Wilfrido Busolier ųquien le entregó el archivo de su esposo (el arqueólogo que encontró el Adolescente)ų, y dos zonas arqueológicas.
Cholula, un raro sincretismo
En Puebla se encuentra la única zona arqueológica del país tomada por paracaidistas. La Manzanilla, el sitio en cuestión, explica el director del INAH Puebla, José Francisco Ortiz Peraza, alguna vez estuvo abierto al público, pero desde finales de la administración pasada la gente entró y quiere construir.
''Tratamos de convencerlos, porque es un problema político''. Situaciones similares amenazan a Xotetelco y Amalucan, donde se destruyen las pirámides para reutilizar la piedra.
Así, Puebla destaca no sólo por tener en Cholula la mayor pirámide de Mesoamérica y una riqueza arqueológica excepcional con los 25 juegos de pelota que se encontraron en Cantona.
La mancha urbana, explica Ortiz Peraza, es uno de los problemas de las zonas arqueológicas en todo el país.
El lugar común le atribuye más importancia a Tlaxcala, donde se realizó un polémico y espectacular rescate a sus murales, o bien por Xochitécatl, donde 98 por ciento de las representaciones son femeninas, lo que supone un matriarcado.
En arqueología en el estado de Puebla, más conocido por su riqueza colonial, en La Mesa se destinan 250 mil pesos anuales; Cantona recibe 200 mil, y al programa Procede se destinan 60 mil pesos.
La pirámide de Cholula es un ejemplo de esas dos riquezas. En el trayecto del túnel, que atraviesa la pirámide, Pedro explica: "Es falso que en la ciudad se encontraran 365 templos, sobre los que se construyeron igual número de iglesias, se trató de una confusión de los españoles. En todo caso la pirámide debajo de la cual estamos, al contar con la iglesia en su cima, que está en restauración, es un sincretismo simbólico de la historia de México", concluye el guía, y abre grandes los ojos cuando se le pregunta:
ųƑQué significaría en ese simbolismo el hospital siquiátrico que está junto?
Ť El museo, cuyo costo fue de 2 mdd, exhibe 2 mil piezas, como El hombre rojo
El observatorio de Xochicalco, con su mágico aislamiento, a salvo de la feroz mancha urbana
Ť Con un presupuesto de $600 mil al año, fue una de las primeras zonas que conoció Europa
Ť Recibe anualmente a 100 mil visitantes para presenciar las ilusiones ópticas de la construcción
El difícil acceso aísla a Xochicalco, en Morelos. Es como un centro de vigía del paso de la costa del Pacífico sur al centro del país, que convoca a la magia desde su observatorio, que es un cuarto por cuyo techo apenas si se cuela el sol para dibujar en el suelo los signos de la tierra, quizás los ciclos agrícolas. También cuenta, desde la pirámide de las serpientes emplumadas, una intensa historia de cambio de poder.
Tiene además un museo que costó dos millones de dólares, en el que se resuelve lo difícil de instalar servicios en la zona (poner el teléfono implicaría pagar todos los postes hasta arriba). Con la energía del sol se alimenta el circuito cerrado de televisión, las alarmas y la ventilación. Diseñado por Rolando Dava, se pueden ver las 2 mil piezas con que cuenta, entre las que destaca El hombre rojo, en exactamente 800 pasos, por lo que se logra un ahorro de energía de 13 por ciento, según cuenta el encargado de la zona.
Con un presupuesto actual de 600 mil pesos al año, Xochicalco fue una de las primeras zonas que Europa conoció, por las plumas de fray Bernardino de Sahagún y de Humboldt. Este siglo han trabajado en ella Leopoldo Batres, en 1910; Eduardo Noguera, en los treinta, y César Sáenz, en los sesenta. Fue su inclusión en los megaproyectos, impulsados por Carlos Salinas de Gortari, la temporada más fructífera con Norberto González Crespo al frente, entre 1992 y 1994, año en que recibe la declaratoria de zona de monumentos arqueológicos. Su actual encargado es el arqueólogo Marco Antonio Santos.
En el observatorio, don Carlos explica a los visitantes extranjeros el fenómeno que ocurre una vez al año, entre el 28 de abril y el 11 de agosto, cuando el cielo se refleja en el suelo y el sol aparece por una de las esquinas, para comenzar un significativo recorrido.
En busca del aura
Los wow de los presentes a las explicaciones son medidos por el de la voz más antigua de los guías de turistas: "Si suben así la mano verán sus huesos, así vuelve a estar en foco", les dice en inglés. Culmina su discurso con una vehemencia que cada vez es más lentitud, en la que el silencio hace alianza con el suspenso. El les dice que todo esto pertenece a una raza que supo encontrar lo que unía las maravillas del cielo y la tierra. Otro silencio y su mano se levanta para que la sigan hasta la esquina por donde está por desaparecer el sol. Es una uña de luz lo que queda en el suelo cuando don Carlos dice the mexicans, y el sol termina por desaparecer en la parte final de su frase, un impacto en el estómago, un suspiro para tragar silencio y los turistas rompen en aplausos.
Santos explica que no faltan quienes vienen al observatorio a verse el aura, y que el fenómeno de los supuestos rayos X es en realidad una ilusión óptica que provoca la manera como están talladas las piedras, en forma de espiral, por las que se cuela el rayo de sol. Es el mismo efecto de la cámara fotográfica.
Afuera espera la historia de aquella gran reunión cifrada en las piedras, en el templo de las serpientes emplumadas, texto-monumento al que el arqueólogo da lectura.
El año 6 caña del día 10 casa sucedió un eclipse: los señores de Xochicalco mandaron llamar gente de todo el país para celebrar el cambio de calendario. También era un cambio radical en la cosmogonía Mesoamérica, porque Quetzalcóatl se hacía hombre, dejaba de ser sólo dios.
Las piedras también dicen que había unos sacerdotes con el glifo del tiempo e invitados con símbolos mayas, zapotecas y nahuas. Teotihuacán había caído y Xochicalco, que alguna vez había rendido tributo, se levantaba como el centro de poder, en medio de la inestabilidad política que marcaba el año cristiano de 743.
Cuentan las piedras que ese año la mandíbula se comió el círculo, y había que contarlo en un edificio que fuera un texto.
Las piedras también cuentan que a diferencia de Teotihuacán, donde se utilizaba un pequeño talud y un gran tablero, en Xochicalco las construcciones invirtieron la proporción.
Y ahí también se construyó el más suntuoso temazcal, que era usado por los particpantes en el juego de pelota, quizás con plantas alucinantes y relajantes, porque se purificaban durante 40 días antes de morir en el ritual.
Desde el templo que ahora se conoce como de las estelas, se logra una acústica que en ese entonces debió significar poder: el de la palabra del sacerdote, o la del señor, que eran escuchados por todos los que no podían ascender a la zona.
Durante mucho tiempo se pensó que Xochicalco era exclusivamente ceremonial, sólo lugar de ritos religiosos. Los trabajos del megaproyecto justamente lograron desmentir, al descubrir zonas habitacionales, para dar paso a la teoría de que era una ciudad planificada para el poder.
Por el momento no se tiene ningún proyecto arqueológico y con sus más de cien mil visitantes al año, Xochicalco atrae por la magia de su aislamiento. Así tiene garantizada la existencia a salvo del terror de las zonas del centro del país, de la mancha urbana, y se le condena a una majestuosidad solitaria, sin servicios.
Malinalco
Malinalco es monolítica. Es una montaña esculpida que, por impresionante, convoca la energía en su templo de los guerreros águila y tigre, con su forma circular, con su puerta de boca de serpiente. El interior del edificio está bordeado de una banqueta circular como de medio metro de altura, sobre la cual se esculpieron representaciones de animales simbólicos a las órdenes de los caballeros águila y tigre.
El nombre, según Cecilio Robelo, deriva de ''lugar donde se adora a Malinalxóchitl'', aunque el significado del nombre que le encontró Antonio Peñafiel es más enigmático: ''Lugar de hierba torcida". De sus nombres Malinalco se resignifica a su historia, que hubiera sido más esplendorosa sin la llegada de los españoles, que no dejaron que la magna obra que Ahuizótl mandara hacer culminara, y los pasillos se vaciaron.
Ahora es uno de los 3 sitios más visitados del estado de México, al lado de Teotihuacán y Texcutzingo. Los más de 60 mil visitantes al año le dan a Malinalco el significado de una híbrida procuración de cielo.
La obsesión salinista
Se dice en el gremio que Carlos Salinas de Gortari es un apasionado de la arqueología, que leía todo lo que se publicaba y en más de una ocasión puso a prueba, con sus conocimientos, a los arqueólogos del país. Lo cierto es que el interés es comprobable: de las 201 zonas arqueológicas abiertas al público en el país, sólo 20 tienen declaratoria presidencial, de las cuales 14 fueron emitidas durante su gobierno.
Con sus 14 megaproyectos, que implicaron un impulso mayor a la investigación y consolidación de ciertas zonas, la administración salinista sólo puede ser comparada con otros dos momentos de este siglo: en 1939, cuando Lázaro Cárdenas crea el Instituto Nacional de Antropología e Historia, y en 1972, año en que el Congreso de la Unión aprueba la ley vigente, que reguló el coleccionismo y sancionó el saqueo.
Con el Fondo Arqueológico de 111 millones de pesos se hicieron trabajos en arte rupestre, en Baja California, Teotihuacán, Monte Albán, Chichén Itzá, Palenque, Xochicalco, Filobobos, Dzibanché, Calakmul, Cantona, Monte Albán, Paquimé, Toniná y Xochitecatl.
La razón de ese impulso, argumentaron algunos, es que en el imaginario del poder la entrada al Primer Mundo con el Tratado de Libre Comercio implicaba contar con un rostro histórico.
En los hechos, la declaratoria es una garantía política, más que legal. Muchos de los casos de defensa de patrimonio arqueológico se han planteado sin necesidad de ella. Las zonas arqueológicas están exentas incluso de impuestos, como cualquier edificio federal, sin necesidad de declaratoria.
Es más, en el gremio arqueológico circula la versión de que los expedientes estuvieron listos para ser aprobados, más bien gracias a la labor de Teresa García, en la subdirección de registro del INAH.
Pero en el gremio, al recordar esa obsesión de Salinas por la arqueología, hay quienes se preguntan si sería por eso que dejó a México en ruinas.