Marco Rascón
Con el corazón a la izquierda

LA CIUDAD FUE CAMBIADA por las generaciones que desde hace 30 años protagonizaron luchas estudiantiles, sindicales, urbano-populares, artísticas, culturales, por la apertura de los medios de comunicación, ecologistas, ma-gisteriales, por la defensa del voto, la reconstrucción de barrios y viviendas, el abasto popular, contra la represión, la tortura y las desapariciones forzosas.

Las calles, locales, escuelas y teatros de la ciudad de México fueron escenarios de los estudiantes en 1968, las guerrillas urbanas, la insurgencia sindical de los años setenta, el movimiento electricista del SUTERM, el Frente Nacional de Acción Popular, el Frente Nacional Contra la Represión, los movimientos estudiantiles, como la ONE, la Upome y el CEU, que en 1987-88 defendió la UNAM de los primeros planes privatizadores. Por la ciudad desfilaron trabajadores y maestros al Zócalo, expresando los derechos de clase los primeros de mayo, a principios de los años ochenta; se organizaron dos paros cívicos nacionales ųcontra los planes de austeridadų y las luchas pro amnistía, encabezadas por doña Rosario Ibarra. La ciudad fue reconstruida por la Coordinadora Unica de Damnificados y se desplazaron nuevos movimientos urbanos ųcomo la Asamblea de Barrios, la UPREZ, el Frente del Pueblo, el Frente Francisco Villa, la Unión Valle Gómezų y por el abasto popular, así como proyectos culturales y populares promovidos por la UVyD.

Derivado de este espíritu democrático y compromiso ético, se abrieron proyectos periodísticos, como las revistas Política, Punto Crítico, Proceso y Cencos, los diarios Unomásuno y La Jornada y cientos de suplementos en medios de comunicación impresos; en los electrónicos, fueron pioneros los trabajadores de Radio Educación y Radio UNAM, quienes presionaron sobre la política informativa de su medio. La televisión, sin embargo, siguió estancada, monopólica y mentirosa, pese a las expectativas abiertas por la privatización de Imevisión.

Fueron ejemplares la huelga en Spicer y la independización del Frente Auténtico del Trabajo; la insurgencia de grupos cristianos; las resistencias al apartado B y a los recortes presupuestales; las luchas por la defensa del voto; la Convención del Anáhuac y la realización del Plebiscito Ciudadano en 1993, que hicieron posible que la reforma no se frenara. Todas estas experiencias e historias convergieron durante el salinato y crearon una barrera contra el proyecto de integración sin soberanía, y sólo se explican por la existencia de una izquierda que permeó a la sociedad, la organizó y la politizó a contrapelo de las formas clientelares y corporativas del PRI.

La izquierda formó organizaciones políticas y partidos, protagonizó fusiones y proyectos de unidad que lograron cambios y reformas en las leyes electorales y en la nueva composición del Congreso. Fue central en la historia de la Asamblea de Representantes. Fue básica en la conformación de una clase política local, que originó un gobierno propio, y en la transformación de nuestro federalismo, secuestrado por la visión "administrativa" del presidencialismo, origen de corrupción generalizada.

Cárdenas, en 1988 y 1997, logró que la ciudad diera un gran salto y la puerta de los cambios políticos y sociales se abriera. Ahora está en juego la definición de un proceso de reformas que no puede darse al margen de estas historias y raíces que dan a la ciudad un perfil vital y progresista. Por eso decimos que la ciudad tiene el corazón a la izquierda y que para refrendar el rumbo del cambio, las generaciones que la han transformado y movido son el punto de una propuesta de gobierno que los habitantes del Distrito Federal reclaman y protagonizan.

La característica central de que la ciudad es capital de la República hace a sus habitantes mexicanos universales y, por ello, se recibe aquí a todos de igual y generosa manera, sin problemas de regionalismo, como el que promovió el PAN en las provincias, generando odio hacia los capitalinos. El viejo esquema no tiene retorno y está en juego un go-bierno abierto e incluyente, promovido por los protagonistas de estas generaciones de reformadores, quienes, ante la visión del nuevo siglo, tienen una responsabilidad, pues si bien el desprecio por el poder les permitió no envejecer y ser vigentes y creadoras, hoy se necesita que gobiernen y confluyan en un programa hecho desde barrios, talleres, escuelas y pueblos, de donde surge siempre la verdad, donde la fuerza de todos será la Convención de la Ciudad. *

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