La Jornada Semanal, 12 de septiembre de 1999


(h)ojeadas

Almas lesionadas

Juan Antonio Masoliver Ródenas

Nuria Amat,
El país del alma,
Seix Barral,
Barcelona, 1999.

Supongo que sería absurdo o peregrino si cada vez que reseñásemos la novela de un autor tratáramos de encuadrarla dentro del marco de la literatura masculina y señaláramos su grado de mayor o menor masculinidadÉ En cambio, no sólo no nos parece absurdo hacerlo al hablar de novelas escritas por mujeres, sino que lo creemos necesario.

En parte lo es, porque el mundo literario (editoriales, crítica, escritores) sigue dominado por los hombres. Sin embargo, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, el desprestigio de la moral católica, la mayor libertad sexual y, desde el punto de vista comercial, la mayor atracción por la literatura de los jóvenes y de las mujeres, así como el hecho de que sea muy superior el número de lectoras al de lectores, hace que nuestra percepción haya cambiado radicalmente.

Durante siglos, los hombres han sido dueños absolutos del cuerpo y del alma femenina, como muy bien pudieron experimentarlo la Madame Bovary de Flaubert o la Ana Ozores de Clarín. A lo largo de la historia, las mujeres escritoras han sido una excepción que ha merecido un capítulo aparte en las historias de la literatura. Todavía en los años del franquismo Carmen Laforet, Ana María Matute o Carmen Martín Gaite merecían un trato especial, dirigidas por una crítica paternal y caballeresca.

A partir de la década de los setenta, con la agonía del franquismo, las mujeres se van integrando paulatinamente al mundo de los escritores y se van borrando las diferencias. El hecho de que las antologías de escritoras tengan tan buena acogida puede indicar que nos encontramos todavía en un periodo de transición. En el espacio de veinte años han aparecido cuatro antologías de notable difusión: Doce relatos de mujeres (1982), de Ymelda Navajo, Cuentos de este siglo. Treinta narradoras españolas (1995), de Angeles Encinar, Madres e hijas (1996), de Laura Freixas, y la reciente Vidas de mujer (1999) de Mercedes Monmany.

Estas antologías están plenamente justificadas. En la mayoría de las escritoras se advierte no tanto una beligerancia hacia el mundo masculino, como una necesidad de afirmar su propia identidad y, muchas veces, de salir de una clandestinidad física (el descubrimiento del cuerpo y del deseo), moral (puesto que la moral tradicional ha sido la responsable de la sumisión) y sentimental.

En Barcelona hay un primer grupo generacional de escritoras que, sin embargo, no han nacido ni publicado necesariamente por las mismas fechas. Las pioneras son Esther Tusquets, Ana María Moix, Clara Janés y Cristina Fernández Cubas, esta última en una dirección muy peculiar. Resulta fácil incorporar generacionalmente en este grupo a Rosa Regás, pese a que, nacida en 1933, su primer libro aparece hasta 1991. Más difícil resulta situar a Nuria Amat, no sólo porque, nacida en 1950, su primer libro aparece hasta 1988, sino por la naturaleza de su escritura.

De su experiencia como bibliotecaria, doctora en Ciencias de la Información y profesora en la Escuela de Bibliotecarios de Barcelona surge El libro mudo (1994) que trata no sólo ``del acoplamiento irreversible entre la máquina electrónica y la literatura'' sino de la génesis del escritor, de la escritura y del libro: el cuerpo y el espíritu de la literatura. De su experiencia como lectora nace La letra herida (1998), que subraya uno de los aspectos más notables de la escritura de Nuria Amat: su carácter de obra abierta, en la que las experiencias vitales y las literarias se funden y se diluye la frontera entre los géneros. La obra ensayística tiene el hálito y el encanto de lo ficticio, y la ficción participa de las preocupaciones reflexivas propias del ensayo.

Libro a libro, Nuria Amat ha ido elaborando un mundo narrativo que pide la complicidad del lector no como partícipe sino como observador. Se trata de un mundo en cierto modo irreal porque está en extinción; porque, contado como un presente, tiene mucho de pasado. Porque la escritora subraya el carácter autobiográfico: son vivencias que expone como un tesoro. Y si las primeras escritoras de la transición tratan de descubrir los misterios del cuerpo, Nuria Amat penetra en los del espíritu. Los títulos de sus dos últimas novelas son, en este sentido, reveladores: La intimidad y El país del alma.

En El país del alma este país tiene una realidad física: la Barcelona afectada por la guerra y la posguerra. Una ciudad vista no a través de una clase social sino de un grupo social perteneciente a la alta burguesía, donde a la realidad de la represión franquista se añade el conflicto entre las responsabilidades empresariales y las necesidades del espíritu.

Nena escribe sus recuerdos en una libreta negra. Baltus tiene alma de artista, pero es un espíritu pusilánime que acata las exigencias familiares. Se refugia, sin embargo, en la bibliofilia y en la fotografía. Nuria Amat va trazando el retrato de dos familias, la de los Arnau y la de los Rocamora. A través de ellas vivimos los dos barrios del norte de Barcelona, Almadora y La Nava (La Bonanova, Pedralbes y Sarría en la realidad) que, por ``la calle más larga de la ciudad'', nos llevan a las mantequerías Fontana, el Ritz, el restaurante Parellada, el Club de Tenis o el Teatro Windsor, signos todos ellos de una época en la que se confundían, o se confunden aquí, lo plácido y lo sórdido. Los largos veraneos de estas familias nos llevan a distintos lugares de la costa, como Calella o Cadaqués, para subrayar un mundo exterior que coincide con el mundo ``egoísta y caduco'' de los poetas de la Escuela de Barcelona, especialmente Gil de Biedma y Carlos Barral, pero aquí con una intención sólo muy tenuemente crítica hacia una clase social más preocupadaÊpor sus sentimientos nacionalistas que por su oposición al franquismo. En todo caso, la originalidad de Nuria Amat (moralmente discutible, dirán con su razón los moralistas) está en presentar una realidad ajena a toda ideología.

El aspecto más interesante es la proyección de este mundo exterior en el atormentado mundo interior de algunos personajes, muy especialmente de la protagonista, Nena Rocamora. Las tensiones afectivas son mucho más originales y profundas que las sociales, si bien la enfermedad de Nena, enfermedad del cuerpo y del alma, es también expresión simbólica de la realidad social.

No hay aquí una historia de amor sino unas vidas de amor, un amor que supera al noviazgo y al matrimonio, a la maternidad y a las relaciones sexuales. Hay una desnudez que trasciende a la desnudez de los apetitos y que nos va revelando la naturaleza de la felicidad y de la infelicidad, de la vida y de la muerte, de la sensatez y la locura, de la voluntad y el miedo. La de Amat es una prosa nítida iluminada por frases brillantes, con descripciones finamente elaboradas, u oscurecida por ráfagas de presagios y de melancolía. A veces roza la impúdica sensiblería, otras cae en la conceptualización, como cuando reflexiona sobre las palabras. En favor de la naturalidad, parece rechazar la autocrítica. Pero esta ingenuidad es parte del proyecto narrativo en el que una prosa de atractiva serenidad va mostrando las grietas, las arrugas, las heridas de lo perecedero. Nena aspira a lo eterno y desde las primeras páginas del libro está condenada al sufrimiento y a la muerte.

ana Kreleernos y entendernos.



E Ť s a y o


Fusionar pasión y mesura

Enrique Héctor González

Jorge Sánchez Azcona,
Etica y poder,
Porrúa,
México, 1998.

Sumergidos en el malabarismo de las alianzas y sus trucos y trueques intrincados, pasamos por alto a veces que el deber ser del hombre de la polis se ha vuelto, con los años, un cómodo dejad hacer, dejad pasar, cuando no un cínico fin justificador de los medios con que el poder endereza los entuertos en que nadamos a ciegas. Quiero decir que en la barroca baraja del Príncipe, y luego de tantas vueltas como el tiempo quiera dar, siempre ha sido a él a quien le ha salido la carta más alta. El autor de Etica y poder reconoce en su breve libro que vivimos a la orilla del ¡ya basta!: ha llegado la hora de limpiar la mesa. No se trata de revoluciones, ni siquiera de reformas impostergables, sino más bien de mirar la cosa desde su raíz: la falta de principios que propicia una política económica desbarajustada (es decir, ajustada a la inefable ingeniería neoliberal) y administraciones postradas a los mismos ajenos intereses de siempre -si no es que a improvisaciones irresponsables cuyo altísimo costo paga el que sigue (o sea todos nosotros, tribu de inexpertos nadadores).

Sánchez Azcona cita a Toffler para recordarnos que el poder, ese dios odioso e inmisericorde, se expresa en la modernidad en tres lenguas distintas: la de la fuerza, la de la riqueza y la del conocimiento. Ambos autores proponen que una redistribución de la tercera es necesaria para humanizar los procesos políticos, para arrojar claridad, como en el teatro, a los asuntos más importantes, ésos cuya oscuridad es una cuidadosa estrategia de los inmorales manejos de la oligarquía gobernante. Este principio de transparencia no previsto por Freud pero sí por quienes nos han provisto de tantos fraudes como les ha sido posible, es la conducta ética que, de acuerdo con el autor, constituye la responsabilidad natural y el ejercicio a inducir desde la primera infancia.

Entre la ética de la convicción o de los fines últimos y la del compromiso inmediato (la de la solidaridad sin sortilegios), las teorías de Max Weber han sido distorsionadas por el zoon politikon a beneficio de quien aplica la primera cuando la segunda le complica el compadrazgo, o se olvida de principios cuando se trata de cargarle a otro el muerto (en nuestro país, esta metáfora ha probado varias veces su literalidad). Aunque a veces suene admonitorio en exceso y otras tantas un tanto apocalíptico, el trabajo de Sánchez Azcona tiene de valioso lo que de urgente surge entre sus líneas: la ``tranquilidad teológica'' del laissez faire spenceriano, aplicada menos con descuido que con mala fe por quienes no asumen que en esta hora la licencia es un permiso universal para morirse de hambre, nos ha puesto a merced de la imprevisión y la insensatez. Cierto: Azcona recarga de más los dados en contra de un proyecto neoliberal al que tilda más que analiza; hace del lugar común una verdad inmediata y de la denuncia un acopio de citas textuales: sus referencias son casi reverencias. No obstante, la validez del estudio estriba en su oportunidad y en la coherencia interna de su lectura de Marx, de Fromm, de Mosca y Galbraith y Pareto. Leído así, el libro subraya algo que la mera distribución de las urnas y el exceso de estadísticas por el que Borges fustigaba a la democracia no alcanzan a explicar: en un mundo entregado a la intemperancia y a la impostura no se trata de templar a la derecha con ideas jacobinas sino de reconstruir desde abajo un país donde el sentido de responsabilidad de sus dirigentes, como quería Weber, fusione la pasión y la mesura.



C i Ť e


El país del cácaro

Louise Noelle

Francisco H. Alfaro y Alejandro Ochoa,
La república de los cines,
Clío,
México, 1999.

Dentro de este periodo finisecular, en el que estamos insertos en el recuento del acontecer y las aportaciones de los últimos cien años, resulta particularmente apropiada la referencia al cinematógrafo. Efectivamente, dicho aparato nació hace un siglo, en 1895 para ser precisos, por lo que su presencia bien puede ser sinónimo de este periodo en cuestión. Así, libros como La república de los cines, de Francisco H. Alfaro y Alejandro Ochoa, cumplen ampliamente con el cometido de reseñar el desarrollo de este invento, que pronto fue conocido como el séptimo arte, a través de una amena historia de las salas cinematográficas, su creación, sus vicisitudes y, en muchos casos, su triste desaparición.

Se trata de un libro profusamente ilustrado con excelentes fotografías de época, que se acompañan con un texto fluido, escrito para un público no especializado, sin por ello dejar de lado los datos exactos y la nomenclatura apropiada. Contiene además un índice fotográfico con valiosos datos, a los que se agrega la lista de archivos consultados y una bibliografía de apoyo. Estas cualidades no sorprenden, ya que Alfaro y Ochoa son asimismo autores del video El despertar de los palacios. La revitalización de las salas cinematográficas en la ciudad de México (UAM, México, 1996) y del libro Espacios distantes aún vivos. Las salas cinematográficas de la ciudad de Méxic (UAM-X, México, 1997). Es sobre todo en este último donde encontramos una meticulosa investigación especializada, producto de varios años de estudio en el seno de la Universidad Autónoma Metropolitana, que ha venido a prolongarse aquí en un estudio sobre las salas cinematográficas en todo el país.

En La república de los cines los autores nos llevan de la mano para recorrer de manera simultánea el acontecer de México en el último siglo y la particular relación de sus habitantes con el cine, tanto dentro de su producción como, muy particularmente, de las salas de exhibición. En el fondo, el amplio conocimiento de estos arquitectos e historiadores, que se han abocado al estudio de este género arquitectónico, es el pretexto para conocer la profunda relación que siempre existe entre los hechos históricos, la sociedad y su demanda y producción de edificios, ``el testigo insobornable de la historia'' diría Octavio Paz.

A todo esto hay que agregar, desde luego, el acercamiento particular a algunos arquitectos que se destacaron en la construcción de salas cinematográficas, donde destacan nombres de conocidos profesionistas como Juan Segura, Francisco J. Serrano o Juan Sordo Madaleno. Sin embargo, el mayor interés de esta publicación radica en el descubrimiento de personajes como Carlos Crombé, autor del inolvidable Cine Alameda de 1936, pero también del Colonial, del Olimpia y de la Arena Coliseo; asimismo es destacable el interesante caso de Charles Lee, quien proyectara con un estilo ecléctico y grandilocuente más de doscientas cincuenta salas en los Estados Unidos, además de dejar en México, en los años cuarenta, muestras excepcionales de su particular lenguaje arquitectónico, como el Cine Lindavista y el Chapultepec.

Finalmente, es importante destacar que, haciendo honor a su título, esta publicación nos muestra el acontecer cinematográfico en la totalidad de la República Mexicana y no sólo en la ciudad capital, tal y como nos tiene acostumbrados el centralismo. No es exagerado afirmar que se trata de un estudio verdaderamente aportador ya que, además de los recuerdos nostálgicos insertados entre sus líneas, en sus páginas descubrimos todo un país cuya historia se desarrolla ante nuestros ojos, ``como en el cine''.



C u e Ť t o


La suplantación de sí mismo

Betina Keizman

Francisco H. Alfaro y Alejandro Ochoa,
La república de los cines,
Clío,
México, 1999.

Cómo se cuenta una historia es la pregunta más decisiva que un autor debe enfrentar. En algunos casos, cuando el texto llega a las manos del lector, a su mayor o menor voracidad, los indicios de esta pregunta, los trazos que pudo dejar entre las letras, han desaparecido. No es así en los tres relatos que se incluyen en La piel lejana de Federico Patán, porque en ellos reconstruir la historia, darle forma a ese mosaico contradictorio y escurridizo, es el alma de la escritura. Los dos primeros relatos se sustentan en una investigación policial, y no es casual porque el policial es el género de la reconstrucción de los hechos y en este caso, podríamos agregar, de las identidades. En ``Nostalgia'' se narra el viaje de un hombre que, junto a una compañera ocasional, persigue a un ladrón fugitivo. Su voz y sus pensamientos son los que dominan el relato; los de su compañera aparecen suplantados por puntos suspensivos que obligan al lector a completarlos y a apropiarse de la sospecha de la mujer respecto a que el supuesto rastreador es el verdadero fugitivo. ``Un rostro en la penumbra'' es, a diferencia del primero, la historia del fin de viaje de un hombre que ha cometido un crimen y se enfrenta a su ``perseguidor''. Pero, en este caso, las voces se multiplican desenvolviendo una historia contradictoria en la que las versiones sólo proveen una mirada acotada -como la de la vida- y que en el final dará un giro de tuerca demostrando hasta qué punto la pesquisa del periodista y la del lector han sido falsamente conducidas. El relato que da título al volumen es el único que no se relaciona con lo policial. Es una larga conversación donde se intercalan raccontos y se pueden reconstruir -de nuevo el rompecabezas- los treinta años de una pareja que ha compartido el encuentro sensual y latente de una ceremonia del té todos los miércoles, la larga espera de la muerte de la esposa, amiga de la mujer, y la sospecha de que cuando esa muerte se produzca, el rito y la costumbre triunfarán y la vida de los personajes continuará como hasta entonces (``Sigue estando muy cerca'', dirá él. ``Nunca estuvo alejada'', añadirá ella).

Los tres relatos se acompañan con numerosos epígrafes que se alzan como puntos de fuga, claves de lectura y comentarios que invitan de nuevo al juego del mosaico y del reordenamiento. Los personajes son mujeres y hombres comunes, marionetas de los celos, el amor y la necesidad de arrancarse de lo monótono y cruelmente mediocre de sus vidas. En cada caso, reconstruir las historias escurridizas es reconstruir las identidades y las motivaciones de estos personajes que ocupan el lugar del otro, el perseguidor perseguido del primer relato, el asesino y encubridor del segundo y la mujer que, sin ser amante, ha ocupado el lugar de la esposa en el tercer relato. (``Ya no soy quien ser solía'', recuerda Patán en la voz de Luis de Góngora.)

Federico Patán nos asoma a un mundo cotidiano y lo desenvuelve con la complejidad ambigua de las cosas de este mundo. Sus personajes laten en las páginas con el ansia compartida de fugarse de ellos mismos y con la certeza de que las respuestas a la pregunta de ``quién soy'' y ``qué quiero'' siguen siendo las más complejas que se puedan evocar.



P o e s í a


Desparpajo de la poesía urbana

Juan Luis Campos

Luis Chaves,
Los animales que imaginamos,
Conaculta,
México, 1998.

No es novedad alguna que la ciudad, la urbe, se imponga como paisaje y como sujeto de la poesía moderna. Tampoco lo es que en la congregación de las necesidades humanas destaquen la resequedad de la soledad y la imaginación del amor. Sí, también un hálito de esperanza.

Pero aquí no se trata de un amor feliz sino de compañía indispensable, de una ciudad cuyos relámpagos amenazan pero no siempre desatan la tormenta. Tampoco esto es nuevo. Para un lector latinoamericano, la poesía del costarricense Luis Chaves nos muestra, de una parte, que su arte es desenfadado, como las ciudades se han vuelto, si bien no descuidado; de otra, que la literatura de Costa Rica, esa supuesta isla de la democracia centroamericana (hay quien diría que de Latinoamérica), ha convertido a su capital, San José, en una urbe más, que al fin parece haber salido del provincianismo de carretas decoradas para el consumo de los turistas hacia la barbarie de toda urbe que se sabe en el centro de intereses transnacionales.

En efecto, esta poesía nos muestra que la patología de la urbe contemporánea es esencialmente la misma en todas partes, pues ``hay noches desbordadas en los ceniceros'', en que ``salgo del bar de siempre/ y entro a una ciudad desconocida (...) esta ciudad es una casa vieja/ a la que entro por primera vez (...) el corazón de una ciudad/ donde el amor es un acto sospechoso. y la ciudad aprende a caminar por su cuenta''.

El poeta se decidió por ciertas formas que durante la vanguardia fueron novedosas: el uso de minúsculas, palabras ordinarias, utilizar puntos para marcar las pausas en vez de comas y, obviamente, el verso libre para remarcar el coloquialismo de las calles. Las metáforas e imágenes son cínicas, no se pretende que el goce resida en la complacencia. Nada de esto es novedoso ni hace, por sí solo, vanguardia ni poesía. Pero Chaves emplea dichos recursos para fortalecer su vivencia y destacar que la idílica ciudad de un millón de habitantes se ha vuelto una metrópoli donde todos son responsables de las miserias de la soledad, el disimulo y quizá hasta de las virtudes de esta ciudad mayúscula: ``pero allí. agitándose entre firmas sin alma./ tristes imitaciones de marcas registradas./ casi puede verse la mano que habla/ con las palabras de todos los que pasan sin mirar.''

Sería importante hacer un recorrido por la poesía tica de los últimos decenios, una poesía que ha estado ligada a nuestra literatura y a nuestra manera de ser (sólo recordemos a dos poetas costarricenses que se avecindaron en México: Eunice Odio y Alfredo Cardona Peña). Pero ha habido otros poetas que están entre estas generaciones, como Jorge Debravo y Alfonso Chase, sólo por citar a un par de ellos, poco conocidos en nuestro país. Si Chaves (1969) no hubiera sido publicado en México, simplemente ``olvidaríamos'' que hay una poesía centroamericana que unifica los desencantos del mundo de hoy pero que actualiza, por supuesto, sus sentimientos. El desparpajo es una de esas maneras de ver lo cotidiano. El poema ``la virgen desnuda'' concluye: ``la función termina./ el tablado queda rendido y melancólico./ como una cama vieja/ donde nadie nunca más hace el amor.

Escenario en que se despliega el vacío de un amor a pagos, que deja los rastros de la cotidiana necesidad. Se podría trastocar el verso de Pound y decir que estamos condenados a no ser sueños, sólo hombres.

Luis Chaves nos dice su ars poetica: ``nunca falta el señor erudito:/ -éste no tiene unidad temática. aquél formal./ ¿acaso ellos mismos no dicen: la vida es poesía?/ ¿será que la vida no llega en buen orden/ sino a patadas y con espuma en la boca?/ para ellos es un asunto de métrica y reglas./ como si la tristeza rimara./ o la soledad visitara en días pares.'' Poemas que parecen descuidados en la factura, pero que precisamente eso les permite efectividad poética. Es un desaliño que permite ``que la tristeza rime''. Sin embargo, se trata de un recurso arriesgado por fatigante. Podríamos decir que Chaves procura acogerse a los ritmos de la ciudad de San José, que como toda urbe nos comparte sus miserias, su desolación y la certidumbre del poeta de que ``todo lo que recuerdo es mentira.''



E Ť s a y o


La dulzura amarga

Viviana Kuri

Salvador Rueda,
El paraíso de la caña.
Historia de una construcción imaginaria,

Colección Biblioteca del INAH,
México, 1998.

El paraíso al alcance de la mano. El paraíso debajo de pies descalzos, tan cerca; tan lejos. El paraíso cañero, sus cerros, sus arroyos, su exuberante vegetación. El paraíso ahí nomás, en Morelos. La lucha por poseerlo, dice Salvador Rueda, la pelea añeja entre hacendados e indios, dio un giro contundente al abrirse la puerta del siglo XX: la construcción verbal que permearía la mentalidad política de este siglo era producto de los antiguos protagonistas, pero ahora revestidos con un nuevo guión.

El quiebre definitivo, explica el autor, fue causado por un documento cuya influencia no podía esperarse (``el loco de Zapata'', diría Madero) y que, sin embargo, dio como resultado el cambio de mentalidad del siglo XIX a la manera de pensar y hacer de nuestro tiempo. El documento en cuestión fue el Plan de Ayala (noviembre, 1911), con el cual nació el vocabulario político moderno; ``su efecto a mediano plazo fue el final de las haciendas y el surgimiento del campesino como interlocutor del Estado mexicano hasta cuando menos la decena de 1980.'' Con el Plan de Ayala los zapatistas manifestaban a la nación, por medio de la palabra escrita, que no eran enemigos de la civilización, sino defensores de una cultura diferente. El autodenominado Ejército Insurgente buscaba hacer respetar el Plan de San Luis Potosí, combatir al gobierno traidor y abolir la exclusión de la que sus miembros eran objeto.

Es sólo designando, dando nombre e identidad como se existe, y se existe de diferentes maneras. En el Paraíso fue Adán quien dio nombres y, con ellos, significados. En El paraíso de la caña de principios de siglo, en el paraíso de Salvador Rueda, los nombres, los conceptos fueron construyéndose renaciendo y creciendo como manzanas en un huerto listas para ser recogidas. La valoración del indio se modificó de ``indolentes, haraganes'', seres degradados por el colonialismo, a peligrosos bandoleros y finalmente a campesinos en busca de justa redención. ``Para los hacendados cañeros, que se proclamaban a sí mismos vanguardia de la civilización, el paraíso alojaba comunidades primitivas, `ilegibles' por estar en el límite de la historia: los indios eran los demonios que vivían inmóviles en el pasado mientras ellos procuraban el progreso.''

La palabra como arma para describir, para descalificar al otro, para valorizar lo propio era una serpiente enroscada que se revelaba ante los ojos de los indios, al tiempo que éstos adoptaban la negativa a ser negados, buscaban la aceptación de su alteridad. Más que razonable, dice el autor, el planteamiento de la rebelión era, sobre todo, justo. Su peor enemigo era la incomprensión: la lucha por la viabilidad de la existencia entre los distintos.

Rueda nos ofrece las diferentes formas de percibir el entorno físico y geográficoÊde los viajeros (artistas, políticos, periodistas): ``setenta años de historia de un discurso que cambió a sus actores pero que mantuvo su núcleo desiderativo casi hasta nuestros días''. Saber las formas y contenidos de esta genealogía discursiva, esbozarla, es la meta que cumple capítulo a capítulo.

Principios de siglo, finales y volvemos. Los parangones históricos nunca son de fiar; no son cosa seria. Sin embargo, la pugna entre Caín y Abel parece no cesar. Las comparaciones históricas no son de fiar pero la historia sí: como arma para la comprensión, para el reconocimiento, el respeto, la convivencia con la otredad. Libro de referencias, libro de reflexión. Libro para releernos y entendernos.



FICHERO

Ensayo (artes plásticas)

Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia, Arthur C. Danto, Col. Paidós Transiciones, Ed. Paidós, Barcelona, España, 1999, 252 pp.

Ensayo (biográfico)

El verdadero Manuel Acuña, Pedro Caffarel Peralta, Col. Ida y regreso al siglo XIX, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1999, 124 pp.

Ensayo (filosófico)

El proceso ideológico de la revolución de independencia, Luis Villoro, Col. Cien de México, Conaculta, México, 1999, 255 pp.

La inclusión del otro. Estudios de teoría política, Jürgen Habermas, Col. Paidós Básica, Ed. Paidós, Barcelona, España, 1999, 258 pp.

Para quien no se fía, Héctor Subirats, Col. Los libros del arquero, Ediciones sin Nombre/Juan Pablos Editor, México, 1999, 219 pp.

Ensayo (literario)

Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier, Carlos Aguirre Anaya, Jesús Anaya Rosique, Daniel Goldin y Antonio Saborit, edición de Alberto Cue, Col. Espacios para la lectura, Fondo de Cultura

Económica, México, 1999, 271 pp.

Ensayo (paleontológico)

La vida. Una biografía no autorizada. Una historia natural de los primeros cuatro mil millones de años de vida sobre la tierra. Richard Fortey, trad. de Victoria Laporta, Col. Pensamiento. Ed. Taurus, Madrid, España, 1999, 517 pp.

Ensayo (político)

Estándares laborales después del TLCAN, Graciela Bensusán (compiladora), Flasco/Friedrich Ebert Stiftung/Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 238 pp.

Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina, Renate Marsiske (coordinadora), volumen I, Col. Historia de la educación, serie mayor, Centro de Estudios sobre la Universidad/Plaza y Valdés Editores/Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1999, 254 pp.

Ensayo (psicológico)

El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana, Marie-France Hirigoyen, Col. Paidós Contextos, Ed. Paidós, Barcelona, España, 1999, 179 pp.

Ensayo (religioso)

Entre los naguales y los santos. Religión popular y ejercicio clerical en el México indígena, Félix Báez-Jorge, Col. Biblioteca, Universidad Veracruzana, Veracruz, México, 1998, 268 pp.

Ensayo (sociológico)

Racionalidad práctica y dominación cultural, Gabriela Kraemer Bayer, Universidad Autónoma de Chapingo/Universidad Autónoma de Campeche/Alter Textos/ Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 242 pp.

Narrativa

Castigo divino, Sergio Ramírez, Editorial Alfaguara, México, 1999, 597 pp.

El corazón ajeno, Ednodio Quintero, Col. Los libros de la oruga, Ediciones Sin Nombre/Juan Pablos Editor, México, 1999, 131 pp.

Pintura

Espejo para insomnes, Ludwig Zeller, Verdehalago/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, 1999, 115 pp.

Poesía

Antología, Robinson Jeffers, versiones de Alberto López Fernández y Pablo Soler Frost, edición bilingüe, Ed. Libros del Umbral, México, 1999, 174 pp.

El dedo de Cratilo, Edmundo Font, cuadernos de Malinalco núm. 42, Instituto Mexiquense de Cultura, México, 1998, 76 pp.

Farándula, José Kozer, Ditoria, México, 1999, 49 pp.

Música de fin de siglo, Hernán Lavín Cerda, Col. poetas chilenos. Tierra Firme/Fondo de Cultura Económica, Santiago, Chile, 1998, 331 pp.

Revista

Artes de México, Cerámica de Mata Ortiz, núm. 45, México, 1999, 100 pp.

Colombre, Revista de arte y literatura, número dedicado a Jorge Luis Borges, núm. IV-V, Xalapa, México, 1999, 65 pp.

Tierra adentro, núm. 98, junio-julio, Ciencia y cultura del volcán, México, 1999, 80 pp.

Teatro

El Mercader de Venecia, William Shakespeare, Col. Literatura Universal Alba, Editorial Alba/Edivisión Compañía Editorial, Barcelona, España, 1999, 125 pp.