La Jornada Semanal, 12 de septiembre de 1999


Fabrizio Mejía Madrid

TIEMPO FUERA

El poema perdido de Dadá

Hace como diez años, cuando este suplemento era una revista, publiqué una historia sobre el poema que Arthur Cravan llevaba consigo la mañana de julio de 1916 en que partió del puerto de Veracruz en un bote de remos. Su esposa, Myna Loy, lo esperaba, confiada, en el otro hemisferio del planeta, en Buenos Aires, pero Cravan nunca llegó. Dentro del bote que se hundió con todo y el artista Dadá había también un poema escrito en el número uno de la Spiegelgasse, el Cabaret Voltaire de Zurich, a once casas desde donde Lenin, Radek y Zinoviev preparaban la Revolución Mundial. El poema constaba de treinta a cuarenta páginas -afirma Hans Richter en su recuento del dadaísmo- ``muy semejante al lenguaje interior descubierto por Justinus Kerner en 1840 en su libro La Vidente de Prévost, e imitado sesenta años después por Scheebart en Una novela ferroviaria: te amo''.

Ya en 1911, Russolo había construido un órgano ``ruidista'' que evocaba los sonidos más indeseables de la vida cotidiana y que sería destruido a martillazos en 1930 por los Camelots du Roy durante la protesta contra la premier en el Estudio 28 de La edad de oro, de Dalí y Buñuel. Según el propio Richter, el poema de Cravan era la traducción lingüística de los ruidos del órgano aquel. Pero nunca lo escuchó: el 23 de abril de 1916, Cravan no pudo hacer la lectura pública de su poema porque tenía que enfrentar, en Madrid, al boxeador negro Jack Johnson, campeón de peso pesado. Cuenta la leyenda que, en el segundo round, Cravan se desnudó en la mitad del ring y la policía se lo llevó esposado. Craven (su verdadero nombre era Fabian Lloyd) gustaba de ese tipo de ordalías. En un texto publicado en 1914 por la revista Maintenant se autodefinía como ``caballero de industria, marino en el Pacífico, arriero, recolector de naranjas en California, encantador de serpientes, rata de hotel, sobrino de Oscar Wilde, leñador de las selvas, ex campeón de box en Francia, nieto del canciller de la Reina, chofer en Berlín y ladrón''. Pero Cravan no era un superhombre y se ahogó tratando de llegar a remo desde el Golfo de México hasta el Río de la Plata. De Myna Loy casi nada se sabe. Quizás sea una creación del propio Cravan, al estilo de la Rose Sélavy de Marcel Duchamp. De hecho, Cravan se refería a su esposa como ``domadora de leonas, espía alemana, pintora de dientes''.

Pero, recientemente, el poema perdido de Cravan fue publicado en Alemania por Bermunchen. Según explican los editores en el prólogo, había una copia del poema en la tienda Odeón de Zurich que atendía Hack Niederdorf, anticuario y librero que hizo una vida de vender grabados y textos dadaístas. El hombre murió en su tienda de una sobredosis de cocaína en los años treinta y la tienda pasó a manos de un tal Corray, a quien Hans Richter dedica tan sólo seis palabras: ``un hombrón de barba en punta''. Los editores no lo adquirieron de él, sino que apareció como parte de los archivos de la policía de la extinta República Democrática Alemana, desclasificados tras la caída del Muro. Increíblemente, las autoridades de la inteligencia socialista guardaron el poema como uno de los archivos de ``no clasificados''. Toda una historia para John LeCarré o para Rubem Fonseca, que ha escrito sobre los textos de Isaac Babel incautados por Stalin. Así es el círculo de la censura: para retirar un libro de los intercambios es necesario atesorarlo. Eso mismo sucedió con el poema de Arthur Cravan. Así que, desde que me enteré de que había sido finalmente encontrado y publicado, busqué por amigos y ex novias alemanas de amigos que me consiguieran un ejemplar. Hace unos días llegó hasta mí. Lo extraje del sobre en el que amablemente se me había obsequiado y, sudando, lo abrí.

Hay una sensación extraña al leer por fin algo tan escarbado en cada referencia indirecta a la mano. Y más raro es abordar un poema con el que su autor decidió irse a pique en el mar. Pero no sé si me explico. Me pareció que toda esta historia de diez años arribaba a un desenlace lógico cuando leí las primeras líneas del poema que más he buscado en toda mi vida: ``Gadji Beri Bimba. Gadji beri bimba glandridi laula lonni cadori gadjama berida bimbala glandri galassassa laulitalominiÉ''