La Jornada viernes 17 de septiembre de 1999

RUIZ MASSIEU Y LOS SALDOS DEL 94

SOL

El suicidio de Mario Ruiz Massieu en su arresto domiciliario de Nueva Jersey es, en rigor, una secuela más de los asesinatos que, en 1994, conmovieron al país y mostraron el grado de descomposición al que había llegado --ya en aquel entonces-- el grupo gobernante. El procurador Jorge Madrazo ha empeñado una considerable dosis de mal gusto en denostar, en nombre del gobierno federal, a un muerto, y el priísta Eduardo Andrade -presidente de la Gran Comisión del Senado de la República- muestra una incontinencia verbal incluso más pronunciada en el afán de identificar al ex subprocurador como un advenedizo, un infiltrado y un integrante menor, y casi accidental, de dicho grupo.

Esta falta de serenidad es indicativa de la irritación oficial ante las gravísimas acusaciones formuladas por Mario Ruiz Massieu en forma póstuma y que, precisamente por ese carácter, no podrán ser nunca probadas, pero tampoco refutadas. El problema de fondo es que el suicidio en Newark vuelve a colocar en primer plano las incertidumbres en torno a los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, así como las sospechas generalizadas de que, tanto en el gobierno pasado como en el actual, las autoridades se han abstenido de revelar todo el trasfondo de esas muertes o que, al menos, no han tenido la voluntad política para llevar las investigaciones respectivas hasta sus últimas consecuencias.

La decisión fatal de Mario Ruiz Massieu pone sobre la mesa, además, la ineptitud de la actual PGR en sus tres intentos por lograr su extradición de Estados Unidos y coloca a esa institución ante un grave dilema: si el hoy fallecido era inocente de los cargos que se le imputaban, entonces habría sido víctima de una persecución injusta, arbitraria y difícilmente explicable; si era culpable, ello habría sido prueba de la corrupción imperante en los más altos niveles de la propia dependencia y se habría demostrado que el general Jesús Gutiérrez Rebollo no era una excepción, sino un caso más de subprocuradores cooptados por el narcotráfico.

En términos generales, el suicidio de quien también fuera secretario general de la UNAM obliga a recordar las asignaturas pendientes del presente gobierno, el cual, a poco más de un año de concluir, sigue sin ser capaz de deslindarse de su raíz salinista y de emprender los ajustes de cuentas respectivos en lo económico, en lo político, en lo jurídico y en lo penal. La negativa de la Secretaría de Hacienda a entregar a la Cámara de Diputados la documentación sobre el financiamiento de las campañas priístas de 1994, incluida la del actual mandatario; la vigencia del conflicto chiapaneco y la falta de voluntad gubernamental para resolverlo y, ahora, la muerte de Ruiz Massieu en Newark, Nueva Jersey, hablan de un gobierno que permanece anclado en el entorno aciago que le dio origen.