Justamente, el día que se celebra la Independencia de nuestro país, dos informaciones ilustran el carácter del gobierno mexicano: la empresa calificadora Internacional Standard & Poor's elevo la calificación de la deuda mexicana en moneda extranjera; el Banco Mundial, al presentar en esta ciudad el Informe sobre el Desarrollo Mundial 1999-2000, afirmó que México es un ejemplo internacional que muestra cómo el crecimiento económico puede generar un aumento de la desigualdad.
La primera noticia se fundamenta en la flexibilidad de la economía para resistir los embates externos, su solidez, resultado del crecimiento de las exportaciones, las cautelosas políticas fiscal y monetaria, el manejable déficit de la cuenta corriente y un calendario cómodo de amortizaciones de la deuda externa. Por esto, para Standard & Poor's, la perspectiva del cumplimiento de los compromisos derivados de la deuda se elevó de estable a positiva; ello, a su vez, permitió mejorar la calificación de la deuda de 13 empresas industriales, cuatro bancos y dos paraestatales, que pasó igualmente de estable a positiva.
La segunda noticia establece que la globalización aunque puede permitir un mayor crecimiento económico, no sólo no logra reducir los niveles de pobreza, sino que puede incrementarlos. Con claridad, el Banco Mundial advierte que la pobreza no se soluciona con la globalización: es indispensable ``el apoyo financiero desde el ámbito federal para asegurar, por lo menos, la suficiencia de servicios básicos a esta población''. Los gobiernos no deben enfocarse solamente a obtener buenos resultados macroeconómicos, deben atender el problema específico de la pobreza.
De esta manera, el gobierno mexicano ha probado su capacidad para enfrentar la inestabilidad financiera internacional, logrando que el desempeño macroeconómico no se desajuste y, lo más relevante para la ``comunidad financiera internacional'', cumplir con los compromisos derivados del endeudamiento externo, tanto el que proviene de operaciones previas a la crisis de 1994, como el derivado específicamente de los apoyos recibidos de Estados Unidos, el FMI y otros, para enfrentar la llamada emergencia económica.
Al mismo tiempo, el gobierno mexicano ha mostrado su incapacidad para enfrentar la situación de millones de mexicanos que se encontraban en condiciones de extrema pobreza en 1994 y que para este año de 1999 no sólo no han podido atenuarla, sino que nuevos contingentes de desposeídos se han incorporado a esa lastimosa condición.
Ha mostrado, del mismo modo, el orden de sus prioridades, al destinar 105 mil 138 millones de dólares, según la estimación de la misma calificadora Standar & Poor's, al rescate de los bancos comerciales, lo que no ha podido contener la crisis del sistema bancario; crisis que es responsable de una caída dramática de los salarios reales en los últimos cinco años, como lo señala el mismo Banco Mundial en la presentación en Washington de este Informe sobre el desarrollo mundial.
Así las cosas, resulta claro qué es lo que le interesa al gobierno mexicano, cuáles son las responsabilidades que considera prioritarias, con qué sectores ha cumplido y con cuáles ha fallado. La actuación gubernamental, para los acreedores internacionales, ha sido sobresaliente; esa misma actuación, para los mexicanos que viven de su salario, para los campesinos, para los marginados, ha sido desastrosa.
En momentos en que debiera debatirse la estrategia económica para el próximo gobierno, establecer como prioridad mejorar la calificación de la deuda externa mexicana, o bien proponerse verdaderamente, con base en un programa claro de atención a la pobreza extrema, inicialmente, e inmediatamente después al resto de los pobres, destinando para ellos los recursos necesarios, no sólo distinguiría las propuestas, sino indicaría el compromiso central del nuevo gobierno: cumplir con nuestros acreedores ó cumplir con la población.